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México D.F. Jueves 25 de septiembre de 2003
Adolfo Sánchez Rebolledo
Un cardenal esperpéntico
El episodio del desayuno "secreto" en la casa de San Francisco del Rincón confirma la vocación esperpéntica de la derecha, su descuido absoluto por las formas, que al menos el Presidente debía cuidar en atención a su cargo. Se quiso ocultar bajo la pantalla de una inocente celebración familiar una reunión en "lo oscurito", cuyas consecuencias políticas y legales pronto se dejarán sentir, añadiendo combustible al ya de por sí inflamable escenario nacional. El encuentro de Fox con el cardenal de Guadalajara, cuando está en curso una investigación judicial, despierta dudas razonables acerca de la voluntad presidencial de respetar la independencia de la procuración de justicia, sobre todo en un caso cuyas aristas extremas tocan aspectos sensibles de la seguridad del Estado.
A pesar de los desmentidos de última hora de Los Pinos, es evidente que el cardenal Sandoval Iñiguez consiguió lo que se proponía: abrir una cuña declarativa entre la Presidencia y la Procuraduría General de la República (PGR) y, a la vez, demostrar que el tono levantisco de las pasadas semanas no es un recurso anacrónico de los neocristeros, que éste consigue abrir puertas y acallar numerosas voces.
El cardenal y sus abogados aprovecharon la más mínima posibilidad para presentar el caso como un capítulo de la confrontación del Estado contra la Iglesia, reviviendo imágenes, expresiones y una actitud beligerante, que incluso la derecha, que se dice civilizada y democrática, daba por desaparecida. Pero ahí están las declaraciones de los obispos, las rabietas de personajes como el nuevo jefe de la Secretaría del Medio Ambiente y, desde luego, las alocuciones de los defensores oficiales y oficiosos del grupo que manda en Jalisco. Y para acabarla de amolar, está el desayuno que doña Verónica destapó ante el asombro de los informadores.
Lamentablemente, la modernización del país, la reforma de la Constitución para "normalizar" la situación de la Iglesia y concesiones como la declinación del laicismo en la educación, por ejemplo, no han sido suficientes para domeñar el impulso revanchista que, a contracorriente de la secularización, empuja a ciertos sectores católicos dentro y fuera de las estructuras eclesiásticas a ganarlo todo.
En ese sentido, como ya habían señalado con lujo de detalles Jorge Carpizo y Julián Andrade en su libro Asesinato de un cardenal, el famoso caso Posadas se convirtió en un jugoso negocio que ya ha rendido frutos de toda índole a sus usufructuarios. Pero no sólo a ellos. También sacan raja los eternos buscadores de conspiraciones: quienes no se explican nada si no es a partir de descubrir la mano que mece la cuna, los fabricantes de rumores que crecen y se reproducen en la confusión.
A esa causa ha servido el Presidente de la República. Si la investigación concluye que el cardenal y sus amigos no tienen nada que ver con los hechos que se describen en el famoso documento que al parecer los involucra, se pensará que fue por la intervención presidencial que se obtuvo tal resultado. Si no ocurriera así, lo cual es improbable, la derecha tendrá argumentos para decir que se trata de proseguir el ataque a la Iglesia, aunque la conducta pública y privada del Presidente y sus ministros abone en sentido opuesto.
Como quiera que sea, la PGR y los obispos tendrán que explicar a la ciudadanía cuál es el origen de los fondos que el cardenal Sandoval ha utilizado para realizar diversas obras, que es el tema de la denuncia actual. Y tendrán que aclarar, más allá del laberinto judicial, cómo es posible que el cardenal se ostente como amigo y socio de un empresario cuyas actividades rozan el campo de la ilegalidad, por decir lo menos.
En fin, todo indica que apenas estamos comenzando a descubrir un mundo que estaba oculto y del que muchos sabíamos poco: el de las relaciones entre el poder mundano y los círculos de poder de las jerarquías vaticanas. Las revelaciones en torno a Yunque y el MURO (veáse el libro de Edgar González Ruiz) nos muestran el árbol genealógico de una derecha que pocas veces se atreve a reconocer en público su filiación, que no quisiera verse comprometida con las efusivas y torpes manifestaciones del cardenal, pero que sirve a un mismo proyecto de remodelación espiritual de la sociedad mexicana. El panismo, por ejemplo, no ha conseguido trazar una línea clara que lo distinga de la derecha histórica y por ello camina siguiendo (toda proporción guardada) el ejemplo de la democracia cristiana italiana, antes de que los escándalos de corrupción la hicieran inviable.
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