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México D.F. Miércoles 24 de septiembre de 2003
BUSH: RECHAZO EN LA ONU
El
presidente estadunidense, George W. Bush, habló ayer ante la Asamblea
General de la Organización de Naciones Unidas para pedir que la
comunidad mundial olvide la ilegalidad y la arbitrariedad de su reciente
agresión militar contra Irak y el sometimiento colonial de ese infortunado
país, y para demandar una asistencia internacional -en dinero y
en tropas- sumisa y subordinada a la ocupación angloestadunidense
del territorio iraquí. Pero antes y después del discurso
del estadunidense, tres importantes líderes pusieron los puntos
sobre las íes, expresaron el repudio internacional a las acciones
bélicas unilaterales y demandaron una pronta restitución
de la soberanía nacional de Irak, medida a la que Washington y Londres
se resisten por evidentes intereses estratégicos y económicos.
Antes de que Bush hiciera uso de la palabra, el secretario
general de la ONU, Kofi Annan, señaló que la invasión
angloestadunidense podría "sentar un precedente que resultaría
en la proliferación del uso desmedido de la fuerza, con justificación
o sin ella", y destacó que la lógica de Bush y de su escudero
Tony Blair "representa el desafío fundamental a los principios sobre
los cuales han descansado la paz y la estabilidad mundial en los últimos
58 años".
Tras la alocución del estadunidense, el presidente
francés, Jacques Chirac, denunció por su parte que "la guerra
lanzada sin la autorización del Consejo de Seguridad sacudió
al sistema multilateral" y señaló que "nadie puede actuar
solo en nombre de todos y nadie puede aceptar la anarquía de una
sociedad sin leyes". A su vez, el mandatario brasileño, Luiz Inacio
Lula da Silva, destacó, en referencia a la agresión militar
lanzada por Washington y Londres contra Irak, que "se puede ganar la guerra
actuando unilateralmente, pero no se puede construir la paz duradera sin
el concurso de todos", y criticó las pretensiones de Bush de reducir
las funciones de la ONU a "limpiar los escombros de los conflictos que
no pudo evitar", en referencia a la descarada petición de que la
comunidad internacional cargue con los saldos del desastre de la invasión,
la destrucción, la ocupación y la rapiña angloestadunidenses
en la nación árabe.
Es significativo el dato de que, mientras que la Asamblea
General de la ONU concedió a Bush un frío aplauso de cortesía,
brindó en cambio sendas ovaciones a los discursos de sus críticos.
Frente a tales expresiones de rechazo, el presidente estadunidense hubo
de consolarse con el apoyo incondicional e incluso abyecto de José
María Aznar, quien se limitó a repetir ante la Asamblea General
los argumentos estadunidenses y se superó a sí mismo, unas
horas más tarde, al declarar a la prensa que desea la relección
de Bush, "por el bien de Estados Unidos y por la estabilidad y la paz mundial".
La Asamblea General de la ONU fue, en suma, un indicador
elocuente del aislamiento de Washington en la comunidad internacional y
del creciente rechazo a una guerra que fue lanzada con base en mentiras
y se sostiene, hasta el momento, en mentiras. Cabe esperar que el repudio
a los designios agresivos y colonialistas de Bush y Blair -seguidos por
cortesanos de la clase de Aznar y de Silvio Berlusconi- se multiplique
y se traduzca, más temprano que tarde, en la recuperación
de la soberanía de Irak y en una retirada total de ese martirizado
país de las tropas que lo ocupan y sojuzgan.
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