México D.F. Jueves 28 de agosto de 2003
El caballero de la triste figura, parte
de la memoria de casi todas las culturas, señala
José María Pérez Gay tripula
el barco donde Thomas Mann leyó El Quijote
El escritor alemán revisó la obra cervantina
en 1934, durante un recorrido de Francia a Nueva York; durante el trayecto
soñó que el personaje tenía las características
de Nietzsche
ARTURO JIMENEZ ENVIADO
Guanajuato, Gto., 27 de agosto. Desde el Teatro
Principal, José María Pérez Gay regresó en
el tiempo: a mayo de 1934, a un viaje por barco que el escritor alemán
Thomas Mann hizo de Francia a Nueva York, en vísperas de su exilio,
y en el que luego de dos intentos previos por fin leyó completa
la novela Don Quijote de la Mancha.
Pérez
Gay subió a ese trasatlántico a los asistentes al Coloquio
Cervantino Internacional para seguir la exploración de Mann por
muchas de las claves de esa obra de Miguel de Cervantes, a la que consideraba
"una hazaña de la libertad literaria moderna".
Al final de su travesía, luego de repasar varios
enigmas del personaje cervantino, el autor de La montaña mágica
soñó su propio Quijote, y con él, su propio enigma:
''He soñado con don Quijote. Era él en persona
y yo hablaba con él en el sueño (...) Tenía otro aspecto
que el de las ilustraciones clásicas. Llevaba un bigote grueso y
enmarañado, una frente alta y hundida. Y bajo cejas asimismo enmarañadas,
unos ojos grises casi ciegos y vacíos. No se llamaba el Caballero
de la Triste Figura ni el Caballero de los Leones, sino Zaratustra".
Y el ex director del Canal 22 y actual embajador de México
en Portugal comentó:
''A principios del terror nacional-socialista, el humor
y la melancolía de Thomas Mann hicieron posible que Nietzsche se
le revelara y transfigurara en el sueño como don Quijote, ese Quijote
antiidealista, pesimista y sombrío, creyente en la voluntad de poder,
un Quijote que no puede seguir siendo el mismo don Quijote".
Y Mann escribió: ''Dolor, compasión, amor
y admiración sin límites me llenaron por entero mientras
se me revelaba por entero aquella extraña figura llamada don Quijote
en mi sueño. Y todas esas sensaciones vibraban en mí a la
hora del arribo en Nueva York. Una tendencia muy europea: la de sentir
y pensar hacia atrás".
Y Pérez Gay: ''O como diría Elías
Canetti, la literatura como la verdadera profecía de la memoria".
Pérez Gay basó su exposición en el
ensayo Travesía marítima con Don Quijote, desarrollado
por el escritor alemán a partir de sus notas de diario y de los
apuntes hechos a partir de la lectura de esa obra.
Ahí, Mann hace referencia a uno de los temas recurrente
y que ya ha mencionado el humanista Eulalio Ferrer en este coloquio y en
otras ocasiones: el Quijote imagen como paralelo al Quijote literario.
"Quizá nuestra memoria del Quijote, nuestra imagen
del Quijote, sea superior a la del libro. Quiero decir, podrían
perderse todos los ejemplares del Quijote: el original en castellano, las
traducciones; podrían perderse todos, pero ya la figura de don Quijote
es parte de la memoria de casi todas las culturas."
Y también reivindica cualidades del protagonista
como la locura, pues para Mann El caballero de la triste figura "está
loco no porque ha creído cuanto ha leído, sino porque cree,
como caballero andante, que la justicia es su deber y es posible".
Dice Pérez Gay: "Don Quijote es la más moderna
de las novelas para Mann. Su esencia poética es definida por las
pérdidas, la imposibilidad, una ardiente búsqueda de identidad,
una triste conciencia de todo lo que pudo haber sido y nunca fue. Y en
contra de esta falta de realidad, una afirmación de la existencia
total en la realidad de la imaginación". Y de ahí, la revelación
de "la más intensa dimensión de la verdad".
Acerca de lo que podría ser una de las claves más
importante para Mann, Pérez Gay dice: "Para el novelista de La
montaña mágica el momento más estremecedor del
libro es cuando don Quijote rompe de una vez por todas los amarres de la
ilusión realista y hace lo que jamás hicieron Aquiles, Eneas
o Roldán: visitar una imprenta.
"Entra al lugar mismo donde sus hechos se convierten en
objeto, en producto legible. Don Quijote es remitido a su única
realidad: la de la literatura. La lectura es el principio y el fin de esa
aventura, como la de Thomas Mann, que va cruzando el Atlántico acompañado
del ingenioso hidalgo."
Y otra clave fundamental descubierta por Mann a partir
de reflexionar sobre la segunda parte de la novela: la de un personaje
literario que es capaz de vivir "de la fama de su fama" (lograda en la
primera parte). Esto es, dice Mann, "totalmente nuevo y único" en
la historia de la literatura.
Así continuó la travesía de Mann,
del Quijote, de Cervantes y de Pérez Gay, hasta llegar a Nueva York
y a los sueños enigmáticos del primero.
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