México D.F. Miércoles 27 de agosto de 2003
Adaptó para radio una obra de ciencia ficción a la que imprimió auténtico realismo
La cercanía de Marte evoca el pánico colectivo causado por Orson Welles
JUAN JOSE OLIVARES
Uno de los hitos de la leyenda de Marte en la tierra se debió a uno de los genios creativos más influyentes del siglo pasado, Orson Welles. Niño prodigio, que desde sus primeros años mostró inquietudes artísticas, Welles debutó como director teatral a los 16 años y esa vena histriónica lo haría provocar, sin intención, uno de los mayores escándalos mediáticos en la historia. De hecho, su experiencia radiofónica fue más que decisiva para su obra cinematográfica y teatral.
Se dice, incluso, que esa anécdota es más famosa que sus obras y el hecho más interesante es que no fue premeditada. Según el libro Orson Welles, de André Bazin (editorial Paidós), en su apartado Primeras Armas, el teatro y la radio, desde la época del Federal Theatre (iniciativa de la política de Franklin Roosevelt en la que para remediar la crisis teatral se decidió subvencionar en cada estado grupos de teatro, uno de los cuales contó con la mente vanguardista de Welles), Orson era una de las estrellas de la CBS, donde existía la mayor libertad de expresión en el entonces más grande medio de comunicación, la radio.
Welles dirigía una emisión semanal en la que participaba su grupo teatral, el Mercury Theatre. El artista coordinaba adaptaciones de obras clásicas. En una ocasión se le ocurrió adaptar una de ciencia ficción. Pensó primero en La nube púrpura (de Shiel) y El mundo perdido de Conan Doyle, antes de fijarse en La guerra de los mundos, de H. G. Wells.
El tema, sin sentido para la dirección
Pero la dirección de la estación no le encontraba sentido al tema de los marcianos, y el programa estuvo a punto de no ser emitido. Welles decidió, junto con su gente del Mercury, que el único medio de hacer la historia más viva y real era acentuar el realismo de los sucesos actualizándolos. Pasó la noche retocando los detalles de adaptación, dándole autenticidad, ubicando la acción en diversos puntos de Estados Unidos. No obstante, el resultado no les pareció demasiado brillante ni a Welles ni a su equipo.
El 29 de octubre de 1938 sucedió la narración de la llegada de los marcianos. Según el libro de Bazin, si el acontecimiento no hubiese dejado pruebas objetivas y no hubiera sido motivo de estudios científicos por el fenómeno de medios de comunicación más impactante en la historia, costaría creer en su existencia. Primero un locutor anónimo anunció el aterrizaje de marcianos en Nueva Jersey y luego hubo comunicados similares del Departamento del Interior y más tarde del presidente, confirmando o agravando la noticia, que para miles y miles de radioescuchas representaba el fin del mundo por la llegada de alienígenas del planeta más cercano.
Fue la primera muestra de pánico colectivo. La gente huía de la ciudad al campo y viceversa. Familias enteras se aterrorizaron por la llegada de esos seres. Los caminos se llenaron en plena noche por gran cantidad de vehículos. Los curas eran llamados en confesión. Hubo abortos. Heridos en las aglomeraciones. Algunas personas sufrieron síncopes. En los hospitales y centros siquiátricos no se sabía cómo enfrentar la situación. Dice Bazin que en Pittsburgh una mujer prefirió suicidarse que ser violada por los marcianos. Se rezaba en las plazas. Se desató el pillaje en las ciudades medio abandonadas.
Fue, como dijo Hadley Cantril, profesor de sicosociología de la Universidad de Princenton, "la primera manifestación moderna de pánico observada hasta hoy a la luz de materiales de investigación adecuados a los sociólogos".
Desastre o triunfo
Pero mientras Estados Unidos enloquecía y la policía cercaba el estudio de la CBS (la emisora recibió posteriormente cientos de demandas por las víctimas del 30 de octubre), que nunca dejó de recibir llamadas telefónicas, Orson Welles proseguía con su emisión para luego irse al teatro. Sólo al otro día pudo darse cuenta de la magnitud de su desastre, o de su triunfo mayor: ese fin del mundo por la llegada de marcianos.
El fenómeno también puede atribuirse a la época tan sensible que vivía Estados Unidos meses antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial. No tardó en llegar el día en que otro locutor anónimo interrumpiría una emisión de variedades para anunciar que la base naval de Pearl Harbour acababa de ser destruida por los japoneses. Muchos creyeron que también había sido una broma.
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