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México D.F. Viernes 22 de agosto de 2003
NUBARRONES SOBRE CANCUN
En
vísperas de la reunión ministerial de la Organización
Mundial de Comercio (OMC), que tendrá lugar en Cancún del
10 al 14 de septiembre, se multiplica en el mundo el malestar por los procedimientos
antidemocráticos, excluyentes y hasta clandestinos con que se fijan
las reglas de la integración económica planetaria, y se incrementan
las dudas sobre el éxito del encuentro.
Andrew W. Shoyer, ex consejero de la oficina de la Representación
Comercial de Estados Unidos, señaló que no debe esperarse
que en Cancún se concreten acuerdos significativos entre las naciones
desarrolladas y los países pobres, ni avances para eliminar las
restricciones comerciales impuestas por las primeras en detrimento de los
segundos. Esa visión pesimista parece tener más fundamento
que el optimismo de algunos europeos, representado por el ministro de Economía
de Alemania, Wolfgang Clement, quien está convencido de que el foro
a realizarse en el Caribe mexicano será una suerte de panacea para
resolver los injustos e inequitativos términos en los que se desarrollan
los intercambios comerciales, financieros y humanos entre el Norte y el
Sur.
Lori Wallach y Mark Ritchie, líderes de organizaciones
civiles estadunidenses críticas de la globalización corriente,
apuntan por su parte que, aunque la mayor parte de los países miembros
de la OMC están a disgusto con los resultados de ese organismo y
con sus procedimientos de toma de decisiones, ese descontento no se refleja
en los resultados de encuentros como el de Cancún, debido al dominio
de la organización por "un grupillo de países ricos renuentes
a reconocer que el sistema que impera ha fracasado en los países
en vías de desarrollo". Habría que agregar que ese fracaso
no se limita a descomponer indicadores del intercambio global, sino que
se traduce, en países como México, en crecimiento de la pobreza
y la miseria, desempleo, caída de los niveles de vida, desintegración
social, incremento de la delincuencia, postración agraria, crecimiento
del sector informal de la economía y cancelación de las perspectivas
de vida de las generaciones jóvenes.
Pero, previsiblemente, en esos tópicos Cancún
sólo va a ofrecer, a países como el nuestro, más de
lo mismo.
El autoritarismo y el exclusivismo con que ha venido manejándose
la OMC y la negativa de dar plena participación a las naciones pobres
en las decisiones del organismo se reflejan, fuera de él, en la
obsesión por mantener el cónclave a resguardo del escrutinio
y la protesta sociales. Se repiten en Cancún las medidas de seguridad
extremas, e incluso violatorias de garantías individuales como el
libre tránsito y el derecho de reunión, que marcaron encuentros
similares anteriores, y se reproduce también el pánico de
los funcionarios económicos del mundo a enfrentar las movilizaciones
y el repudio de los críticos de la globalización neoliberal
imperante. En esa tónica, el Estado Mayor Presidencial ha ordenado
severas restricciones al ingreso de personas a la zona hotelera de Cancún
y ha decidido colocar el balneario en una condición semejante a
la del estado de sitio. El Instituto Nacional de Migración, por
su parte, restringe y obstaculiza la concurrencia de representantes extranjeros
al foro social paralelo mediante la imposición de formas migratorias
onerosas y de concesión discrecional, como la FM3.
Paradójicamente, a pesar de la hostilidad oficial
y de las restricciones, el foro social promete generar más reflexión,
más resultados y más propuestas que el amurallado encuentro
de ministros y dignatarios. Su realización será, también,
mucho más barata, a pesar de los 100 dólares que costará
a sus participantes extranjeros el documento migratorio.
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