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México D.F. Martes 19 de agosto de 2003
Silvia Ribeiro*
Virgen de Guadalupe SA
La imagen de la Virgen de Guadalupe es, desde junio de
2002, una marca registrada otorgada al ciudadano chino Wu You Lin, que
por 2 mil 400 pesos mexicanos obtuvo el monopolio de uso en sus productos
por diez años, con derecho a licenciarlo a terceros y opción
a renovación. Una verdadera ganga, considerando que, según
informó Rodrigo Vera en Proceso (9/2/2003), la Basílica
de Guadalupe hizo un contrato cediendo el uso exclusivo de la imagen guadalupana
en marzo del mismo año a la empresa transnacional Viotran por 12.5
millones de dólares, válido por cinco años. Claro,
que en ese paquete también se incluyó a San Juan Diego y
se le garantizó a la empresa la "bendición especial" del
rector de la Basílica, Diego Monroy -firmante del contrato-, o de
Norberto Rivera, arzobispo primado de México.
Según
aclaró el director general del Instituto Mexicano de la Propiedad
Industrial (IMPI), "no había sustento jurídico" para negarle
el registro de la marca al comerciante Wu You Lin. Más allá
de que varios juristas mexicanos discuten esta afirmación, es interesante
que el IMPI y las autoridades de la Basílica de Guadalupe parecen
manejar un concepto más laxo de la moral que la propia Organización
Mundial de Comercio (OMC). En ella, en el Acuerdo sobre Derechos de Propiedad
Intelectual relacionadas al Comercio, el artículo 27 (2) dice: "Los
miembros podrán excluir de la patentabilidad las invenciones cuya
explotación comercial en su territorio deba impedirse necesariamente
para proteger el orden público o la moralidad". Pero pareciera que
ni para el IMPI ni para las autoridades de la Basílica de Guadalupe
la venta del uso comercial exclusivo de la Virgen de Guadalupe está
relacionado con ninguna de esas categorías.
Según encuestas, hay en México muchos más
guadalupanos que los que profesan la religión cristiana. No es extraño,
ya que la Virgen de Guadalupe es uno de los sincretismos religiosos indígenas
más extendidos. La mayoría de las culturas indias mexicanas
asocia o reúne en la misma figura a esta virgen con la madre tierra,
Tonantzin, y otras.
Joan Martínez Alier, conocido economista catalán
-referente obligado en temas de economía ecológica-, participó
en septiembre de 2000 en el seminario Biopiratería o bioprospección,
derechos indígenas y campesinos, realizado en México.
En esa ocasión decía: "no es cuestión de traducir
la cultura a dinero. La gente pobre del mundo sabe esto muy bien, y en
su lucha ha tenido que aprender muchos lenguajes: español, inglés
y ahora el lenguaje de la economía y el lenguaje jurídico
de la Constitución, para intentar resguardar sus derechos indígenas.
Además, según la cosmología propia de estas culturas,
la tierra y el subsuelo son sagrados. Es como la Virgen de Guadalupe: si
algo es sagrado no se puede alquilar ni vender a Japón, por ejemplo;
sería un insulto decir a qué precio se vende la Virgen de
Guadalupe o la Bandera nacional. Quizá, si se reconocieran las cosas
consideradas sagradas en el mundo, sería una manera de combatir
la globalización del mercado. Hay cosas que sencillamente no se
pueden vender. El punto central es repensar la inconmensurabilidad de los
valores. No son equiparables los valores económicos con los ecológicos,
o con los de la cultura de la gente o los valores sociales. Así
es como encaja la economía ecológica con la defensa del ecologismo
popular: la gente campesina e indígena que no se dice ecologista,
que no quiere ni usar esa palabra pero que en el fondo son los verdaderos
ecologistas, combaten para mantener los recursos naturales a disposición
de la gente."
A contrapelo de todos ellos, la globalización del
mercado y sus acólitos avanzan bárbaramente, y el ejemplo
que en ese momento causó estupor en el público ahora es una
realidad, al igual que la privatización creciente del agua, los
bosques, la biodiversidad, los recursos genéticos e inclusive los
conocimientos indígenas. Todos los sistemas de propiedad intelectual
son una forma de privatización, de despojo del patrimonio público.
Es parte de la misma esencia vender a la Virgen de Guadalupe,
patentar plantas medicinales y semillas o convertir el cuidado de los bosques
y los suelos en una mercancía que con el malusado nombre de "servicios
ambientales" tambien puede ser comerciada. La OMC lo tiene claro y por
eso ha ido incluyendo todos estos temas en su agenda, en la tarea de redactar
la nueva constitución del mundo mediante sus regulaciones. Obedientes,
los gobiernos e instituciones nacionales se encargan de ir aún más
lejos de lo que se les dicta.
Pero nada de esto son mercancías. Son parte de
las culturas y eso es lo que hay que defender en su integralidad: los derechos
de los pueblos a sus formas diversas de vida y de entender la religiosidad,
así como el derecho a los recursos que cuidaron y desarrollaron
por milenios.
Quizá el ejemplo tan brutal que para la vasta mayoría
de los mexicanos significa hacer una marca registrada de la Virgen de Guadalupe
sea la gota que desborde el vaso, o pronto tendremos que pagar desde el
agua de ese vaso hasta el aire que respiramos, y sólo podrán
vivir los que puedan comprarse ese derecho.
* Investigadora del Grupo ETC
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