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México D.F. Jueves 14 de agosto de 2003
Canal 22 trasmite esta noche La consagración
de la primavera con Valery Gergiev
Una lección de música por televisión
PABLO ESPINOSA
Pocas
obras, dice Valery Gergiev, merecen el reconocimiento cabal de que cambiaron
el rumbo de la historia. Una de esas obras es La consagración
de la primavera, partitura de Igor Stravinsky (1882-1971) que dirige
Gergiev al frente de la Filarmónica de Rotterdam en una producción
especial para televisión, que transmitirá hoy jueves a las
10 de la noche Canal 22.
Valery Gergiev (Moscú, 1953) es una de las batutas
mayores en la actualidad y enarbola con orgullo la mejor tradición
rusa como supremacía artística en cuanto estilo e ideas.
Sus versiones de la producción estética rusa, encabezada
por las obras de Shostakovich y Prokofiev, y su alta credibilidad mundial
desde sus posiciones como director de la insuperable orquesta del Teatro
Marinsky/Kirov y también de la Filarmónica de Rotterdam,
elevan sus bonos, de por sí crecientes, entre la melomanía.
El programa que transmitirá esta noche Canal 22
es una joya. Con el título La consagración de la primavera
con Valery Gergiev se cobija un manantial de maravillas: una interpretación
alucinatoria de esa partitura, una reconstrucción documental del
entorno cultural que la generó, un itinerario entero por la coreografía,
una visita al túnel del tiempo, una serie de pláticas amables
con el propio Stravinsky, todo esto merced a imágenes de archivo
que inclusive documentan el mismísimo escándalo de la noche
del estreno.
Pero eso no es todo. De entre la serie de abalorios y
valores que cobija esta producción televisiva está un regalo
monumental: una amplia lección de música, una extensa clase
de dicción orquestal, una cátedra magistral de lo que es
verdaderamente el arte de la música. Porque todo esto despliega
Valery Gergiev a lo largo de los 50 minutos repartidos entre la ejecución
en vivo, los inserts documentales, las charlas con un entrevistador
invisible, pero sobre todo los amplios segmentos de ensayo de orquesta.
Es en los ensayos de orquesta donde sucede este milagro,
la epifanía, la respuesta a preguntas ancestrales, tan sencillas
como contundentes. ¿Qué es la música? Es conocimiento,
es belleza, es uno de los sentidos de la existencia.
Y esas respuestas se suceden de una manera mágica,
en un procedimiento escolástico gentil: Valery Gergiev da instrucciones
a sus músicos para lograr determinados sonidos, o simplemente los
corrige cuando se equivocan, o sencillamente les transmite una orden, y
de pronto todo se ilumina en el cerebro y en el corazón del televidente,
pues el acto que realiza Valery Gergiev no es otro sino el noble gesto
de compartir/impartir/transmitir conocimientos, que es una manera de pasar
el fuego de una mano a otra, de una persona a otra. Al dar sus órdenes
con
ejemplos, metáforas y otros recursos filosóficos (no olvidemos
que la etimología de la palabra filosofía es amor por el
conocimiento), Valery Gergiev no sólo logra sonidos, no solamente
obtiene una versión orquestal apabullante, sino que logra poner
en materia sus dichos. "Lo grandioso es observar cómo se acciona
el conocimiento en el cerebro y en el corazón", les dice, por ejemplo,
a sus músicos durante el ensayo.
En la pantalla del televisor desfilan durante 50 minutos
las epifanías. Vemos a Igor Stravinsky dirigir Le Sacre,
al Ballet de Maurice Béjart bailar una de las mejores versiones
de la historia (la otra es la original, de Nijinsky y una tercera es la
de Pina Bausch) de una coreografía felizmente visitada y revisitada,
vemos cómo se produce la música en todos sus momentos y vemos
cómo la televisión puede realmente ser cultural porque, entre
otras cosas, este programa comprueba cómo en México NO se
enseña a la gente a escuchar música.
Puede verse este programa exquisito así también,
como una lección de cómo escuchar la música (hay un
libro del compositor Aaron Copland con este título, por cierto,
que viene al caso recomendar: Cómo escuchar la música,
editado por el Fondo de Cultura Económica en su serie Breviarios).
Puede verse esta gema cultural y puede oírse de la misma forma como
se ven y se escuchan las fogatas.
Stravinsky, dice Valery Gergiev, era como una inmensa
llama de sonidos. Por eso es autor de una de las pocas obras que merecen
el reconocimiento cabal de que cambiaron el curso de la historia.
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