.. |
México D.F. Miércoles 13 de agosto de 2003
ARGENTINA: EL TURNO DE LA JUSTICIA
La
institucionalidad democrática argentina vive jornadas históricas
de recuperación de la dignidad, la legalidad y la justicia. Anteayer
el presidente Néstor Kirchner estableció -mediante el decreto
579- la adhesión argentina a la Convención sobre la Imprescriptibilidad
de los Crímenes de Guerra y de Lesa Humanidad, y pidió al
Congreso de su país que se le otorgue rango constitucional a esa
convención. Con ello quedarían descobijados legalmente
los militares asesinos que sumieron en una larga noche de terror al país
sudamericano entre 1976 y 1983, y quienes se vieron beneficiados por las
leyes de Obediencia Debida y Punto Final promulgadas en tiempos de Raúl
Alfonsín y por los indultos presidenciales concedidos posteriormente
por Carlos Saúl Menem.
Pero anoche la Cámara de Diputados de Argentina
fue más allá. No sólo aprobó por unanimidad
la jerarquía constitucional a la Convención de Imprescriptibilidad
de Crímenes de Guerra sino que, tras más de siete horas de
debate, declaró "insanablemente nulas" las aberraciones jurídicas
de Punto Final y Obediencia Debida.
Culmina, de esta forma, el proceso de saneamiento institucional
iniciado con la derogación presidencial, hace dos semanas, del decreto
que prohibía extraditar a los genocidas de la dictadura. Ahora se
abre una perspectiva mucho más saludable que la de enviarlos a tribunales
europeos que desean juzgarlos: procesarlos por sus crímenes en la
propia Argentina, en lo que significaría un pleno restablecimiento
del estado de derecho, roto desde 1976, y un paso trascendente contra la
impunidad de la que han disfrutado los asesinos, secuestradores, torturadores,
robaniños y ladrones de la calaña de Jorge Rafael Videla,
Emilio Massera, Roberto Viola, Leopoldo Fortunato Galtieri, Alfredo Astiz,
Ricardo Miguel Cavallo y muchos otros responsables de decenas de miles
de muertes, de la fractura de centenares de miles de destinos personales,
del sufrimiento, la rabia y la zozobra en que han vivido millones de argentinos.
Ciertamente, ha de esperarse aún el veredicto del
Senado y los vericuetos de la Corte Suprema de Justicia, en la que pareciera
existir el designio de retrasar lo más que se pueda la urgente definición
de Estado a favor o en contra de la impunidad. Pero las decisiones de estos
últimos dos días han generado en la sociedad un entusiasmo
cívico que representa una presión definida e insoslayable
para la clase política, los funcionarios y la judicatura. Expresión
de ese entusiasmo fue el nutrido mitin efectuado ayer a un lado de la Cámara
de Diputados, en el cual se dio seguimiento y saludo a lo que ocurría
en el recinto.
Un hecho que parece menor comparado con los ya referidos,
pero que denota una inequívoca voluntad de impartir justicia ante
los excesos del poder público en el pasado reciente, es el encarcelamiento
de María Julia Alsogaray, secretaria de Recursos Naturales y Medio
Ambiente en los últimos tramos del gobierno menemista, acusada de
peculado, fraude y enriquecimiento ilícito.
Pero, volviendo al cauce abierto ayer para sancionar los
crímenes de lesa humanidad perpetrados en la Argentina de los años
70 y 80, cabe señalar que las medidas justicieras tendrán
repercusión no sólo en esa nación sudamericana, sino
que incidirán positivamente en un ámbito internacional desvirtuado
y enrarecido por el atropello constante al derecho que realiza el gobierno
de Estados Unidos en diversas regiones del mundo. Frente a esa barbarie,
las determinaciones de la Presidencia y de la Cámara de Diputados
de Argentina representan inequívocos aportes de civilización,
legalidad y democracia.
|