México D.F. Domingo 10 de agosto de 2003
Reprocha a las tribus el "ánimo
de linchamiento"
Robles, víctima de secuestro político,
denuncia su equipo
Con la dimisión el PRD "toca fondo": Amalia García
BLANCHE PETRICH
Los allegados a Rosario Robles, ahora ex presidenta del
PRD, le pusieron nombre a los factores que orillaron a la dirigente a una
renuncia que al iniciar esta semana parecía ya conjurada: hablaron
de "secuestro político" de las tribus, de "crisis de hipocresía
y simulación", de "ánimo de linchamiento" que continuó
pese al acuerdo que días antes había tomado el Comité
Ejecutivo Nacional (CEN) de mantener el liderazgo de la ex jefa de Gobierno
del DF.
Eran ya las 8 de la noche y los perredistas, enfrentados
a un recambio de dirigencia forzado, empezaban a cruzar las espadas en
el Consejo Político Nacional. Juan N. Guerra, secretario de asuntos
electorales, quien como el resto del CEN puso su renuncia en la mesa del
consejo, rompió la formalidad del lenguaje político: "¡No
insultemos a nuestra inteligencia, compañeros, no nos hagamos los
inocentes! A las tribus les convenía no pedir la renuncia
de Rosario porque lo que les convenía es una presidenta débil."
Refirió que cuando el 8 de julio Robles presentó
su renuncia ante el CEN, le dijeron: "Sosténte, Rosario". Pero,
acusó Guerra, por debajo de la mesa siguió el golpeteo: que
no llegó a 20 por ciento de votos, que tiene una deuda de más
de 600 millones de pesos.
Rosario se había puesto la soga al cuello al prometer
que abandonaría la presidencia del PRD si el partido no superaba
el 20 por ciento en la elección del 6 de julio. Y logró zafarse
de ese compromiso. Pero pronto apareció un bache aun mayor, un informe
todavía parcial e inconcluso respecto al sobrejercicio presupuestal
durante su gestión, con una deuda que, se presume, podría
superar los 600 millones de pesos. No es, todavía, el informe final
y redondeado del Organo de Fiscalización que preside Ricardo García
Sainz.
Y Guerra acusó: "El que filtró esa información
es un cobarde".
La enésima pelea interna del PRD llegaba a su apogeo.
Maniatada no puedo dirigir: Robles
La
cita era a las 10 de la mañana, pero el consejo empezó casi
a mediodía, cuando Rosario Robles ingresó al salón
de un céntrico hotel, con clima de refrigerador, escoltada por su
círculo más cercano: Ramón Sosamontes y Juan Guerra
a su espalda, el novel diputado Inti Muñoz abriendo camino, su hija
Mariana y Maru López Brun, secretaria de Finanzas y parte de su
inseparable staff.
Amalia García había madrugado y reiteraba:
"No venimos por la renuncia de Rosario. No es tema de este consejo". No
daba señales de estar sobreaviso de la decisión que ya había
sido tomada.
En el centro, en una hilera, objeto de todas las consultas,
tres figuras que sin pretenderlo estaban en el centro del debate de fondo:
Ricardo García Sainz y Carlos Payán, integrantes del órgano
fiscalizador que ha señalado el sobregiro en las finanzas, y Samuel
del Villar, autor de ese informe de la Comisión de Legalidad y Transparencia
que recomendaba, hace ya un año, repetir la elección interna
que a todas luces había sido irregular. La basura que entonces se
escondió debajo de la alfombra ahora volvía a salir.
Cuando la presidenta tomó la palabra, frágil
el tradicional temple con que enfrenta sus momentos difíciles, sorprendió
a algunos: "No lo he consultado a mis amigos y amigas. Espero que me entiendan.
No podía ser de otra manera". Se desencadenaba la crisis inevitable,
una nueva batalla por la sucesión, el desfile de nombres de presidenciables
en los pasillos -que si Leonel Godoy, que si Alejandro Encinas, que si
Carlos Payán, que si Carlos Navarrete-, y nuevamente la oferta y
demanda de lealtades ante los jefes de las corrientes que, a decir de Inti
Muñoz, han desplazado a los dirigentes y representantes institucionales
de la toma de decisiones en el PRD.
Tenemos problemas y capacidad para resolverlos: Pablo
Gómez
La sesión se reanudó hasta las 7 de la tarde.
Con sentido táctico, Amalia García respondió al flechazo
del discurso de Robles, cuando dijo que ella había recibido un partido
fragmentado y paralizado. La ahora diputada electa respondió: "Con
la renuncia de Rosario la crisis está tocando fondo, estamos llegando
al límite. El partido demanda información y transparencia
al interior."
Previendo la lucha por venir, Pablo Gómez, próximo
coordinador de la fracción en la Cámara de Diputados, advirtió:
"Si seguimos desgarrándonos las vestiduras vamos a salir desnudos
de aquí, vamos a dar un triste espectáculo para un país
que está esperando que se resuelvan, no que se agraven sus problemas.
Tenemos que salir de aquí diciéndole al país: sí,
tenemos problemas pero tenemos capacidad para resolverlos".
Gómez se preguntó si alguna vez el PRD podrá
dejar de ser "objeto de la constante disputa entre sus propios militantes".
A partir de ese momento planeó sobre varios de
los discursos aquel empolvado informe de Samuel del Villar, ahí
presente, sobre las impresentables elecciones internas de 2002.
El Informe del Villar, de nuevo
Ramón Sosamontes, Javier Hidalgo, Mario Saucedo,
Inti Muñoz y varios más exigieron que se diera cauce al contenido
de esa resolución de la Comisión de Legalidad y Transparencia,
que advertía que la elección de la dirigencia era ilegal,
ilegítima y "muy parecida" a las prácticas priístas
que el perredismo combatía históricamente.
También fue objeto de duras críticas el
sistema de tribus. "Las corrientes -dijo Sosamontes- toman decisiones
al margen de los acuerdos y de las sociedades en sus respectivos estados.
Por eso nos va como nos va".
El oaxaqueño Héctor Sánchez también
habló de las patadas bajo la mesa que detonaron la renuncia de Robles:
"Nos dicen que Rosario renunció porque fue víctima de un
secuestro político. ¿Por qué nos lo dicen hasta hoy?
Porque así convenía a los intereses de quienes en su momento
lo callaron".
Mario Saucedo, secretario de Relaciones Internacionales
y dirigente de la corriente de los Cívicos, profundizó
en la crítica: "La renuncia es reflejo de una crisis interna y de
un estilo personalista que ha predominado en la historia del partido por
encima de la institucionalidad. Se exige democracia y transparencia y se
cobija la corrupción. Se requiere una revolución cultural
donde lo central sea el combate contra la corrupción y la ilegalidad".
Los dardos contra las corrientes no quedaron sin contraofensiva.
Jesús Zambrano, en nombre de Nueva Izquierda, respondió
a Juan Guerra: "Rechazo la irrespetuosa comparación de las tribus
con mafias. Que se revisen nuestras declaraciones de las últimas
semanas, para ver si fuimos nosotros los que pretendimos minar los acuerdos.
La renuncia nos toma por sorpresa. No compartimos la decisión, no
la buscamos".
|