México D.F. Miércoles 6 de agosto de 2003
Busca imponer un modelo neomonárquico: oposición
El presidente de Azerbaiyán nombra primer ministro a su hijo Ilham
JUAN PABLO DUCH CORRESPONSAL
Moscu, 5 de agosto. Para que todo quede en familia, y no es poca cosa cuando se trata de conservar el control absoluto sobre las riquezas naturales de un país petrolero del mar Caspio, el presidente de Azerbaiyán, Heidar Aliyev, internado en un hospital militar de Turquía durante ya casi un mes tras sufrir la enésima crisis cardiaca, designó como nuevo primer ministro a su hijo, Ilham.
Por supuesto, los diputados del Milli Medjlis, un Parlamento decorativo, ratificaron la decisión del postrado presidente.
La hábil maniobra, calificada por un vocero de la diezmada oposición de "nuevo intento de imponer en Azerbaiyán un modelo neomonárquico", persigue un solo objetivo: perpetuar en el poder a la dinastía Aliyev, cuyo octogenario patriarca gobierna esa antigua república soviética del Cáucaso desde 1969, año en que recibió la bendición del Kremlin para asumir el máximo cargo en el Partido Comunista de Azerbaiyán.
Poco más de 30 años después, todo indica que se agotó la capacidad de Aliyev padre de servir a su pueblo, al tiempo que un alto porcentaje de los azerbaiyanos sigue sumido en la miseria y, para evitar el castigo adicional de la represión, finge que idolatra al anciano caudillo.
La celeridad con que se colocó a Ilham Aliyev en la segunda posición de la jerarquía azerbaiyana, además de ser parte de un largamente esperado movimiento de intención sucesoria, sugiere un serio deterioro de la salud de Heidar Aliyev, curtido en mil intrigas palaciegas que le han permitido retener las riendas del país durante tanto tiempo, salvo el breve periodo en que Mijail Gorbachov pretendió jubilarlo hasta que la disolución de la URSS, proclamada la independencia de Azerbaiyán, le facilitó el retorno triunfal al poder.
Los diputados suspendieron su receso vacacional para legitimar, en una sesión extraordinaria, el nombramiento de Aliyev hijo, quien como primer ministro se convertiría en jefe de Estado interino, en caso de que el presidente, Aliyev padre, no pueda seguir ejerciendo sus facultades.
Así lo establece una enmienda a la Constitución aprobada el año pasado en un controvertido referéndum y que se tenía guardada como as en la manga para una situación de urgencia. Al parecer, la recaída de Aliyev padre, a quien su colega georgiano, Eduard Shevardnadze, llegó a dar por difunto la semana pasada al apresurarse a externar sus condolencias, acelera los tiempos de la sucesión azerbaiyana.
Nunca, hasta ahora, se había percibido como inminente la posibilidad de que pudiera aplicarse la enmienda dinástica por cualquiera de los dos causales que asegurarían la permanencia en el poder del clan Aliyev: la renuncia o el fallecimiento del patriarca.
Es probable que pronto haya relevo en la cúpula de Azerbaiyán y, por una u otra razón, igual ya no será necesario representar el espectáculo programado para el próximo 15 de octubre: los Aliyev, padre e hijo, están registrados como candidatos en las elecciones presidenciales, previstas para ese día y concebidas como un simulacro de competencia en las urnas.
Se daba por descontado que, en una votación marcada por el fraude y la intimidación a los electores, el sello de cuantos comicios recientes ha habido en Azerbaiyán, ganaría cualquiera de los dos Aliyev, en el entendido de que el padre o el hijo declinaría en el último momento en favor del otro.
Los precarios éxitos de la democracia en Azerbaiyán causaron alarma en Washington, que no dudó en lamentar -a través del vocero del Departamento de Estado- las irregularidades en el referéndum constitucional.
"Nos preocupa mucho que este referéndum (...) aportó poco para avanzar en la democratización o en sentar las bases que permitan hacer que las elecciones presidenciales en el otoño de 2003 se correspondan con los estándares internacionales", dijo Richard Boucher el 26 de agosto de 2002.
Apenas un año más tarde, el mismo Departamento de Estado comentó así la consecuencia derivada de dicho referéndum: "El nombramiento de Ilham Aliyev, hijo del presidente de Azerbaiyán, tiene sólido sustento en la Constitución de Azerbaiyán. Esperamos trabajar con el primer ministro Aliyev en una amplia gama de asuntos para impulsar la relación bilateral", afirmó ayer Philip Reeker, el vocero adjunto.
Y para cerrar con broche de oro (oro negro, sería más preciso), Estados Unidos espera que Aliyev hijo "va a trabajar en beneficio de las reformas económicas y democráticas, incluyendo la creación de un ambiente que mejore el proceso electoral de este otoño".
La desmemoria de la oficina diplomática de Estados Unidos, tan dado a calificar la situación de los derechos humanos en otros países, menos el suyo, tiene una explicación sencilla: entre la condena y el espaldarazo al clan Aliyev, media el arreglo de las controversias para instrumentar el oleoducto Bakú-Tbilisi-Ceyhan.
Este proyecto, que promete ingentes ganancias y tiene además dos metas estratégicas para la región del Caspio -minimizar la importancia de Irán como exportador de hidrocarburos y reducir la dependencia de los países del Cáucaso y Asia central respecto de los ductos de Rusia-, es fruto de la negociación que sostuvo Ilham Aliyev, a la sazón vicepresidente de Socar, la Compañía Nacional del Petróleo de Azerbaiyán, con el representante legal del grupo de grandes trasnacionales del petróleo dispuestas a invertir, James Baker, ex secretario de Estado y cabildero prominente de otro clan, la dinastía Bush.
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