México D.F. Domingo 27 de julio de 2003
Ayer, la conmemoración del 50 aniversario
del asalto al cuartel Moncada
Escasa, la presencia de la izquierda política
en la movilización por Cuba
Quizá los antiguos militantes ya no marchan porque
se han derechizado: Marco Rascón
MIREYA CUELLAR
La izquierda política ya no marcha. Cuando menos
no para festejar el 50 aniversario del asalto al cuartel Moncada, acto
que marcó el inicio de la revolución cubana, ese sueño
que hizo latir el corazón de la izquierda mexicana durante décadas.
Quizá ya no es políticamente correcto salir a marchar por
la isla caribeña o por esas causas que, desde una posición
en el Congreso de la Unión o en algún gobierno, a muchos
hoy les parecen demodé. A saber.
Pero
lo cierto es que la descubierta de la marcha que partió del Hemiciclo
a Juárez a la embajada de Estados Unidos fue encabezada por el Movimiento
Mexicano de Solidaridad con Cuba y el Sindicato Unico de Trabajadores de
Fibras Sintéticas SA de CV (Fisasa).
Atrás de ellos, los padres de familia de estudiantes
mexicanos de medicina becados en Cuba. "Reciben educación, alojamiento
y todos los alimentos gratis, así que estamos muy agradecidos con
el gobierno cubano", explica uno de ellos, haciendo un receso en la porra:
"¡Cuba, sí! ¡Yanquis, nooo!"
Sería truco mercadológico o solidaridad,
pero en algunos puestos ambulantes que se ubican frente a la Alameda, sus
propietarios hicieron sonar a todo volumen a Carlos Puebla: "Aquí
se queda la clara/ la entrañable transparencia/ de tu querida presencia/
comandaaante ¡Che! Guevara..." Como fuera, daba ambiente a una marcha
en la que el contingente más grande fue el del Frente Popular Francisco
Villa Independiente (¿independiente de qué?, pues del Partido
de la Revolución Democrática (PRD), que también tiene
uno).
El Frente de Sindicatos de Organizaciones Democráticas
de Oaxaca, un contingente de estudiantes de la Facultad de Filosofía
y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México -no
más de 15-, el Partido Comunista Marxista Leninista de México,
el Bloque de Fuerza Populares, el Movimiento Proletario Independiente,
la Central Unitaria de Trabajadores, y algunas otras delegaciones de grupos
sociales, sólo eran notorias por sus mantas. Los que se presentaban
como comunistas llevaban grandes fotografías de Lenin, Marx, Engels
y Stalin.
Rafael Aguilar Talamantes, que años atrás
fue tutor de algunos connotados perredistas, aprovechó la marcha
para el paseo familiar. Su partido, el Socialista de México, participó
con un pequeño contingente. También andaban por ahí
unos militantes del Partido Comunista Mexicano, que de inmediato se deslindaron
de los leninistas que iban más adelante, y afirmaron: "estamos reconstruyéndonos
y venimos pocos porque no es con marchas y mítines como vamos a
acabar con el imperio".
-¿Y dónde tienen sus oficinas?
-Todavía no tenemos; todas las que fueron de los
comunistas se las quedó el PRD.
Andaba, sí, un grupo de quienes en 1968 participaron
en el movimiento estudiantil. También Marco Rascón y Francisco
Saucedo, cuyo contingente, de no más de 10, con el niño de
Marco incluido, caminaba anónimo, sin manta que los identificara.
Se les sumó el delegado en Tlalpan, Gilberto López y Rivas,
sobre Paseo de la Reforma, a la altura de Lafragua y casi llegando a la
embajada, Camilo Valenzuela. También llegó por ahí
Salvador Martínez della Roca El Pino.
Para
Marco Rascón la izquierda partidista ya no marcha porque "se ha
derechizado". No lo hace ya no digamos por Cuba, por nada, expresó.
Tampoco contra la guerra en Irak. "Será porque se ha vuelto muy
institucional", diría después Camilo Valenzuela, representante
suplente del PRD en el Instituto Federal Electoral, cuando el mitin casi
terminaba y no aparecían las conocidas consignas con carga ideológica.
A lo largo de la marcha las porras que se imponían
eran las de los panchos villas. "¡Esos son, esos son, los
que chingan la nación!", gritaron frente al edificio del Sistema
de Administración Tributaria. El resto, fueron mentadas. Un grupo
de jóvenes, varones y mujeres, todos vestidos de negro, con pancartas
realizadas sobre cartulina negra y pearcing por toda la cara, se
divirtieron pegando una bandera de Cuba en todas las estatuas que encontraron
sobre Paseo de la Reforma. Dejaron a algunos de los próceres muy
formalitos con su bandera perfectamente colocada en las manos, pero a otros
no. Y es que a la hora de decidir ¿dónde se la pongo?, alguien
respondía "en la vaina, güey?" Realizada la travesura más
rápido de lo que se los cuento, todos soltaban la carcajada y salían
corriendo.
No son más de 3 mil 500 los marchistas. Así
que muy rápido llegan a la embajada. Ahí, se apoderan de
los dos carriles -caminaron sólo por uno- y cierran la avenida.
Empieza el mitin sin oradores estelares. "Estamos aquí para respaldar
a Cuba, para decir a los yanquis que Cuba no está sola".
Llegan los saludos a la marcha y al pueblo cubano; del
Sindicato de Taquilleras del Metro, de muchos colectivos y redes, y un
muy formal saludo, en formato de comunicado de prensa, de la Secretaría
de Relaciones Internacionales del PRD. Y la rechifla. "¡Respeto!",
exige el orador en turno.
En la melosa sinfonía de la globalización
-se comenta desde el templete- Cuba es una escuela de dignidad y soberanía,
el último asidero que muchos han olvidado gracias al subsidio oficial.
Quien sabe por qué, pero un viejito -que se acerca para que le escriba
un saludo al pueblo cubano de un grupo de ex braceros, mismo que entrega
al orador- usa una camiseta de amarillo intenso con el logotipo del PRD,
pero al revés.
No parecen ser tiempos de discursos o consignas profundas
entre la izquierda social que sale a marchar. Pero, como diría con
nostalgia un viejo militante de mítines y marchas en causas de izquierda
que apareció por ahí: "los tiempos cambian". Y vaya que cambian,
diría un asiduo del lugar común. Desde la patrulla que conduce
una rechoncha mujer policía -está sonando el claxon porque
quiere pasar- un espantoso hombre verde lo vigila todo. Es el mismo que
nos mira desde los espectaculares del periférico. Es Hulk.
Va colocado en el tablero del auto, en el sitio donde antes taxistas y
patrulleros llevaban su imagen de San Judas Tadeo o la mismísima
Virgen de Guadalupe.
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