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México D.F. Lunes 21 de julio de 2003
Herrerías lo vetó aquí
Felipe González, exiliado en España
LUMBRERA CHICO
Por donde quiera que se le vea, el nombre de Rafael Herrerías es sinónimo de congoja y desdicha para quienes viven de la fiesta del toro. Ante la crisis de la Monumental Plaza Muerta (antes México), donde este año no habrá temporada baja o de novilladas, y tampoco, muy probablemente, la tradicional serie de corridas de otoño e invierno, algunos espacios periodísticos de la capital del país han comenzado a despedir a sus colaboradores: aquellos que por quedar bien con el cacique de Mixcoac nunca abordaron los únicos temas que hoy son noticia en el planeta de los astados, es decir, las tropelías y abusos del amo caído en desgracia.
Mientras aquí los últimos fieles del "mandón" de Insurgentes intentan presionar a las autoridades del Gobierno del Distrito Federal para que se dé una solución, "pero ya" (tal es el reclamo), a la parálisis de actividades, desde España el periodista Heriberto Murrieta cuenta una historia que debería mover a la reflexión a quienes, en los diversos cotarros de la pachanga taurina, continúan unidos ciegamente al que se creía invencible.
Ocurre que el excelente subalterno llamado Felipe González, hasta hace no mucho presidente de la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros, ha tenido que irse a vivir en la pequeña y castellana ciudad de Alicante, no lejos de Madrid, para ganarse la vida como oficial en la modesta carpintería de los hermanos de su esposa. "Lo hago para pagarle a mi hija la universidad", confesó el magnífico rehiletero.
La causa de su autoexilio es la pugna que sostuvo con Herrerías cuando era lider de su gremio. El sedicente "empresario" adeudaba una serie de prestaciones a la unión y Felipe trató por todos los medios de cobrárselas. En represalia, Herrerías lo vetó, prohibiéndole actuar en corridas importantes bajo las órdenes de Julián López El Juli o de Joselito. Pero mientras lo asfixiaba económicamente, comenzó a esparcir rumores con el objetivo de poner en entredicho su honorabilidad como administrador del patrimonio común de sus colegas. Estos cayeron en la trampa y lo desconocieron, como ahora se queja el subalterno desde la península ibérica, "dándome la espalda".
González es padre de dos niñas, una de 20 y otra de 14 años de edad, a quienes ha encaminado en la vida por la ruta de la formación académica. Su última actuación en suelo mexicano fue el pasado 20 de abril en la plaza de Aguascalientes, tras la cual comprendió que su porvenir como profesional de la lidia se había terminado, a menos que Herrerías sea depuesto y ceda su lugar a un promotor de verdad, ansioso y deseoso de hacer fiesta, sacar nuevas figuras y velar por los intereses de quienes apostaron todo por el beneficio de la tauromaquia.
En su entrevista con Murrieta, González reveló que había escrito una carta a Alejandro Encinas, secretario de Gobierno del Distrito Federal, para exponerle su dramática situación y exhortarlo a que se mantenga firme ante las inaceptables peticiones de Herrerías, quien insiste en reformar el Reglamento Taurino para adecuarlo a su caprichosa interpretación de la legalidad, anulando el estado de derecho en la plaza.
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