Iván Restrepo

Promesas y realidad forestal

En semanas recientes diversas instancias oficiales recordaron a la ciudadanía la enorme importancia que tienen los árboles para el desarrollo del país. Por principio, la Comisión Nacional Forestal hizo público su balance sobre los incendios forestales durante la pasada temporada de secas en la que resultaron afectadas unas 270 mil hectáreas, el doble de la superficie del año anterior.

Alrededor de 100 mil hectáreas corresponden a zonas arboladas, en especial bosques templados y selvas tropicales. Entre las causas de los incendios, la comisión destaca condiciones climáticas atípicas, en especial altas temperaturas, a lo que se agregó en algunos estados la presencia de material combustible dejado por los huracanes Isidore y Kena, que asolaron la península de Yucatán y la costa del Pacífico, respectivamente. Estados como Oaxaca, Guerrero, Chiapas, Campeche y Michoacán perdieron extensas áreas arboladas.

Lo novedoso del balance es que por primera vez las autoridades hicieron una autocrítica de su labor. El ingeniero Alberto Cárdenas González, director de la citada comisión forestal, dijo que no se cumplió la meta fijada por el presidente Fox: disminuir en 15 por ciento la superficie afectada por el fuego en este año. La tendencia no pudo revertirse y, por el contrario, las cosas salieron muy mal.

Otra crítica tiene que ver con el enfoque para combatir los incendios. Cárdenas González reconoció erróneo seguir dedicando 85 por ciento del presupuesto a las tareas para apagar el fuego, mientras el 15 por ciento restante va a labores de prevención.

En varias ocasiones hemos criticado aquí la estrategia de tapar el pozo cuando el niño ya se ahogó. Finalmente las autoridades están reconociendo que el esfuerzo mayor debe ir a las políticas de prevención y prometen priorizar el trabajo con la población rural, el equipamiento de las brigadas y evitar que por prácticas agrícolas tradicionales mal supervisadas se destruyan zonas arboladas durante la época de seca. Es el caso de la roza-tumba-quema que utilizan los campesinos antes de la siembra, y que por descuido causa muchos incendios.

Otros recordatorios se dieron con motivo del Día del Arbol. La misma comisión anunció que este año se plantarán en el país más de 200 millones de árboles en 170 mil hectáreas. Si bien se sembrarán 50 mil hectáreas menos que el año anterior, en cambio anunciaron mejores sistemas de protección y mantenimiento con el objeto de que sobrevivan más arbolitos. Lo común es que no lleguen a la edad adulta las dos terceras partes, y a veces mucho menos, de los que se plantan. La experiencia muestra que lo importante no es reforestar extensas áreas, sino que sobrevivan más árboles gracias a que sean plantadas variedades en buen estado, nativas de la zona y con la participación activa de la población a través de los años. Pero la reforestación poco sirve si al mismo tiempo no se reduce la tala, que sigue viento en popa: por cada nuevo árbol plantado que sobrevive, cinco se pierden por la acción de los talamontes, la expansión de la frontera agrícola y los narcos.

En la tarea de aumentar la cubierta forestal del país destacan los programas en 50 montañas, ecosistemas de suma importancia y seriamente deteriorados, pese a que son fábricas de agua irremplazables y albergue de una rica e importante biodiversidad.

A lo anterior se suma el programa de las autoridades de la ciudad de México para plantar 10 millones de árboles, 80 por ciento de los cuales estarán en la zona rural y el porcentaje restante en la urbana. Las especies serán de acuerdo con cada área citadina, tipo de suelo y clima, para no repetir los errores que tanto han costado. También se espera evitar la deforestación por la expansión de la mancha urbana hacia las áreas de reserva ecológica, y en tres años más reconvertir 2 mil hectáreas de suelo agrícola a forestal. En fin, han sido días de anuncios llenos de optimismo y de autocrítica en torno a la forma de combatir los incendios forestales y realizar la reforestación.

Pronto sabremos si cumplen lo prometido, pero mientras, nadie en el gobierno se atreve a anunciar que se acabará con la destrucción anual de 600 mil hectáreas de selvas y bosques.