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México D.F. Sábado 12 de julio de 2003
Real de Catorce presenta hoy su disco en el
Hard Rock Live; grabarán su DVD en vivo
José Cruz: en Voy a morir tocamos la
parte depresiva del ser, su sombra
En este álbum encrudecimos nuestro blues
para que pegue entre el corazón y el abdomen, dice el vocalista
Lamenta que a la cultura se le esté matando lentamente
PATRICIA PEÑALOZA ESPECIAL
En su décimo disco, Voy a morir (2002),
Real de Catorce, una de las pocas bandas mexicanas que ha sabido tomar
la esencia del blues para darle un toque de identidad nacional, ofrece
un sonido crudo, basado más en la fuerza expresiva que en el garigoleo
instrumental. Así lo refiere su vocalista y compositor central,
José Cruz, quien este sábado presidirá al frente de
su ahora cuarteto, un concierto en el Hard Rock Live, con dos propósitos:
mostrar al público su nueva alineación y sonido, y grabar
un video en directo a ser editado en dvd.
Aunque tras 18 años de carrera Real de Catorce
ha cambiado mucho de integrantes, ha sabido mantener su esencia, basada
en la fusión de un ritmo afroamericano como lo es el blues, con
una lírica inspirada en la cultura mexicana. Asimismo, ha sabido
mantenerse en el gusto de un público devoto, aun al margen de la
maquinaria mercadotécnica. Orgulloso de su independencia creativa
y discográfica, habla Cruz sobre el espíritu de su producción
reciente y el nuevo sonido del Real de Catorce en vivo.
''Vida y muerte, dualidad inseparable''
"El
discurso literario de las canciones de Voy a morir toca la parte
del ser humano que llamamos 'depresiva', y que los chamanes huicholes llaman
'la sombra': 'estás viviendo o pisando tu sombra', dicen ellos cuando
pasas un momento difícil en el que se te revelan tus demonios y
fantasmas, que sin embargo es importante que lo vivas, pues te ayuda a
ver el lado luminoso, por contraste. Así yo lo viví. Pasé
una etapa difícil, emocionalmente hablando, pero la asumí
de manera valiente. El trabajo musical tenía que ser acorde con
esa intensidad. Por eso en los arreglos usamos muchas voces: tímbricamente
tienden a la tensión, mientras las melodías enfatizan la
parte dramática; por eso aparece un violín y un piano muy
estridentes. Pero el violín sólo en la grabación,
pues nuestro anterior violinista, Carlos Torres, ya no está con
nosotros. Regresamos a la formación básica de cuatro integrantes:
Fernando Abrego en batería, Julio Zea en la guitarra y el más
reciente, ex integrante de Años Blues, quien debutará el
sábado en vivo, Salvador Arceo en el bajo. Yo estoy en guitarra,
voz y armónica".
En cuanto a la muerte como referencia total, dice: "Aceptamos
la muerte como aceptamos la vida. Y a la vida la entendemos como aliento
creativo. Sin creación, la vida no vale. Podemos hablar de la muerte
física o la de los viejos conceptos. La muerte es también
acceso a lo nuevo, al renacimiento, a haber pasado un estrecho pasadizo
y de pronto encontrarse en una habitación amplia y abierta. Eso,
entendido tanto dentro de nuestra existencia como dentro del blues, nos
permite ser emocionalmente ricos y sensibles: tomar la muerte como una
propuesta de vida; vida y muerte, dualidad inseparable: dos lados de una
misma moneda. Voy a morir es tener conciencia de la muerte".
-En vivo, ¿cómo hacen participar de esa
sensación al público?
-Tocando con mucha vitalidad. Tras grabar el disco hicimos
el ejercicio de conectarnos con nuestra parte más viva para transmitir
eso con los sonidos y el movimiento energético de los músicos.
Tratamos de estar bien plantados en el escenario, eso es lo que la gente
va a apreciar: la confianza, la capacidad de confiar en el riesgo, de generar
un sonido que no nos dé miedo. Esto se traduce en un sonido austero,
en guitarra y armónica hacemos melodías sobrias, definidas,
lo que genera claridad. Menos garigoleo que cuando estaba el violín.
Es más directo, no hay duda ni incertidumbre. El bajo suena más
gordo y la batería más precisa, menos jazzeada, estos dos
instrumentos tienen más presencia en el actual sonido, al cual encrudecimos
para que pegue entre el corazón y el abdomen. Las guitarras tienen
un sonido básico de menor impacto, con menos solos y fraseos, y
más frases rudas de blues. Hay más armónica. En total
es un sonido más rústico sin dejar de ser contemporáneo,
que trata de comunicar el momento en que estamos: saliendo de la sombra
para llegar a la luminosidad.
''Nuestro paso es la canción''
Sobre su ubicación en un medio donde lo comercial
quita espacios a lo genuino, señaló: "Tratamos de ser congruentes.
Nuestras palabras favoritas son: valentía, coraje y constancia.
Quien no tenga estas cualidades no puede estar en Real de Catorce. En mis
letras hay una crítica que creo necesaria como ejercicio de salud
mental y espiritual, para afirmarnos. No podemos morirnos de modo chafa,
tal y como está muriendo el mercado actual, sería darnos
por vencidos. Somos conscientes de que nuestro trabajo es difícil,
pero también de que el mercado se está cayendo; a la cultura
de este país la están matando lentamente".
"Veo a Real de Catorce como un grupo exitoso, un proyecto
para poder vivir dignamente de la imaginación y las ideas. Nos asumimos
parte de esa sociedad civil que logra cosas cuando se organiza y reclama.
Hacemos con nuestra música un ejercicio crítico para no caer
en el aislamiento, que no es lo mismo que la independencia, ésta
implica tomar decisiones que ayuden a definir pasos concretos a seguir.
Nuestro paso es la canción: es nuestra respuesta a lo que sucede."
La idea fundamental del concierto de hoy en el Hard Rock
Live, precisa, es presentar su nueva alineación y sonido, y plasmar
en imagen la energía que genera el grupo en directo. El repertorio
irá de su reciente disco a sus temas más representativos,
con la presencia del saxofonista Ernesto Martínez como invitado,
y del videoasta Christian Calónico en la filmación. "Quien
vaya, recibirá una ofrenda de la que somos conducto, proveniente
de las culturas ancestrales. Nuestro blues es para que la gente se alimente
de lo que vale la pena de este país. Garantizamos un espectáculo
de calidad", remata Cruz. La cita es hoy en Campos Elíseos 290,
Polanco. 21 horas; entrada: 150 pesos.
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