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México D.F. Viernes 11 de julio de 2003
Leonardo García Tsao
Verde que te quiebro verde
Difícil es acomodar las necesidades del blockbuster
veraniego a las intenciones del cine de autor. En Hulk, su primera
incursión en ese pantanoso terreno, el cineasta taiwanés
Ang Lee ha demostrado hasta qué punto ambas instancias son irreconciliables.
En la enésima adaptación de una historieta
de marca Marvel, debida a la inspiración de Stan Lee (sin parentesco
con el cineasta, claro), el guión de John Turman, Michael France
y James Schamus -colaborador habitual del realizador- intenta desarrollar
el tema recurrente de su filmografía, la influencia de la familia
en la conducta del individuo, en el contexto de un cómic. Así,
narra la infortunada historia de Bruce Banner (Eric Bana), un científico
que, a consecuencia de los experimentos genéticos de su padre David
(Nick Nolte) y una accidental exposición a unos rayos gamma, se
convierte en el epónimo gigante verde cada vez que pierde el control
de su temperamento. Es decir, estamos ante otra variante más del
mito Dr. Jekyll/ Sr. Hyde, donde un lado científico y civilizado
oculta otro bestial.
Eso
resulta en una dicotomía paralela al dilema del protagonista. Durante
buena parte de su metraje, Hulk intenta ser un drama personal. Tanto
Bruce como su ex novia Betty (Jennifer Connelly) sufren sus respectivos
legados paternos. David Banner es la versión negativa del científico
loco, dispuesto a sacrificar a sus seres queridos con tal de lograr sus
objetivos; mientras el padre de ella, el general Ross (Sam Elliott), es
una severa figura castrense -y castrante- que recurre a la fuerza militar
a la menor provocación. Lee va revelando el drama de Bruce mediante
una serie de flashbacks cuyo contenido no merece un tratamiento
así de detallado. A fin de cuentas, el trauma del personaje es tan
unidimensional como el origen de Batman o Supermán. Una historieta
es una historieta, y no se convierte en un complejo estudio de personajes
por el solo hecho de abordarse con solemnidad.
Por otro lado, el lado espectacular también deja
qué desear. Ang Lee ha decidido recurrir a la tecnología
digital para la caracterización de su monstruo y el resultado no
convence. Todavía en penumbra el personaje medio da el gatazo; pero
en las escenas diurnas se ve menos creíble que el ogro Shrek, con
quien comparte la pigmentación. Para ese caso, una alternativa coherente
hubiera sido una película de animación digital como Final
Fantasy (Sakaguchi, Sakakibara; 2001).
Otra gran limitación es que Hulk carece de personalidad
heroica. Aunque los símiles con King Kong y Frankenstein son obvios,
al gigante verde le falta el aliento romántico de ambos: incapaz
de expresar otra emoción que no sea la furia, es simplemente un
monigote encabronado que destruye todo a su paso. (Hasta se extraña
la encarnación televisiva de Lou Ferrigno, con su peluca y camisa
rota.)
Lee ha intentado serle fiel a la gráfica del cómic
y para ello recurre repetidas veces a la pantalla dividida. A diferencia
del empleo imaginativo de un Brian De Palma (o incluso Joel Schumacher,
en Enlace mortal), el efecto sólo distrae y no aporta a la
narrativa. ¿Cuál es el chiste de ver la misma acción
desde tres o cuatro ángulos diferentes?
Quizás el error más grande de Lee y sus
colaboradores fue querer trascender el formato, superar las restricciones
del entretenimiento hollywoodense y no jugar con sus reglas. Según
he comentado, el gran mérito de Bryan Singer, en las dos películas
de X Men, es haber adaptado el cómic en sus propios términos,
con humor pero sin llegar a la parodia condescendiente. Hulk, en
cambio, es una película que no satisface a los seguidores de Lee
ni a los buscadores de emociones baratas.
HULK
D: Ang Lee/ John Turman, Michael France y James Schamus,
basado en los personajes creados por Stan Lee y Jack Kirby/ F. en C: Frederick
Elmes/ M: Danny Elfman/ Ed: Tim Squyres/ I: Eric Bana, Jennifer Connelly,
Sam Elliott, Josh Lucas, Nick Nolte/ P: Good Machine, Marvel Entertainment,
Valhalla Motion Pictures para Universal Pictures. EU, 2002.
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