México D.F. Domingo 8 de junio de 2003
El cineasta asegura que es el modo más
poderoso de hacer una declaración política
Michael Moore, 14 años de luchar, con sentido
del humor, contra el sistema
Su documental Bowling for Columbine ganó
un Oscar y su libro White stupid men es best-seller
CARLOS PRIETO ESPECIAL
"No sé por qué debería sentir pena
por un tipo que lidera el lobby más poderoso de Estados Unidos
y cuyo único propósito es asegurarse de que las personas
pueden tener tantas armas como deseen y disparar tantas balas como sea
posible disparar. Esta gente está mal de la cabeza y hay que frenarla",
dijo el cineasta y documentalista estadunidense Michael Moore, recién
premiado con un Oscar, a propósito de Charlton Heston, actor y presidente
de la Asociación Nacional del Rifle.
El rostro de Moore se ha hecho definitivamente familiar
tras el estreno de Bowling for Columbine (2002), el premiado documental
sobre la venta de armas en Estados Unidos. Tras echar un vistazo al resto
de su producción artística persisten las dudas sobre si se
trata de un militante, un cineasta, un periodista de investigación,
un escritor populista, un humorista, un gamberro o todo a la vez. Lo que
queda claro es que estamos ante un nuevo capítulo de la historia
de las estrategias subversivas dentro del arte popular. Y también
ante una demostración de que intentar cambiar el sistema desde dentro
puede ser un divertido quebradero de cabeza.
Rogelio y yo
"Ya es hora de que nos demos cuenta de que el humor es
el modo más poderoso de hacer una declaración política
y de expresar las cosas que uno quiere decir. Y no se usa lo suficiente,
al menos en Estados Unidos".
Michael Moore es uno de los miembros más ingeniosos
del frente cultural que desde Estados Unidos critica la administración
Bush y, por extensión, las extravagancias del libre mercado. Para
empezar, Moore sabe de lo que habla: hijo de unos obreros de la General
Motors (GM), vio como en 1986 dicha empresa cerraba todas sus fábricas
en su pueblo -Flint, localidad en la que todo dependía directa o
indirectamente de ellas- para trasladar el negocio a México y Asia,
donde la mano de obra es más barata. Afectado por esta "restructuración",
el cineasta, que por aquel entonces era un joven desempleado, decidió
contar con imágenes la historia de la retirada de GM y la consiguiente
desintegración del tejido social de Flint.
Tras tres años de accidentado rodaje con bajo presupuesto
se estrenó el legendario documental Roger and me (1989).
El título hace referencia a Roger Smith, presidente de la GM, a
quien Moore, en un acto que terminaría por convertirse en su seña
de identidad artística, somete a una persecución implacable
por todo el país con la finalidad de preguntarle su opinión
sobre la transformación de Flint en un pueblo fantasma. Mientras
esto ocurre, se suceden los planes de reconversión industrial (léase
reflotación de la moral del pueblo): concursos de belleza, desfiles
de carrozas, construcción de parques temáticos y un largo
etcétera de despropósitos dignos de un capítulo de
Los Simpson... pero en la vida real. También vemos como los
angustiados desempleados se ven abocados a los trabajos más rocambolescos
para poder subsistir (muchos de ellos serán finalmente desalojados
de sus viviendas por no poder afrontar los pagos de los alquileres).
La caja tonta
"Los
ladrones de casas roban 4 billones de dólares al año en Estados
Unidos mientras que el fraude empresarial supone 200 billones anuales".
(Michael Moore justificando su obsesión)
Esta equilibrada mezcla entre periodismo de denuncia y
humor -''como herramienta para iluminar los asuntos que nos preocupan''-
se perfeccionará en los programas de televisión ideados por
el cineasta durante los años 90: TV Nation y The awful
truth. Cuando Moore presentó su proyecto de magazine
humorístico a la NBC no se anduvo por las ramas: su programa, a
diferencia del resto, no "jugará a pretender ser objetivo" sino
que "se pondrá del lado de la clase obrera en su lucha contra las
multinacionales". Como si esta estrategia de confrontación no fuera
suficiente, Moore aplicó a sus acciones televisivas una lógica
"montypythoniana". Ejemplo: "Hola, soy Michael Moore y no me gustan las
alarmas de coche. Suenan toda la noche sin motivo aparente y nadie llama
jamás a la policía. Vemos que, además de ser molestas,
no sirven para nada". ¿La solución? Moore averigua dónde
vive el presidente de Audiovox, empresa líder del sector de las
alarmas en EU, y aparecen una docena de vehículos en las inmediaciones
de su domicilio. A las seis de la mañana hace sonar todas las sirenas.
Segundos después las cámaras nos muestran al mandamás
de Audiovox saliendo de su casa en pijama y echando espuma por la boca.
La policía se presenta en el lugar y amenaza con arrestar al equipo
de filmación por alterar la paz. "¿Y qué pasa con
la paz de los millones de estadunidenses a los que este tipo molesta cada
día?", pregunta Moore a los agentes.
Tratamientos similares fueron aplicados a los líderes
de las industrias del telemarketing, las pastas dentífricas
o la informática (en la puerta de la sede de IBM, Moore, megáfono
en ristre, exige al presidente "que salga a la calle a ver si es capaz
de formatear este disquete"). La cosa se ponía aún más
seria cuando las acciones eran capitaneadas por Cracker: un pollo
de dos metros de alto encargado de combatir el delito de cuello blanco
y a sus aliados. Si bien es cierto que en su asalto a las sedes de empresas
para pedir cuentas Cracker solía ser ignorado -como aquella
memorable ocasión en la que un desbordado Rudolfh Giuliani, alcalde
de Nueva York, repetía nervioso aquello de "yo no hablo con pollos,
y no hablo con pollos"-, la presencia del justiciero animal provocaba estallidos
de gozo entre la población local que se manifestaba a su lado en
sedes de bancos o de compañías financieras.
Morder la mano que te da de comer
"Quiero ver las cosas cambiar antes de morirme. Mi objetivo
es que mi mensaje llegue al mayor número posible de estadunidenses
usando todos los medios a mi alcance. No quiero que mi mensaje sea marginado
ni quiero predicar a los conversos. O sea, que si puedo acceder a la NBC,
mucho mejor".
Con censura o sin ella, ¿no resulta extraño
que este tipo de programas sea emitido por las grandes cadenas? ¿No
estará tirando piedras contra su propio tejado? No exactamente.
Según Moore, mientras sus artefactos culturales den dinero seguirán
interesando a unas compañías que, en todo caso, "están
tan seguras de que la gente no va a tomar parte en su democracia que se
pueden permitir el lujo de poner esto en televisión".
Si bien esta tesis sobre multinacionales "tan cegadas
en su deseo de beneficios" que son capaces de financiar cualquier cosa
puede sonar algo simplista, parece cumplirse a rajatabla en el caso de
Moore, aunque esta relación contra natura no está exenta
de tensiones. En 1998, el escritor aprovechó la gira promocional
de su libro Downsize this por la cadena de librerías Borders
para rodar escenas del documental Big One (1998) en el que, entre
otras cosas, critica la política laboral de... Borders. Random Hoyse,
editora de Downsize this, prefirió mirar hacia otro lado
(el volumen llevaba vendidos 250 mil ejemplares).
Algo similar sucedió el 11 de septiembre de 2001.
Un día antes Moore había publicado el libro White stupid
men, su peculiar ajuste de cuentas contra el presidente "golpista"
Bush. Tras la caída de las Torres Gemelas la empresa editora (Harper
Collins) amenazó a Moore con retirar el libro de la circulación
si no lo modificaba substancialmente (recordemos que en esa época
de extrema intolerancia hacia otras culturas se llegó a vetar la
emisión radiofónica de canciones tan "políticas" como
Caminando como un egipcio de las Bangles por miedo a herir sensibilidades).
El escritor se negó y, antes que la editorial actuara contra el
libro, este se convirtió en best seller, "obligando" a la
empresa a no hacer nada. ¿Cómo son sus libros? Panfletos
satíricos de agitación en la línea de su eléctrico
discurso de "agradecimiento" en la ceremonia de los Oscares tras ser premiado
por Bowling for Columbine.
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