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México D.F. Sábado 24 de mayo de 2003

Jorge Carrillo Olea

Humboldt, Ƒun mexicano olvidado?

Este 22 de mayo se cumplieron 200 años del arribo de Alexander von Humboldt a Acapulco. Es Humboldt uno de los primeros universalistas y una de las cumbres de los legítimos promotores de México, que le dieran presencia global y profundidad enciclopédica aunque los separe una distancia de tres siglos. Los otros serían Hernán Cortés, Bernal Díaz del Castillo y la marquesa de Calderón de la Barca, cada cual en el universo de sus concepciones y de sus tiempos.

Pero Humboldt no merecía nada más un homenaje mexicano. Merecía que se hubiera hecho un homenaje continental, ya que sus trabajos de geógrafo, geólogo, meteorólogo, biólogo, sociólogo y diplomático beneficiaron el conocimiento y proyección de varios países latinoamericanos, Venezuela, Brasil, Colombia, Ecuador, Chile, Perú, y por supuesto México. ƑNo hubiera sido propia la reunión del Grupo de Río en Cuzco para hacerle un homenaje? ƑUna iniciativa mexicana sobre la materia no nos hubiera enaltecido? Honrar, honra, decía José Martí. Pero no estamos acostumbrados a esto.

A su regreso a Europa, en 1807, publicó 30 volúmenes titulados Viaje a las regiones equinocciales del nuevo continente. A esta obra colosal habrían de seguirle Consideraciones sobre la naturaleza en 1808 y Visión de las cordilleras y monumentos de los pueblos indígenas de América.

Sobre México en particular escribió Ensayo político sobre el reino de la Nueva España, texto en el que recogió el resultado de tres años de exploraciones que hoy sorprenden si se tiene en cuenta la incomunicación de aquellos tiempos y la falta de apoyos técnicos o materiales, que el gobierno virreinal nunca le dio, si bien su viaje se inició con apoyo del marqués de Urquijo. En la siguiente década, el imperio español se pulverizó, los más de los países americanos, en una diáspora política increíble, iniciaron la lucha por su libertad. Fue por esto posiblemente que la primera edición en español del libro referido a México se publicara en París hasta 1822.

La descripción que hace de México ilustró no solamente a los extranjeros sino a los propios mexicanos sobre la naturaleza del territorio nacional. A casi también 200 años de su publicación es lectura obligada para estudiantes de enseñanza media, esté o no esté prescrita en los currícula de sus materias.

Hoy, en un mundo en el que se anuncia como inevitable la globalización, reconocer en Humboldt el mérito de la difusión del conocimiento sobre el continente latinoamericano es un deber político, histórico, pero sobre todo de honestidad, es así un promotor del universalismo.

El efecto que sus trabajos tuvieron en Europa se constata por sus reproducciones, al editarse en alemán, francés, inglés y español, y como consecuencia de ello, se daría por primera vez en ese siglo del expansionismo económico, un conocimiento sobre los recursos potenciales del imperio español, que sus todavía poseedores sólo pudieron medir en términos de producción de oro y plata. A los mexicanos nos llevó a mirarnos en el espejo.

Sería imposible desatender la alta posibilidad de que dichos conocimientos despertaran ambiciones en las potencias neocolonialistas que hacían de Africa y Asia sus posesiones. Gran Bretaña y Alemania se interesaron por Argentina y Chile. Portugal dio la independencia a Brasil, pero se fundó un imperio en 1822 que duraría 60 años con un monarca hijo de la casa real portuguesa. Humboldt dio a conocer el guano peruano en Europa, lo que trajo sobre ese país la atención de franceses y alemanes, siendo la causa original de la guerra entre Perú y Chile. México sufrió intentos españoles de reconquista y 50 años después una intervención tripartita. A finales de ese siglo la inversión francesa en todos los órdenes económicos determinó con mucho el perfil de la época.

Lo anterior nunca fue propósito del viajero. El era un científico ampliamente renombrado. América ejercía una fuerte atracción sobre ellos. Después vendría Darwin a transformar con su viaje la concepción del hombre. Ese era el siglo XIX, siglo de eminentes científicos, grandes exploradores y nuevos conquistadores.

La llegada de Humboldt a Acapulco en 1803 era también un fin de viaje, lo había iniciado en 1799. De México marcharía de vuelta a Berlín para trabajar intensamente en la transcripción de sus manuscritos, que por su amplitud puede decirse que le tomaría el resto de su vida, extinguida en 1859.

El espíritu de Humboldt es dos siglos después un claro punto de referencia. Su mensaje político a las viejas colonias asiáticas, africanas o americanas sigue siendo: conózcanse mejor, adviertan el valor de sus recursos en el universo de nuevas guerras imperiales, de condenaciones como "ejes del mal" y de ofrecimientos como los de cuentas y espejos del siglo XV, hoy llamados democracias, la del modelo americano; cultura, la occidental, también llamada moderna, y con ello el olvido de lo propio.

Le debemos a Alejandro von Humboldt un reconocimiento latinoamericano. No se dio en ninguna de las efemérides de los ricos, productivos años que vivió y exploró en otras tierras. En México, oficialmente, lo ignoramos también.

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