México D.F. Jueves 15 de mayo de 2003
Miguel Marín Bosch
Un discurso revelador
Hace 15 días, mientras en muchos países se celebraba el Día del Trabajo, el presidente de Estados Unidos apareció a bordo de un portaviones cerca de San Diego para anunciar que había concluido la fase militar de la invasión de Irak. No fue uno de sus mejores discursos. Para algunos resultó un poco largo y en momentos confuso. Pero no hay duda de que fue significativo, tanto por lo que dijo como por lo que omitió decir.
Ante todo fue un mensaje de agradecimiento a las fuerzas armadas de Estados Unidos y de los otros miembros de la coalición (sólo mencionó al Reino Unido, Australia y Polonia) que contribuyeron con efectivos militares. Congregó a unos 5 mil de ellos en la cubierta del Abraham Lincoln con miras a la campaña para su relección en 2004, en lo que fue un evento coreografiado al estilo Hollywood: el presidente, comandante en jefe de las fuerzas armadas, en su uniforme de piloto militar agradeciendo a sus tropas haber "prevalecido" en Irak (no habló de victoria) y alentándolas a seguir contribuyendo a la lucha contra el terrorismo internacional.
Celebró los avances tecnológicos en materia militar que han reducido a un mínimo las víctimas civiles durante un conflicto y, en referencia a lo sucedido tras la Segunda Guerra Mundial, alabó la "decencia e idealismo" de Estados Unidos, que "convirtió en aliados a nuestros enemigos". ƑSerá éste el destino de Irak?
Habló sobre la amenaza que para Estados Unidos representa el terrorismo internacional. De hecho ese fue el tema central de su discurso. "La batalla de Irak -dijo- es una victoria en la guerra contra el terror que empezó el 11 de septiembre de 2001 y que continúa." Y se detuvo para recordar detalles de los trágicos acontecimientos.
Reconoció que la reconstrucción de Irak será tarea difícil, quizá más complicada aún que la fase militar. No entró en detalles, pero el nombramiento reciente de un civil, el diplomático retirado L. Paul Bremen, es un indicio claro de que con el hasta ahora encargado de la reconstrucción de Irak, el teniente general Jay Garner, y su equipo, no estaban obteniendo los resultados deseados.
Pero hizo caso omiso de algunas cuestiones centrales. No habló de las razones invocadas por la coalición para justificar la invasión de Irak: el supuesto vínculo del régimen de Saddam Hussein con los grupos de Al Qaeda y su supuesto arsenal de armas de destrucción en masa, cuando menos químicas y biológicas. El problema es que nadie ha podido demostrar el vínculo con Al Qaeda y nadie ha encontrado (hasta ahora) armas de destrucción en masa.
No hubo alusión alguna al problema de Medio Oriente salvo en la frase sobre el compromiso de Washington con la libertad en Afganistán, en Irak y "en una Palestina pacífica". Y ahí agregó que "el avance de la libertad es la estrategia más segura para contrarrestar la atracción del terror en el mundo".
No mencionó a España pese a que el presidente de su gobierno es ahora un aliado privilegiado de Estados Unidos, como confirmó su visita reciente a Washington. Tampoco se refirió a Arabia Saudita, de cuyo territorio ha decidido retirar buena parte de sus efectivos militares. No dijo nada de Alemania ni mucho menos de Francia, dos de sus aliados que se opusieron a la aventura de la coalición en Irak.
Peor aún, no hubo una sola mención a Naciones Unidas, cuyo Consejo de Seguridad estuvo discutiendo, a instancias de Estados Unidos, la posibilidad de una acción militar en Irak hasta la víspera de los primeros bombardeos de la coalición el 20 de marzo.
El mensaje del presidente Bush deja entrever cierta satisfacción personal. Confirma que su nueva política de ataques preventivos pasó con éxito su primera prueba. Es más, nadie se opuso a dicha acción militar. No hubo reacción (cuando menos audible) en el Consejo de Seguridad.
Por otro lado, habrá optimistas que dirán que, con lo ocurrido en Irak, Estados Unidos ha instaurado un nuevo sistema de desarme. En menos de un mes hizo desaparecer un régimen político (aunque tarde en sustituirlo) y su aparato militar. Otros dirán que se trata de un experimento cuyo fin es encontrar una fórmula para establecer una sociedad democrática en un país con escasa experiencia en la materia.
Algunos comentaristas estadunidenses se han quejado del uso político que su presidente está haciendo de la guerra contra Irak. A muchos tampoco les gusta que se vista de militar. Pero todo ello no parece afectar a la gran mayoría de los ciudadanos de ese país. Por todos lados y en cualquier pueblo se observan letreros que dicen: "Apoyamos a nuestras tropas" y "Que Dios bendiga a Estados Unidos".
Estados Unidos, cuyos mártires de Chicago dieron en 1886 al movimiento obrero mundial el primero de mayo, decidió en 1894 celebrar su Día del Trabajo cada primer lunes de septiembre. Estados Unidos nunca quiso ingresar a la Sociedad de Naciones, organización ideada por el presidente Wilson tras la Primera Guerra Mundial. Y otro de sus presidentes fue uno de los principales arquitectos de Naciones Unidas, cuya existencia Estados Unidos parece haber decidido ahora ignorar (si nos va bien) o socavar (si nos va mal).
Ex subsecretario de Relaciones Exteriores e investigador de la Universidad Iberoamericana
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