CIUDAD PERDIDA
Miguel Angel Velázquez
El distribuidor vial San Antonio
FUE COMO UN viaje al centro del futuro en un Tsuru blanco, automóvil con poco más de 70 mil kilómetros recorridos que llegó hasta allí, digamos, sin fatiga.
LA VISION DEL lugar parece, también, la panza de un enorme saurio descarnado, el esqueleto de algún animal que escogió morir entre Periférico y Patriotismo, y cuyos huesos son limpiados con cuidado excesivo por un ejército de hombres que a la distancia parecen hormigas afanosas.
EN ESAS ANDA uno cuando un bip, bip, bip, como alarma de camión en reversa, rompe la imaginación. Entonces hay que frotarse los ojos porque lo que ahí viene sola, Ƒsola?, es una enorme mole de cemento de tonelaje incalculable; es una de las trabes que soportarán el peso de los vehículos que circularán por el segundo piso del distribuidor vial San Antonio.
VIENE SOBRE UNA plataforma de llantas muy pequeñas que no tiene cabina ni conductor, es simplemente una plataforma que parece moverse sola. Si se quiere es como la mutación de un ciempiés que ahora carga una inmensa concha. Bueno, así se ve.
LA COSA NO es así, desde luego. Cerca de la plataforma hay un hombre de aspecto rudo que se mira casi ridículo con una pequeña caja colgada a la altura de su estómago. Camina lento, a la misma velocidad de la plataforma que él maneja a control remoto desde la cajita, semejante a los controladores de los juegos de video para niños.
PERO COMO ESTA también es tierra de alucinaciones, cada cual agarra la suya. Unos sacan sus sillas y con toda comodidad se tiran a la distensión que produce lo onírico, porque los ojos se niegan a crer lo que están mirando.
OTROS NADA MAS frenan el ritmo de la cotidianidad y se quedan allí, clavados en el suelo, algunos hasta con la boca abierta en la contemplación absoluta de las tareas de máquinas y hombres que al compás del rugido de motores y martillazos parecen bailar una danza de exactitudes. Nada está fuera de tiempo, nada falla, todo tiene su minuto, su lugar.
Y HAY TAMBIEN otras miradas, las miradas de miedo de quienes viven cerca, junto, por debajo de los puentes que se elevan hasta los 28 metros y que piensan que algún día un automóvil se saldrá de los carriles vehiculares y les caerá sobre la cabeza. Para ellos el sueño es una pesadilla.
NO OBSTANTE, LOS ingenieros de la obra aseguran que la resistencia de los muros de contención son tan fuertes que impedirían que un accidente como el de la pesadilla que temen algunas personas del lugar sucediera. Tal vez falta información a los vecinos, tal vez ellos no creen en eso de los milagros tecnológicos y la pesadilla se ha repetido tantas veces que el miedo es más grande que la razón.
LA COSA ES que dentro de muy poco tiempo, para finales de mayo, el proyecto conocido como el segundo piso del Periférico quedará terminado y despejará el congestionamiento vehicular constante que se crea siempre desde Barranca del Muerto hasta la entrada al viaducto Río Becerra.
PERO SE HACE necesario lanzar una serie de preguntas: Ƒhasta ahí quedará el esfuerzo? ƑVerdad que no? Quizá está no sea la última ni la única obra de este tipo. Ya nos enteraremos.
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