José Cueli
Triunfo de Carlos Fuentes
La Real Maestranza de caballería y la plaza de toros de Sevilla, expresión de robustez, tradición y firmeza, atenuada por finos ajimeses, que rompen la línea y se abren con inesperada gracia, cambiándole el viaje a la arquitectura del lugar, eran uno con el duende de Curro Romero, en su cambiarle el viaje a los toros. Este fue el marco para la continuación de la tradición sevillana de dar inicio, este año con el pregón de Carlos Fuentes, en el teatro Lope de Vega, a las corridas de toros, en el domingo de resurrección. En ese maridaje de religión -con su procesión del silencio- y toreo, sensualizadas por la música y el baile...
En el aire sevillano revolotea aún con mucha fuerza el duende de Curro Romero, quien durante 40 años comenzó la feria en la llamada corrida de Resurrección, con ese toreo tan mágico en el que solía detener el tiempo con su veroniquear de milagrería y en el que por temperamento ofrecía el paisaje de las tierras y el modo de ser de los andaluces. Y es que Curro, šay, mi Curro!, poseía ese rasgo llamado "pellizco", ese "algo" que no es ni técnica ni oficio, ni maestría, y era todo eso y más.
A pesar de que este año el cartel tenía sus atractivos -Ponce, Morante y Juli-, ninguno de los tres tiene ese duende que poseía Curro Romero, y con un estilo más seco y al mismo tiempo gracioso, Rafael de Paula, Morante de la Puebla, que permite paladear un bouquet, asevillanado, no acaba de dar el paso "ese", en que hay que enfrentar al toro, "fuera de sí", y permitir que el cuerpo hable y jugar a la vida-muerte en la relajación total. Un valor que es lo opuesto al de los llamados toreros valientes, siempre tensos, si dejan hablar al cuerpo. Así, sólo los maestros como Enrique Ponce, que basa su línea en el conocimiento de los toros y una suave belleza en su ejecutar, pudo triunfar con los toros de Torrealta, cortando la primera oreja del serial, afirmando su lugar de primera figura del toreo, hoy por hoy.