APRENDER A MORIR
Hernán González G.
Perder un hijo
LEO CONMOVIDO EL sereno artículo del escritor y periodista Guillermo Fárber publicado en Excélsior el viernes 18 de abril, titulado Esteban, nombre de su único hijo varón fallecido en un accidente automovilístico el domingo anterior, a los 25 años de edad.
CONSIDERADA POR MUCHOS tanatólogos como la pérdida más dolorosa, anteponiendo en todo caso la filiación a la calidad de la relación, la muerte de un hijo es tenida también como la más absurda, dado que, al menos en teoría, los viejos deben partir antes que los jóvenes, si bien la muerte nunca ha hecho distingos generacionales.
PERO SI ADEMAS el fallecimiento de un hijo es repentino, inesperado, rebasa inmisericorde los límites del pensamiento y casi cancela toda búsqueda de "sentido" por parte de los inconsolables padres. Y si ese hijo era igualmente un espíritu sensible y un corazón generoso y una personalidad carismática y un estudiante a punto de recibirse...
"Y AHORA NO sé bien qué sigue -añade Fárber en su templada y lúcida consternación-, como dicen los sabios que será la etapa de mi vida que comenzó con tu muerte. Pero no importa demasiado ahora que tú estás a mi lado para irme acompañando de manera sutil en ese sendero inédito. Seguramente seguiré actuando con mis limitaciones de siempre, porque no doy para más; pero ahora seré más valiente ante la vida. Siento que al menos eso te debo."
Y JUNTO A la congoja indecible de los progenitores, el doble, profundo y olvidado duelo de los abuelos, sobre todo cuando tuvieron un trato cercano y cálido con el nieto extinto. Aflicción doble, tanto por la pérdida irreparable de ese nieto cuanto por tener que padecer, impotentes o incluso culposos, el sufrimiento, ese sí inextinguible, de su hija o hijo, nuera o yerno.
"MIL VECES LO oí antes -prosigue el sosegado calvario textual de Fárber-, pero sólo ahora lo creo de verdad: pasaste a mejor vida; de eso no tengo la menor duda. Nos dejas solos, cierto. Te vamos a extrañar, cierto. Pero eso son problemas nuestros, no tuyos. Un antiguo refrán nombra 'elegidos de los dioses' a quienes mueren jóvenes, y tú tenías 25 años."
MAS QUE SUFICIENTES para el aprendizaje y enseñaza precisos de su espíritu al paso por este plano, al decir de quienes no tienen inconveniente en recuperar una liberadora religiosidad laica, con un sentido de trascendencia sin más dogma que la dignificación honesta de lo humano, pues quien se asume como ocupante transitorio de un cuerpo adquiere mayor capacidad para irse o conformarse con sencillez, sin peso excesivo, en despejada disposición-aceptación de "la muerte como consejera", antes que como maldición.
LUEGO DE UN enloquecido por qué, un desafiante para qué, donde esa infernal aflicción consiga volverse gesto motivador y esperanzado, en el que, diría Gurría Urgel, "la muerte sólo es cruel porque le dicen la muerte; dile aurora, y en el acto se tornará refulgente". Esteban nos sigue enseñando.
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