Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 21 de abril de 2003
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Política

Carlos Fazio

Conmoción y catástrofe

Con base en una filosofía violenta de despojo y mentira, Estados Unidos quiere colocar al mundo en un estado de excepción permanente. Con Donald Rumsfeld, Dick Cheney y Paul Wolfowitz a la cabeza, el partido de la guerra ha decidido dominar el orbe por la fuerza. Sueñan con un siglo xxi estadunidense y están dispuestos a modificar el mapa geopolítico de vastas regiones a golpes de Tomahawh, y de una maquinaria propagandista de desinformación. El puñado de poderosos empresarios que rodea a George W. Bush es peligroso, porque su proyecto expansionista de dominación tiene como base una filosofía profunda con décadas de gestación, aún difusa en su forma de manifestarse. Como en el Tercer Reich, el proyecto de dominación estadunidense cuenta con el apoyo de poderosos ejecutivos capitalistas. No hay duda que se trata de una solución extrema ideada en el seno del sistema mercantilista corporativo de nuestros días.

Portadores de una utopía reaccionaria -que en su forma de operar recoge elementos del nazifascismo clásico, incluidos su compulsión muscular y desenfreno homicida- saben que como imperio carecen de legitimidad y están en decadencia. Por eso recurren a la fuerza bruta. A la conmoción y el pavor, como forma de terrorismo de Estado a escala planetaria; como mecanismo sicológico multiplicador, medio oculto tras el caparazón de una propaganda enceguecedora que no logra enmascarar el racismo que subyace en su teoría sobre el choque de civilizaciones. Quieren detener lo inevitable. Lo que Immanuel Wallerstein ha definido como la "decadencia estructural" de Estados Unidos. Saben que en el corto plazo no tienen un oponente armado ni ningún tipo de fuerza capaz de frenarlos. Que como ha quedado probado en el laboratorio iraquí, su poder devastador puede aniquilar un país en unos días. O de minutos si se lo proponen.

Como en la Alemania nazi, echan mano de las teorías fascistas de guerra preventiva y guerra relámpago. Bagdad, Basora, Nasiriya son su Guernica. Allí probaron sus armas de destrucción masiva. Como en la Alemania nazi, cuentan con un sofisticado sistema de propaganda y desinformación -un vasto poder mediático que usa la mentira sin límite para poder dominar a las masas- que mete miedo, paraliza y hace cómplice de la barbarie y del crimen aun a quienes saben que se trata de una falsificación monumental. Como el anuncio del milenio nazi, el siglo xxi americano no es más que un deshonesto truco publicitario. Mucha gente lo sabe. Las multitudinarias manifestaciones son prueba de ello, aunque el rechazo belicista incluye a muchos sectores de la derecha reaccionaria que tienen miedo ante la nueva forma del poder imperial.

La tendencia expansiva fue un elemento sustancial llevado hasta sus últimas consecuencias por el régimen nazi alemán, hasta su catástrofe final el 2 de mayo de 1945. Con nuevas modalidades, la marcha expansiva de Estados Unidos se manifestó antes con Clinton en Europa central y los Balcanes, y ahora en Afganistán e Irak. Ya están en la mira Siria, Irán, Corea del Norte, Colombia, Cuba. El nazismo comenzó proponiéndose romper las cadenas de subordinación que el tratado de Versalles le impuso a Alemania. La expansión territorial constituyó la columna vertebral de su programa internacional, por eso la Alemania nazi abandonó la Liga de las Naciones. Para los ideólogos del imperialismo de hoy no existe marco legal internacional capaz de sujetar su descomunal poder militar. Por eso hicieron a un lado al Consejo de Seguridad de la ONU.

Como dijo de manera premonitoria José Martí, los nuevos amos del universo creen en el derecho bárbaro como único derecho. En la ley del más fuerte. "Esto será nuestro porque lo necesitamos", es su consigna. Y en función de ella han trucado el imperio de la ley por la ley del imperio. La ley del revólver. El nazismo necesitó en su primera etapa de dos elementos claves: el consenso total interno y el dominio más allá de sus fronteras nacionales. El control interno lo obtuvo eliminando físicamente a los enemigos políticos y a las "razas malditas" (judíos, gitanos), y estableciendo un régimen riguroso de terror y de monopolio absoluto de la información. Después de los atentados terroristas del 11/9, la administración Bush ha logrado crear un clima de terror interno y diseñó una Ley Patriótica que convierte a todos en potenciales sospechosos, conspiradores o subversivos.

La expresión más vocinglera del delirio imperial hitleriano fue el anuncio de que la raza aria estaba llamada por el destino a dominar el mundo. Mucho de eso recoge hoy el discurso mesiánico de Bush, abrevando en el destino manifiesto y la doctrina Monroe que tuvieron antes a nuestra América como conejillo de Indias. A la Alemania nazi la expansión duradera le suministró materias primas, productos industriales sin precio y mano de obra esclava. Algo de eso comienza a configurase en Irak bajo ocupación.

La historia ha demostrado que el terror y la fuerza son la ruta directa y segura hacia la catástrofe política. El terror es el recurso máximo para recubrir la realidad conflictiva de una sociedad. Pero cualquiera que sea el origen de esa conflictividad, el terror la hace menos visible pero no la cura. En realidad, la deja intacta o bien le suministra paliativos temporales. Con la fuerza ocurre igual. Ningún imperio logró sobrevivir sólo con base en el poder militar.

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