Quema de Judas
En la Catedral destruyen los siete pecados capitales
ALMA E. MUÑOZ Y JAIME WHALEY
Después que una turba acabó ayer con representaciones de los siete pecados capitales, el sacristán mayor de la Catedral, José de Jesús Aguilar, dijo, consciente de que la personalidad humana es el principio y fin de todas las fallas, que no hay cabida para que el día que se festeja la resurrección de Cristo sean destruidas las imágenes de los principales protagonistas del reciente conflicto bélico (George W. Bush y Saddam Hussein) como iconos del mal contemporáneo, porque aquí "tendríamos que estar todos".
En una representación cuyos orígenes se remontan a la Colonia -en el atrio de la Catedral Metropolitana-, ira, gula, envidia, pereza, soberbia, avaricia y lujuria fueron destruidas durante la tradicional quema de Judas, que refleja el deseo popular de erradicar el mal, durante una representación del teatro evangelizador que llevó a cabo una docena de actores profesionales.
Los monumentales muñecos de cartón, elaborados a mano por Luis Melchor Acuña -escultor egresado de La Esmeralda-, quien requirió de la ayuda de Diana Ramírez para su manufactura, fueron zarandeados en el templete ante el regocijo de los paseantes, principalmente turistas, que se arremolinaron frente a la Catedral, en el Zócalo capitalino.
Contrario a la tradición, los monigotes, de más de 2 metros de altura, no fueron quemados. "Es peligroso para la gente y por los daños que puedan causarse al edificio", explicó Melchor, quien agregó que en la elaboración de los judas utilizó papel kraft, reciclado y periódico. La explosión de los judas fue simulada con cuadritos multicolores de papel, que fueron lanzados desde el techo del templo.
Una cabeza de medusa con serpientes representó la ira; una boca con alimentos y bebidas, la gula; un escorpión, la envidia; el tronco de una persona que había que imaginarla inmóvil, la pereza; una manzana con la serpiente, la soberbía. Una mano -no piense en la de políticos o empresarios- con una moneda fue la avaricia. Una sirena tocando una guitarra fue la lujuria.
Los siete pecados capitales fueron destruidos a ritmo de música fúnebre, mientras se escenificaban los cuadros. Al final, el antídoto contra el mal. Contra la ira, paciencia; contra la gula, templanza y sobriedad; contra la envidia, magnanimidad y generosidad; contra la pereza, diligencia y prontitud; contra la soberbia, humildad; contra la avaricia, generosidad, y contra la lujuria, castidad.