El concierto en la Plaza de Armas de Zacatecas
devino baile
Corazones y cuerpos vibraron con los acordes del Flaco
Jiménez
Segunda visita al país del acordeonista considerado
una leyenda en la música tex-mex
CARLOS PAUL ENVIADO
Zacatecas, Zac., 17 de abril. Suma y síntesis:
una fusión de música norteña mexicana, rock and roll,
polkas, blues y country texano fue lo que ofreció Leonardo el
Flaco Jiménez, uno de los máximos intérpretes
del acordeón, la noche del miércoles en la Plaza de Armas
de esta ciudad, en el contexto de la versión 17 del Festival Cultural
Zacatecas 2003.
En
esta su segunda visita al país -la primera ocurrió el año
pasado cuando se presentó en Salón 21 y el Zócalo
de la ciudad de México-, el músico considerado ''una leyenda"
dentro del ámbito de la música tex-mex, eligió un
efervescente y breve rocanrol para abrir el concierto, para después
al ritmo de polka interpretar aquella añeja canción que dice:
La felicidad ja ja ja ja, de sentir amor jo jo jo jo. El escaso
público comenzó a palmear aun sin saber lo que escucharía,
quizá pensando que tenía ante sí a un grupo más
de música norteña y no a un músico con más
de 50 años de trayectoria, ganador de cinco Gramys, que ha alternado
con el extraordinario guitarrista estadunidense Ry Cooder, los grupos The
Clash y Jaguares; y en 1995 fue invitado por Mick Jagger para tocar con
los Rolling Stones en una de sus rolas del disco Vodoo Lounge.
Asombro, gritos y aplausos
No obstante la calidez, la sorpresa y la emoción
se despertó cuando comenzó a sonar¡Mamá no
puedo con ella! Las texturas de las armonías norteñas
y el contrapunteo del bajo sexto, interpretado por Max Baca, se fusionaron
con el requinto roquerísimo de la guitarra eléctrica de Rogelio
Garza, la batería de David Jiménez y el bajo eléctrico
de Raúl Paniagua.
La Plaza de Armas se pertrechó de asombro, gritos
y aplausos, que el público lanzó a discreción durante
más de una hora de duración del concierto, cuya tónica
fue la de poder apreciar y festejar cómo los dedos del Flaco
Jiménez, con refinamiento y velocidad, saltaban sobre el teclado
unos sobre otros, mientras las armonías del fuelle del acordeón
y la voz de Nunie Rubio se extendían hasta hacer vibrar corazones
y cuerpos.
El concierto devino baile. Polkas cantadas en español
e inglés, rancheras, boleros, cumbias, country texano. Una, dos,
tres, siete, ocho parejas se levantan de sus asientos. Frente al escenario
y con la cadencia de la norteñísima Ojitos negros,
se abrazan y giran, hasta que sonrientes y desconcertados, sin saber a
ciencia cierta cuál paso ejecutar, comenzaron a escuchar la singular
interpretación de Un viejo amor, canción encadenada
con una polka, en la que, otra vez, del bajo sexto de Max emergieron estruendosas
gamas y pesadas armonías roqueras.
Un silencio prolongado y luego, así, sin más,
Rogelio Garza hipnotiza a los oyentes, requinteando un largo y triste blues,
para luego ya con todo el grupo y el público como coro cantar Volver
volver.
El concierto llegaba a su fin, la imaginación auditiva
todavía volaba alto, cuando de repente, para cerrar, el Flaco
Jiménez, en una suma y síntesis de sonidos se arranca con
una versión rocanrolera-norteña de Love me do, de
los Beatles. El acordeón no deja de sonar hasta que de su cuerpo
sale La marcha de Zacatecas.