Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 18 de abril de 2003
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Cultura
El concierto en la Plaza de Armas de Zacatecas devino baile

Corazones y cuerpos vibraron con los acordes del Flaco Jiménez

Segunda visita al país del acordeonista considerado una leyenda en la música tex-mex

CARLOS PAUL ENVIADO

Zacatecas, Zac., 17 de abril. Suma y síntesis: una fusión de música norteña mexicana, rock and roll, polkas, blues y country texano fue lo que ofreció Leonardo el Flaco Jiménez, uno de los máximos intérpretes del acordeón, la noche del miércoles en la Plaza de Armas de esta ciudad, en el contexto de la versión 17 del Festival Cultural Zacatecas 2003.

En esta su segunda visita al país -la primera ocurrió el año pasado cuando se presentó en Salón 21 y el Zócalo de la ciudad de México-, el músico considerado ''una leyenda" dentro del ámbito de la música tex-mex, eligió un efervescente y breve rocanrol para abrir el concierto, para después al ritmo de polka interpretar aquella añeja canción que dice: La felicidad ja ja ja ja, de sentir amor jo jo jo jo. El escaso público comenzó a palmear aun sin saber lo que escucharía, quizá pensando que tenía ante sí a un grupo más de música norteña y no a un músico con más de 50 años de trayectoria, ganador de cinco Gramys, que ha alternado con el extraordinario guitarrista estadunidense Ry Cooder, los grupos The Clash y Jaguares; y en 1995 fue invitado por Mick Jagger para tocar con los Rolling Stones en una de sus rolas del disco Vodoo Lounge.

Asombro, gritos y aplausos

No obstante la calidez, la sorpresa y la emoción se despertó cuando comenzó a sonar¡Mamá no puedo con ella! Las texturas de las armonías norteñas y el contrapunteo del bajo sexto, interpretado por Max Baca, se fusionaron con el requinto roquerísimo de la guitarra eléctrica de Rogelio Garza, la batería de David Jiménez y el bajo eléctrico de Raúl Paniagua.

La Plaza de Armas se pertrechó de asombro, gritos y aplausos, que el público lanzó a discreción durante más de una hora de duración del concierto, cuya tónica fue la de poder apreciar y festejar cómo los dedos del Flaco Jiménez, con refinamiento y velocidad, saltaban sobre el teclado unos sobre otros, mientras las armonías del fuelle del acordeón y la voz de Nunie Rubio se extendían hasta hacer vibrar corazones y cuerpos.

El concierto devino baile. Polkas cantadas en español e inglés, rancheras, boleros, cumbias, country texano. Una, dos, tres, siete, ocho parejas se levantan de sus asientos. Frente al escenario y con la cadencia de la norteñísima Ojitos negros, se abrazan y giran, hasta que sonrientes y desconcertados, sin saber a ciencia cierta cuál paso ejecutar, comenzaron a escuchar la singular interpretación de Un viejo amor, canción encadenada con una polka, en la que, otra vez, del bajo sexto de Max emergieron estruendosas gamas y pesadas armonías roqueras.

Un silencio prolongado y luego, así, sin más, Rogelio Garza hipnotiza a los oyentes, requinteando un largo y triste blues, para luego ya con todo el grupo y el público como coro cantar Volver volver.

El concierto llegaba a su fin, la imaginación auditiva todavía volaba alto, cuando de repente, para cerrar, el Flaco Jiménez, en una suma y síntesis de sonidos se arranca con una versión rocanrolera-norteña de Love me do, de los Beatles. El acordeón no deja de sonar hasta que de su cuerpo sale La marcha de Zacatecas.

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