Olga Harmony
ƑDónde están las mariposas?
Los que conocemos el trabajo de Marco Petriz le tenemos respeto y admiración. El teatrista del Istmo de Tehuantepec se nos reveló, gracias a la Muestra Nacional de Teatro, como una de las voces más originales y vigorosas de nuestros escenarios. Desde La llorona, primera escenificación que le vimos -aunque ya antes había presentado Ayer pasé por Tehuantepec, que no conozco- muchos seguimos su trayectoria en esos espectáculos de creación colectiva basados en leyendas y sucesos de la región (además de un memorable montaje de Petición de mano, de Chéjov, para el Programa de Teatro Escolar en los Estados) como En la sombra del viento, basada también en una leyenda del Istmo, y Oscura ventana, que trata de la violencia familiar y que ya no salió de la región, en donde algunos tuvimos oportunidad de verla.
Más allá de las propuestas dramatúrgicas y del encanto que encontramos en ese teatro regional, estaba la propuesta de dirección que resultaba inusitada, con el uso de los espacios, a veces muy cercanos, como en La llorona, en que el público tenía que recorrer los cuartos de una casona para presenciar el desarrollo de la historia, a veces muy lejanos, como En la sombra del viento, o en una mezcla de cercanía y alejamiento, como en Oscura ventana, lo que resulta indicativo de las búsquedas del singular director que nunca ha querido repetirse.
En las dos últimas obras, Petriz hacía un espléndido juego de voces y sombras que se proyectaban por las ventanas, y en la última, que escenificó en Tehuantepec, los actores deambulaban entre el público, para ellos supuestamente invisible, se recogían en las habitaciones -de donde surgían las voces y sombras mencionadas- en donde sólo una vez los espectadores podíamos entrar, con la brutal escena final alejada de todos. El efecto conseguido resultaba de una teatralidad asombrosa y diferente a lo visto entre nosotros.
Marco Petriz dejó su terruño, pero no se ha dejado tentar por la capital del país. Trasladó a Querétaro al Grupo Teatral Tehuantepec, en el que, junto a cuatro de sus creadores, reúne a teatristas del mismo Querétaro y de Zacatecas y a Philippe Amand, el talentoso escenógrafo del DF. La historia, al parecer verídica, de una enferma de esquizofrenia lo tentó para un nuevo montaje, ƑDónde están las mariposas?, en que se sumerge en el mundo de la enfermedad mental, que investigó acuciosamente para elaborar un texto más bien débil, a pesar de la asesoría de David Olguín, en donde el amor de sus dos personajes protagónicos tiene poco sustento. Que dos enfermos mentales, ambos con esquizofrenia paranoide tienen simultáneamente conciencia de su condición, lo que los lleva a su fatal desenlace, no es creíble.
Por otra parte, el hecho de que el espectador deba ir adivinando que el siquiatra también es un enfermo, desvía la atención del conflicto real de la obra, y la explicación del médico real resulta muy forzada desde el punto de vista dramatúrgico, posiblemente sería mejor que el programa de mano, en que se dan los datos clínicos y el historial de ambos enfermos, se ofreciera al principio y no al final de la representación, aunque no hubiera sorpresa en la historia, porque no estamos ante una obra de suspenso, sino ante el dolor de dos seres y lo que la enfermedad mental significa.
Petriz hace que el público camine por varios espacios de la Casa del Faldón, habilitada como hospital siquiátrico, conducidos por una enfermera y ante pacientes que deambulan con su dolor a cuestas, para ser recibidos por una religiosa que lo introduce ante lo que sería una cámara de Gesell, desde donde se presencia la obra. He de confesar que, respetando las búsquedas del creador escénico, el espacio -diseñado por Amand- no es más que un teatro a la italiana, en que ofrece pocas de sus imaginativas soluciones. Se apoya en la muy buena actriz que es Gabriela Martínez, a la que, sin estar mal, no iguala Andrés Mena Rico. Desde la gran admiración que le tengo, he de confesar que este montaje me parece inferior a los anteriores, quizá porque algo de esa especie de magia que es su constante, sólo aparece en el recorrido inicial y en algunos momentos de la cámara de Gesell.