Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 12 de abril de 2003
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Mundo
GUERRA CONTRA IRAK

El triunfo de los invasores abre la puerta al neocolonialismo, afirman algunos ciudadanos

EU no convence a los países árabes de que su guerra es por la democracia

"El fundamentalismo de Bush convertirá a Hussein en héroe", opina un articulista de Le Monde

BLANCHE PETRICH

En el rincón de una cafetería en la localidad egipcia de Ismailiya, los parroquianos le pidieron al dueño que por favor cambiara el canal del televisor. De Al Jazeera al Movie Channel, que este miércoles transmitía por enésima vez Rocky II. La repetición obsesiva de las imágenes de la caída de Bagdad a manos de los stallones de carne y hueso ya los tenía hartos. "No soportamos más ver esto", dijo Ibrahim Khader, el propietario de un puesto de frutas secas. "Es patético, es una capitulación". El comentarista de la televisora qatarí decía en ese momento: "Esta es la nueva realidad. Todo lo que suceda en Irak, de ahora en adelante, tendrá el sabor y olor de Estados Unidos". El diario Christian Science Monitor relataba el jueves esta anécdota.

Mientras tanto, en la revista cibernética Slate, el columnista Fred Kaplan describió así al impetuoso marine que, encima de su tanque, limpiaba una enorme estatua con la bandera estadunidense: "¡Qué pendejo! Esta es la imagen misma del neocolonialismo. ¿Será esta la escena que simbolizará esta guerra, el estado de absoluta indefensión del pueblo iraquí, que después de 30 años de brutal dictadura no podrá manejar su destino? ¿O es el igualmente triste símbolo de la incapacidad de Estados Unidos de liberar sin conquistar? ¿Le sirve a alguien esta demostración de arrogancia?"

Hace algunos meses el secretario general de la Liga Arabe, Amr Mousa, predijo que una victoria de Estados Unidos sobre Irak abriría las puertas del infierno en Medio Oriente. Es posible que el 9 de abril quede registrado así en la percepción colectiva de la población árabe. Hoy, el gobierno estadunidense está vendiendo con éxito este momento como el día en que se desplomó la tiranía iraquí. Pero la guerra contra Irak, en realidad, no tuvo como propósito derrocar a Hussein. Los objetivos de las potencias invasoras van mucho más allá, y en Medio Oriente eso se sabe.

Los gobiernos árabes sienten alivio

Heba Saleh, corresponsal de la BBC de Londres en El Cairo, Egipto, comentó que quizá los gobiernos árabes se sientan un poco aliviados, porque con el fin de los bombardeos tal vez disminuirían las escenas transmitidas por las televisoras locales desde los ensangrentados pasillos de los hospitales durante los 21 días de infierno en las ciudades iraquíes. La creciente ira de la opinión pública se estaba transformando en una presión insostenible para estos dirigentes. Pero el símbolo de la bandera estadunidense en la cara de Hussein tuvo otra lectura en esas latitudes del mundo: "Vimos ante nuestros ojos cómo Estados Unidos se tragó literalmente a una nación hermana", comentó un abogado egipcio.

Las réplicas de esta sacudida se seguirán sintiendo por mucho tiempo, transformadas en un acendrado sentimiento antiestadunidense en la región. Por lo pronto, es evidente cómo en muchos segmentos de la opinión pública árabe Estados Unidos no cuenta ni siquiera con el beneficio de la duda cuando sus voceros hablan de que todo es, en suma, por la democracia.

Salvo en Kuwait, nación en la que el odio a Saddam Hussein supera cualquier otro tipo de sentimiento colectivo. Ahí las celebraciones por la caída del tirano iraquí fueron, quizá, más auténticas que en su martirizado país. Criticados en el resto de las naciones de la región por "entreguistas y lacayos de los aliados angloestadunidenses", por fin los kuwaitíes se sintieron reivindicados en su posición pro invasión. Con humor, un ciudadano de esa nación se quejaba: "Voy a extrañar al ministro de Información. Me encantaban sus mentiras".

En contraste, la corresponsal de la televisora británica en Ammán, Caroline Hawley, describía la escena en un café frecuentado por exiliados iraquíes en Jordania. Un hombre miraba junto a ella la escena del niño que daba zapatazos a la cabeza de la estatua execrada del ex hombre fuerte de Irak y las lágrimas rodaban de sus ojos. "Dios nos proteja", decía otro hombre. "Se ha abierto de nuevo la puerta del colonialismo". Ambos parroquianos habían sido perseguidos por el régimen de Hussein.

A su vez, el reporte de la corresponsal en Teherán, Miranda Eeles, es sorpendente. Irán, enemigo histórico de Irak, invadido en los años 80, cerró filas con su antiguo rival. La televisión estatal no mostró las escenas de las estatuas derrumbadas. Y si en las calles hubo algún tipo de manifestación, fue en rechazo a la invasión.

La televisión en Siria, por obvias razones, también censuró las imágenes celebratorias de la desaparición del baazismo iraquí. Quienes tienen acceso a Al Jazeera lamentaron ver en las calles de Bagdad a las tropas estadunidenses, en especial porque los sirios temen ser los siguientes en la lista del insaciable Donald Rumsfeld, secretario de Defensa de Estados Unidos.

Lo que los periodistas de la BBC omiten, lo expresa a su manera el escritor Tahar Ben Jelloun en un artículo de Le Monde: "para los árabes, Saddam Hussein está a punto de acceder al estatus de héroe. Y no porque lo sea, sino gracias a Bush el fundamentalista, a la arrogancia de sus consejeros y, sobre todo, gracias a la ignorancia americana sobre la identidad cultural de una sociedad tribal como la iraquí.

"En un país que es un mosaico de tribus, Hussein, tan villano como sea, es percibido como un padre por sus súbditos. Y a un padre nunca se le da la espalda", explica Jelloun. "¡Qué falta de humildad de estos estadunidenses, que desembarcaron con su tecnología letal creyendo que los iraquíes los van a seguir!"

Pero hubo otras lecturas que seguramente obligarán a otros tiranos de la región -aquí no abundan las democracias, Hussein no era el único de su especie- a realizar cambios. El editor de un periódico de Arabia Saudita, Khaled al Maeena, señaló: "La caída de Bagdad puede ser para muchas pequeñas tiranías de la región la brizna que termine por romperles la espina dorsal. Estos autoasignados guardianes del orgullo árabe tienen que entender finalmente que es necesario compartir el poder".

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