GUERRA CONTRA IRAK
El pueblo recién liberado cubre de
cenizas su ciudad
Bagdad arde mientras los saqueadores se propasan
"Destruimos nuestro propio futuro", llora una iraquí
ROBERT FISK ENVIADO ESPECIAL THE INDEPENDENT
Bagdad, 11 de abril. Bagdad está ardiendo.
Podían contarse 16 columnas de humo alzándose sobre la ciudad
la tarde de este viernes. Al principio, sólo era el Ministerio de
Comercio. Vi a los saqueadores regar combustible a través de las
ventanas destrozadas de la planta baja, y dos segundos después estalló
el incendio. Luego podía verse que un puñado de pequeñas
oficinas que estaban en un extremo del puente Joumuriya escupían
humo negro y sulfuroso. A media tarde me encontraba de pie, fuera del Banco
Central, en el que cada ventana ardía como una vela y arrojaba una
larga cortina de humo y cenizas que permanecía flotando sobre el
Tigris.
A medida que había menos lugares qué robar,
los saqueadores empezaron a cansarse, por lo que procedieron a quemar todos
los símbolos del poder gubernamental. La historia de Bagdad insiste
en que esta es la forma en que debe ejercerse la anarquía. Los estadunidenses
hablaron de una "nueva postura", pero nada hicieron. Trasladaron patrullas
blindadas hacia el este de la ciudad, al igual que tanques Abrams, Humvees
y vehículos de combate Bradley, pero los soldados, cuando
mucho, saludaron a los incendiarios.
Encontré
a una mujer llorando al lado de su esposo en el viejo mercado árabe.
"Estamos destruyendo lo que logramos construir", le decía ella.
"Estamos destruyendo nuestro propio futuro." Las llamas se extendían.
Por la tarde, el hotel Al Sadeer se quemaba. Un ejército de niños
ladrones fue enviado al interior del edificio para robar sábanas,
colchones, camas, mesas y hasta el escritorio de la recepción, con
todas las llaves de las habitaciones.
Más tarde, el inmenso Ministerio de Industria,
una pila de concreto inspirada en el Tercer Reich, arrojaba columnas de
humo negro. Todas las calles del centro de la capital estaban cubiertas
de papeles, muebles desechados, automóviles destruidos y mercancías
de comercios pequeños cuyos propietarios no se molestaron en proteger
con nuevas puertas metálicas.
Cuando traté de llegar al viejo hospital Saddam,
ubicado frente al Ministerio de Defensa, el fuego de rifles estadunidenses
silbaba a través de los árboles, proveniente de un complejo
de oficinas administrativas. Según me dijeron dos enfermeras que
intentaban huir del edificio, los estadunidenses disparaban contra cualquier
vehículo en movimiento porque creían que en la zona estaban
escondidos soldados iraquíes. Yo no vi a ninguno.
Finalmente, los bancos también fueron saqueados.
Debido a la devaluación del dinar iraquí, que este viernes
se cotizaba en 4 mil unidades por dólar, nadie se había molestado
en meterse en los bancos. Pero esta mañana vi a una muchedumbre
irrumpiendo en el banco Rafidain, cercano a la oficina del gobierno capitalino.
A rastras sacaron una enorme caja fuerte y en la calle la abrieron con
una barra de acero. Dado el actual valor del dinar, mejor hubieran dejado
el efectivo y robado la caja fuerte.
¿Desplazan chiítas a sunitas?
Así, al anochecer, Bagdad estaba convertido en
un lugar de tiroteos y humo. Dueños de puestos de mercado salieron
a la calle con rifles para proteger sus propiedades, en vista de que los
estadunidenses, obviamente, han declinado hacerlo. Dos ladrones resultaron
heridos. La muchedumbre irrumpió también en el hospital Kindi.
Para cuando pude llegar al complejo que alberga este sanatorio -en el que
hace sólo cinco días se estaba tratando de salvar la vida
de los más graves- había hombres armados haciendo guardia
en la entrada. La mayoría de éstos llevaban batas azules
de médico, pero no me pareció que lo fueran. Más bien
semejaban chiítas musulmanes, y esto me llevó de inmediato
a hacerme preguntas. ¿Será que la población chiíta
de Bagdad está tratando de desplazar a los sunitas, al pretender
proteger las instituciones capitalinas? Aunque en el hospital Kindi le
ordenaban a los periodistas que se marcharan, logré entrar brevemente
en la sala de urgencias. Ahí pude ver a un clérigo chiíta
musulmán, quien estudió en el sur de Líbano y aleccionaba
a los pistoleros en que era necesario restaurar el orden en la ciudad.
Claro que es trabajo de los estadunidenses, pero ellos no lo están
haciendo.
Después de que fueron destruidas las embajadas
de Alemania y Eslovaquia, así como las de Unicef, le llegó
el turno de ser saqueado al Centro Cultural Francés. Hablé
brevemente con un marine estadunidense sobre este acto de anarquía
y me prometió que se lo mencionaría a su coronel. Más
tarde lo volví a ver. Me dijo que había visto al coronel,
pero que no tuvo tiempo de mencionarle los saqueos y los incendios.
Hace apenas una semana, el humo de las hogueras de petróleo
oscurecía toda la capital. Ahora es el pueblo iraquí recién
"liberado" el que está cubriendo de cenizas su ciudad.
© The Independent
Traducción: Gabriela Fonseca