Destrozan embajadas
Impune saqueo de la turba ante la complacencia de los invasores
Robert FISK Enviado especial en Irak
Bagdad, 10 de abril. Fue el día de los saqueadores. Destruyeron la embajada alemana y lanzaron al patio el escritorio del embajador. Rescaté la bandera de la Unión Europea, que habían arrojado a un charco a la entrada de la sección de visas, al tiempo que una muchedumbre de hombres de mediana edad, mujeres de chador y niños gritando destruía la oficina del cónsul y lanzaba por la ventana discos de Mozart y libros de historia de Alemania. La embajada de Eslovaquia fue destrozada unas horas después.
En las oficinas de Unicef, que desde 1980 se ha esforzado por salvar y mejorar las vidas de millones de niños iraquíes, un ejército de ladrones entró al edificio, amontonó una sobre otra fotocopiadoras nuevas y arrojó por el suelo cascadas de expedientes de la Organización de Naciones Unidas (ONU) con datos sobre enfermedades infantiles e índices de mortandad prenatal en madres e hijos, así como investigaciones sobre nutrición.
Puede ser que los estadunidenses crean que "liberaron" Bagdad después de que sus soldados aprovecharon cualquier oportunidad para posar para la prensa en compañía de la pobladores, pero las decenas de miles de ladrones -que vienen con toda la familia y atraviesan la ciudad a bordo de automóviles y camiones en busca de botín- parecen tener una idea distinta de lo que significa la palabra liberación.
El control estadunidense de la ciudad es, en el mejor de los casos, débil, hecho que se hace patente después de que varios ma-rines fueron asesinados esta noche por un atacante suicida cerca de la plaza en la que el miércoles derribaron una estatua de Saddam Hussein, la foto periodística más di-fundida desde aquella de los marines plantando la bandera estadunidense en Iwo Ji-ma, en la Segunda Guerra Mundial.
A lo largo del día, las fuerzas estadunidenses tuvieron tiroteos con tropas leales al régimen, que según se dijo son combatientes de otros países árabes. Y durante más de cuatro horas los marines combatieron en la mezquita del imán Al Adham, en el distrito de Aadhamiya, del centro de Bagdad, don-de según rumores que resultaron falsos se habían hecho fuertes Saddam Hussein y sus principales colaboradores.
Asimismo, estos saqueadores representan una violación muy seria a la Convención de Ginebra debido a que la fuerza de ocupación, Estados Unidos, es responsable de proteger las embajadas y las oficinas de la ONU en el área bajo su control.
Pero este jueves sus tropas pasaban por enfrente de la embajada alemana mientras los ladrones sacaban por la reja principal escritorios y sillones. Es un escándalo, una especie de enfermedad, una forma masiva de cleptomanía que las tropas estadunidenses pasan por alto con aire despreocupado.
En un cruce de la ciudad vi a francotiradores de los marines estadunidenses apostados en la azotea de un edificio muy alto, buscando posibles atacantes suicidas mientras una multitud de saqueadores provocaba un embotellamiento vehicular en la carretera que estaba justo a sus espaldas.
En dicha carretera había, entre otras co-sas, dos camiones de doble piso, ambos repletos de refrigeradores robados.
"Ya nos llevamos todo"
Afuera de las oficinas de la ONU, un automóvil se frenó a mi lado y su conductor, un hombre sudoroso y sin rasurar, me informó en árabe que ya no valía la pena entrar porque "ya nos llevamos todo".
Comprensiblemente, los pobres y los oprimidos se vengaban en los hogares que habían sido de los hombres del régimen de Saddam Hussein, quienes los dejaron en la pobreza y destruyeron sus vidas -literalmente, en muchas ocasiones- durante más de dos décadas.
Vi cómo familias enteras saqueaban las residencias, a orillas del Tigris. Se apoderaron de la casa de Ibrahim al Hassan, el medio hermano de Saddam y su antiguo ministro del Interior, de la de Saadun Shakr, uno de los más cercanos asesores de seguridad de Saddam, la de Ali Hussein Majid, Ali el Químico, quien lanzó gas mostaza sobre los kurdos y fue muerto la semana pasada en Basora, y la de Abed Moud, el secretario particular de Saddam.
Esas familias llegaron a bordo de camiones, trailers, autobuses y carretas tiradas por burros escuálidos para llevarse lo que contenían estas imponentes residencias.
Esto también dejó entrever el horrendo gusto en decoración que compartían los miembros de alto rango del partido Baaz y al que aspiraban los miembros menores de la formación: sofás corrientes de color rosa, sillas tapizadas con brocados, mesas rodantes de plástico e invaluables alfombras iraníes, tan grandes que se necesitan tres hombres fornidos para cargarlas.
También había lámparas de bronce con forma de palmeras, mesas de madera con incrustaciones de madre perla e inmensos refrigeradores fabricados en Estados Unidos; todos estos para almacenar las bebidas alcohólicas con que se embriagaban los acólitos de Saddam.
Afuera del hogar destripado de un ex ministro del Interior un hombre gordo desfilaba con un sombrero de copa robado: una figura dickeniana que trataba de dirigir el tráfico en el embotellamiento creado por los saqueadores.
Autobuses urbanos pasaban a mi lado conducidos por jóvenes de sonrisas lascivas. Pegaban los camiones a las ventanas de las salas para cargarlos directamente con el mobiliario del interior.
Sobre el puente Saddam, un ladrón conducía a tal velocidad el camión donde llevaba objetos robados que se estrelló contra el muro de contención de concreto y yacía muerto, recostado sobre el volante.
Pero parece existir una suerte de ley de saqueo. Una vez que un ladrón ha puesto la mano en una silla, un candelabro o el marco de una puerta, le pertenece. No vi discusiones ni golpizas. Las docenas de ladrones que vaciaron la embajada alemana trabajaron en silencio, ayudados por un ejército de niños pequeños.
Las esposas señalaban los muebles que querían llevarse y sus maridos los bajaban por las escaleras. Los menores ayudaban destornillando las bisagras inferiores de las puertas y los enchufes eléctricos. Uno incluso se subió al escritorio del embajador para aflojar el foco que colgaba del techo.
Al otro lado del puente Saddam se podía ver una escena aún más surrealista: un camión cargado de sillas llevaba también a los dos perros blancos de caza que habían pertenecido al hijo de Saddam, Qusay. En otra parte de la ciudad pude ver cómo los saqueadores subían a un trailer a cuatro de los caballos de Saddam, incluido el pura sangre blanco en el que se le veía montando en sus retratos presidenciales.
Todos los ministerios oficiales de la ciudad han sido despojados de sus archivos, computadoras, bibliotecas, mobiliario y autos. Y a todo los estadunidenses le hacían la vista gorda, y de hecho señalaban específicamente que no tenían intención de evitar esta "liberación" de la propiedad.
No se puede ser moralista tratándose de los lujos que se daban los lugartenientes de Saddam Hussein, pero cómo se supone que funcionará el gobierno del "nuevo Irak" impuesto por Estados Unidos si toda la propiedad del Estado ha sido saqueada.
ƑY qué debe uno pensar ante la escena que presencié este jueves en camino hacia Al Hilla, donde el dueño de unos graneros y una fábrica de harina ordenaba a sus guardias armados dispararle a saqueadores que intentaran robarle?
Este desesperado intento armado de conservar la base misma del suministro de pan de Bagdad estaba siendo observado por ocho soldados de la tercera división de infantería, sentados en sus tanques a sólo cien metros sin hacer nada.
Las oficinas de la ONU que fueron saqueadas en el centro de Bagdad están a sólo 200 metros de un puesto de control de los marines estadunidense.
Y ya el ejército estadunidense de "liberación" empieza a cobrar aspecto de fuerza de ocupación. Vi cientos de civiles haciendo fila para cruzar un puente para vehículos en Al Doura, la mañana de este jueves, y los soldados estadunidenses ordenaban a cada hombre subirse la camisa y bajarse los pantalones delante de los demás civiles, entre los que había mujeres, para comprobar que no eran posibles atacantes suicidas.
Después de un tiroteo en la zona de Adamiya, esta mañana, un francotirador de los marines apostado en la azotea de un palacio hirió a tres civiles, incluida una niña pequeña, que viajaban en un auto que no se detuvo. El mismo soldado mató después de un disparo a un hombre que se asomó a su balcón para ver de dónde provenían los tiros.
Minutos más tarde el mismo francotirador mató al conductor de otro auto e hirió a dos de sus pasajeros, incluida una mujer joven. Un equipo del canal 4 de la televisión británica estaba presente cuando ocurrieron estos asesinatos.
En el suburbio de Al Doura los cuerpos de civiles iraquíes -muchos de ellos muertos a manos de las tropas estadunidenses en una batalla contra las fuerzas iraquíes ocurrida a principios de la semana- aún están pu-driéndose a la intemperie o dentro de vehículos que el fuego consume lentamente.
Y apenas llevamos dos días de la "liberación" de Bagdad.
© The Independent
Traducción: Gabriela Fonseca