Luis Hernández Navarro
La difícil unidad contra la guerra
El sentimiento de rechazo a la guerra entre la población mexicana es mucho más amplio que el movimiento por la paz. A su vez, la convergencia contra la guerra es más numerosa y extendida que las organizaciones que la impulsan. Una enorme brecha separa las iniciativas de acción a las que convocan los grupos más politizados y el resto de la sociedad. En parte es resultado, tanto del desapego que la izquierda partidaria tiene hacia asuntos internacionales como de los muchos muros que dividen a las organizaciones activas.
La izquierda política renunció a generar una cultura cosmopolita cuando alcanzó sus primeros éxitos electorales. De una tradición de solidaridad con las luchas de liberación de otras partes del mundo pasó a desarrollar un espíritu aldeano. No sentimos que nos atañe lo que sucede fuera de nuestras fronteras. Ni siquiera las grandes jornadas de protesta contra la globalización neoliberal lograron despertar interés. Sin embargo, algunas fuerzas han remado a contracorriente de esta tendencia. Destacadamente, el zapatismo ha buscado generar una conciencia internacionalista, pero su impacto ha sido reducido y aún insuficiente para remontar el amodorramiento con el que se recibió el inicio de la guerra.
Previamente a la invasión a Irak, actuaban en México varios movimientos por la paz que estuvieron activos en conflictos como el de la primera guerra del Golfo, la insurrección chiapaneca o la ofensiva militar contra Afganistán. Mas su experiencia y acervo organizativo resultaron insuficientes para encauzar el descontento social reciente.
La primera corriente que fundó este movimiento es heredera de las concepciones que dominaron al movimiento comunista internacional influido por Moscú entre la fundación de la Komiform (coordinación de partidos comunistas) en 1947 hasta la caída del Muro de Berlín. Enmarcado en la defensa del socialismo real, consideraba que su tarea fundamental consistía en luchar por la paz y la coexistencia pacífica. Participan allí militantes históricos del lombardismo, el comunismo y el nacionalismo revolucionario. Su participación en apoyo a causas como la revolución cubana o la lucha de liberación nacional palestina es relevante.
La segunda corriente surge a raíz de la rebelión zapatista y hace de la búsqueda de una paz con justicia y dignidad el centro de su acción. Está integrada por miembros de las Comunidades Eclesiales de Base, diversas ONG de promoción al desarrollo y personalidades democráticas. Dio a la Comisión Nacional de Intermediación (Conai) base de sustentación.
La tercera expresión la integra un conjunto de organizaciones políticas de masas animadas por la izquierda radical, del corte del Frente Popular Francisco Villa, que ven la lucha contra la guerra como parte de su agenda antimperialista y de la reivindicación de las demandas propias.
A comienzos de este año surgieron nuevos colectivos y plataformas en favor de la paz. Varios encontraron en la Iniciativa Mexicana No en Nuestro Nombre un espacio relativamente unitario de reflexión y acción. Empero, muy pronto proliferaron otros proyectos.
A lo largo de cuatro reuniones plurales trataron infructuosamente de constituir una Coordinadora Nacional contra la Guerra. Dos posturas básicas se enfrentaron en su interior: de un lado se colocaron quienes sostienen que se requiere constituir una convergencia muy amplia en la que pueda participar todo mundo, sin mayor definición ideológica; en el otro se ubicaron quienes consideran que no se trata solamente de rechazar la invasión de Irak, sino de profundizar la lucha por las propias demandas y la transformación social.
Las diferencias tienen que ver con la caracterización del régimen de Bagdad: Ƒhay que apoyar a Saddam Hussein o criticarlo? ƑSe debe apoyar exclusivamente al pueblo de Irak o también a su mandatario? Algo similar sucede con las actitudes antiestadunidenses: Ƒel enemigo es la administración Bush o todo Estados Unidos?
Las viejas disputas entre el movimiento popular y quienes se asumen como representaciones de la sociedad civil no son ajenas a estas diferencias. Por ello, son muchos los colectivos que han optado por ubicar su acción afuera de estas plataformas unitarias. Consideran que es inútil o desgastante sumarse a ellas. Prefieren evitar entrar a la disputa de posiciones con quienes consideran que son "membretes". Varios han privilegiado las acciones directas como el boicot a productos estadunidenses, la escenificación de performances o teñir el agua de las fuentes con pintura roja.
La polarización entre los grupos organizados se ha hecho mayor a partir de que el Senado llamó a "hermanarnos" en la Jornada Mundial Alto a la Guerra del próximo 12 de abril, pretendiendo tomar la delantera de la convocatoria y modificando el recorrido de la marcha, acordado previamente. Hay quien ve en la participación de los legisladores un acto de oportunismo político, una medida para cubrir el expediente de cara a las próximas elecciones federales. Discrepan de que la manifestación no llegue al Angel de la Independencia para "evitar provocaciones", como si las miles de víctimas que los ejércitos angloestadunidenses infligen todos los días a la población iraquí no fueran una provocación. Algunos más cuestionan el nefasto papel que los senadores desempeñaron en la aprobación de la reforma constitucional indígena. Muchos objetan dar un papel relevante a los legisladores cuando éstos se niegan a exigir que el gobierno mexicano condene la guerra. Por ello, en lugar de una marcha, este 12 de abril habrá dos, lo que ejemplifica el choque de concepciones dentro del movimiento: amplitud contra profundidad, mayor base de masas versus crítica ideológica de fondo. También muestra la pobreza de análisis que priva en su interior.
A pesar de su importancia, las movilizaciones del 12 de abril difícilmente servirán para avanzar en la consolidación de iniciativas unitarias contra la guerra. Tan sólo serán un pálido reflejo de la compleja situación del movimiento contra la guerra. šQué lastima!