Los palestinos de un barrio atacado hallan nexo
entre Bush y Sharon en esta invasión
Los últimos días de la capital iraquí,
salpicados de presagios negativos
ROBERT FISK ENVIADO ESPECIAL, THE INDEPENDENT
Bagdad, 7 de abril. Los últimos días
de Bagdad. Los últimos días de Saddam. Allá en la
década de 1950, Hollywood producía películas en las
que cada escena histórica era seguida por la súbita aparición
de un periódico ficticio que llevaba un encabezado apropiado. Las
imágenes de los marines desembarcando en el Pacífico
venían seguidas por el encabezado "De vuelta en Bataán" o
"MacArthur regresa". Al ver por primera vez a los marines la mañana
de este lunes, saltando de sus vehículos de transporte y tirándose
pecho a tierra en el polvo -y a los soldados iraquíes correr para
ponerse a salvo- surgieron en mi mente ideas para nuevos encabezados: "Por
las aguas de Babilonia" podría aplicarse a los iraquíes,
pero la localización geográfica fallaría por 100 kilómetros.
Y
resulta fácil, en lo que cada vez más iraquíes consideran
"los últimos días", entender la cruel belleza intelectual
del colapso. Está ese oficial iraquí a quien tengo años
de conocer y que siempre había apoyado con entusiasmo la línea
del partido Baaz, pero que hoy insinuó sorpresivamente que "acontecimientos
negativos" podrían ocurrir pronto en Bagdad.
Luego está ese extraordinario que muestra a Saddam
Hussein abrazando a los milicianos en las calles de la capital el viernes
pasado, de manera no muy diferente a cierto gobernante europeo que hace
una caricia en la mejilla a un pequeño miembro del Volksturm en
su última foto conocida. Inútil es decir que los propagandistas
negros del Pentágono dieron inicio a la orquesta acostumbrada: era
el doble de Saddam, fue filmado hace semanas... Pero era real. He encontrado
a dos iraquíes que vieron a Saddam el viernes con sus propios ojos,
con todo y lunar en el lado izquierdo de la cara, y los distritos que visitó
eran fácilmente identificables.
Para los lectores que conocen la ciudad, Saddam desfiló
por Adamiya, Sarafiyeh, Al-awi, Mansour, y luego los distritos de Haifa
e Iskan.
Ese conocido déspota europeo a quien me referí
hace un momento pasó sus últimas horas pidiendo noticias
de la división de rescate del Wehrmacht de Wenck. Saddam es más
literario. A diario ha enviado mensajes al pueblo. En el último
se disculpó por hacer de Bagdad la piedra angular de la defensa
iraquí, señalando que lo había hecho sólo porque
es el "corazón sagrado" de la nación, y no, claro, porque
casualmente él se encontrara aquí.
En una perorata mucho más divertida, notable por
su profundo sentido del cinismo, Saddam dio en escribir una larga carta
a Jalai Talabani, el líder kurdo que coopera hoy con los enemigos
estadunidenses de su régimen. "Por largo tiempo hemos estado observando
este llamado reacercamiento entre tú y Estados Unidos, el sionismo
y otros", escribió Saddam en esa carta, publicada cuatro días
después, cuando el ejército estadunidense estaba a las puertas
de Bagdad.
"Me decía apenas el otro día que este Talal
-bien conocido por sus maniobras y tácticas políticas- cree
que le conviene hacer estas cosas. Es tan familiar para nosotros, conocemos
tan bien su personalidad (...), pero es mi deber, dictado por mis principios,
advertirte que seguir por ese camino, ayudando a las fuerzas estadunidenses
a abrir un frente en el norte iraquí y reducir así sus bajas,
sólo te conducirá a la catástrofe..."
Tengo que consignar, sin embargo, que Saddam no es el
único en revelar un negro sentido del humor en estas horas críticas.
El periódico Al-Qadissiyah, en la que probablemente será
una de sus últimas ediciones, publicó una nota fechada en
Najaf según la cual la difunta Um Alí, anciana de esa ciudad,
iba en carroza fúnebre al cementerio de la ciudad cuando un ataque
aéreo estadunidense le dio al vehículo.
Con un amarillismo digno de cualquier tabloide británico,
el ingenioso editor le puso a la nota el encabezado "Um Alí, dos
veces mártir".
Los días recientes también han presenciado
la batalla de los ayatolas, mientras el Pentágono y el gobierno
iraquí se esfuerzan por interpretar y reinterpretar a los grandes
santones de esta tierra, es decir, los que han sobrevivido a misteriosos
asesinatos, ahorcamientos y accidentes automovilísticos en los dos
decenios pasados.
Por ejemplo, primero Estados Unidos afirmó que
el ayatola al-Osmar Alí Asistan había llamado a su grey chiíta
a no combatir a las tropas de ocupación. Ahora el buen ayatola sostiene
que se le citó en forma incorrecta. Jamás llamó a
sus feligreses a colaborar; al contrario, quiere que luchen contra Occidente.
O al menos eso es lo que dicen las últimas ediciones de la prensa
de Bagdad.
Ahora
el jeque Abdul Karim Mohamed Biara al-Mudaress ha emitido una fatwa
(dictamen) que pone énfasis en la importancia del martirio iraquí
en la batalla contra los estadunidenses. Mucho más que unos cuantos
párrafos en los periódicos del gobierno, Al-Mudaress ha sido
recompensado con un folleto en papel brillante que contiene el texto íntegro
de su opinión jurídica, junto con una fotografía a
colores del experto en jurisprudencia islámica, barbado y de lentes,
con todo y su firma autógrafa.
Con todo, otro prelado chiíta iraquí, Sabed
Hussein Sayed Ismael al-Sadr, ha exigido que los verdaderos creyentes combatan
a los "demonios, criminales, sionistas y cruzados". Puesto que Saddam ha
desarrollado el hábito de deshacerse de clérigos entrometidos,
el folleto sugiere que Al-Mudaress y Al-Sadr no tienen nada que temer del
líder supremo... mientras viva.
Entre tanto, los palestinos -que han enfatizado con razón
la íntima conexión entre la invasión estadunidense
de Irak y el despojo que Ariel Sharon hace de su pueblo en Cisjordania
y en Gaza- finalmente han encontrado una conexión física
entre ambos. Hace apenas tres días, un avión estadunidense
complació a los israelíes dejando caer una carga de bombas
de fragmentación en el pequeño suburbio bagdadí de
Al-Baladia, donde viven 10 mil civiles palestinos, casi todos sobrevivientes
o descendientes de los que huyeron de Palestina en 1948.
Por supuesto, cuando llegué a sus chozas tambaleantes
este fin de semana, encontré los restos usuales de armas estadunidenses,
entre ellos muchos trozos de metal aún con municiones enteras en
techos, balcones y patios, con tubitos negros sujetos con cintas; mujeres
vestidas con las tradicionales ropas palestinas mantenían a distancia
a los niños, y un hombre de mediana edad mostraba una chamarra de
la cual goteaba sangre. El dueño de la prenda estaba buscando a
sus niños cuando las bombas cayeron en cascada sobre Al-Baladia.
Era la historia de siempre: no, no era un blanco militar; no, no había
camiones del ejército en la parte trasera de las calles.
Había, en cambio, algunos depósitos militares
de gasolina enterrados en un campo polvoriento a unos 400 metros de allí,
y una bomba había estallado en el camino principal, entre los vehículos
y al-Baladia.
Claro, fueron los palestinos quienes pagaron el precio
y no pasaron mucho tiempo en captar el mensaje. "Sharon mata a nuestra
gente en Palestina y George W. Bush trata de ayudarlo matándonos
aquí", dijo Taheir al-Mahdi Ijzim. Su familia llegó de Haifa
hace 55 años. "¿Cree usted que no sabemos lo que esto significa?
Siete de los nuestros fueron heridos aquí por los estadunidenses
exactamente en la misma forma en los israelíes matan y hieren a
los nuestros en Palestina. Gracias, señor Bush. Ya entendimos."
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya