Silvia Ribeiro*
Un pequeño bang con enormes consecuencias
"ƑSabes?, šlas cosas van a ser muy diferentes!... No, de verdad, šmuy, muy diferentes!", comentaba a mediados de los años 80 Mark Miller a K. Eric Drexler, pioneros de la nanotecnología. Desde entonces, el avance de la nanotecnología ha sido vertiginoso, convirtiéndola en foco de atracción irresistible para los mayores intereses industriales del planeta, fundamentalmente estadunidenses. De ser considerada ciencia ficción hasta hace una década, ha pasado a ser una realidad contundente que mueve grandes capitales y afecta -o afectará- profundamente todas las ramas industriales y científicas. Los que conocen su potencial avizoran el nacimiento de la mayor revolución industrial de todos los tiempos. Sin embargo, la mayoría de las personas ignora incluso su existencia.
La nanotecnología es la manipulación de la materia a escala del nanómetro (la millónesima parte de un milímetro), es decir, a escala de átomos y moléculas. A esa escala, la materia puede cambiar sus propiedades físicas y químicas, por ejemplo el color, la conductividad eléctrica, la resistencia. En esta perspectiva se borra el límite entre lo vivo y lo no vivo: todo tiene átomos. Tal como en anteriores versiones de "átomos para la paz", sus más destacados proponentes prometen que esta tecnología nos va a liberar de casi todos los males: terminaría con la contaminación ambiental y la escasez de recursos (todo podría ser construido a partir de átomos ya existentes) y, por tanto, con la pobreza; encontraría la cura a las enfermedades y la mejor forma de administrarla al organismo; prolongaría la vida con nanorrobots que diagnosticarían enfermedades o desgaste de tejidos y los repararían; se crearían nuevos materiales, etcétera. Por supuesto, en ningún caso se dice que la pobreza y la desigualdad no son ni han sido nunca problemas tecnológicos.
Actualmente, el mercado mundial de productos nanotecnológicos tiene un valor de 45 mil millones de dólares anuales -según estimaciones de la Nano Business Alliance- producidos por más de un centenar de empresas, entre ellas DuPont, IBM, Hewlett-Packard, Toyota, Mitshubishi, L' Oreal y BASF. Incluye la fabricación de nanotubos de carbono y nanopartículas de decenas de elementos que son utilizadas en las industrias de la construcción, la farmacéutica, la cosmética, la alimentación y la agricultura. Además, existe copiosa investigación en aplicaciones militares y de vigilancia por parte del ejército y la armada de Estados Unidos.
El potencial de esta tecnología sola es enorme. Sin embargo, quizá lo más preocupante es la convergencia de ésta con otras tecnologías de punta y quiénes las controlan. Desde finales de 2001, el gobierno de Estados Unidos, por conducto de la Fundación Nacional de la Ciencia, ha promovido un foro de discusión y desarrollo de un proyecto de la dimensión del programa "Apolo" (a la Luna) o "Manhattan" (bomba atómica), titulado "Tecnologías convergentes para el mejoramiento del desempeño humano". Participan los científicos, militares, industriales y políticos de más alto rango de ese país. Su meta es combinar la biotecnología, la informática y las ciencias cognitivas (o neurales) con tecnologías atómicas a nano escala. Según el informe producido por el primer seminario realizado, fusionar esas tecnologías garantizará la dominación de Estados Unidos -tanto en lo militar como en lo económico e inclusive lo cultural- en el siglo XXI. La Fundación Nacional de la Ciencia se refiere a esta convergencia de tecnologías como NBIC (nano-bio-info-cogno), pero el Grupo ETC la llama BANG -bits, átomos, neuronas, genes-, porque la ambición de sus promotores es remodelar el universo a partir de la revolución nanoescalar. Un "pequeño bang", que como el Big Bang, recree el universo en clave de dominación.
Si el gobierno -militares y políticos-, la academia y la industria logran volver realidad esta teoría del pequeño BANG (ya presentaron informes de avance en un seminario en Los Angeles el 6 y 7 de febrero de 2003), las economías nacionales, el comercio y las formas de vida en los países tanto del sur como del norte, se verán profundamente afectadas. La integridad y la salud humanas -incluso la diversidad cultural y genética- quedarán atrapadas en manos de una tecnocracia con gran poder militar y económico. Esta tecnología también tendrá implicaciones profundas para la producción alimentaria del planeta.
La guerra no es ajena a este proyecto. Poco antes de convocar al primer seminario de NBIC-BANG, en 2001, Donald Rumsfeld advertía que "la revolución de la miniaturización, la informática, la biotecnología, la robótica y la nanotecnología, junto a las fuentes de energía de alta densidad dan un poder sin precedentes en las manos de estados pequeños y grupos terroristas." (AP, 7/6/2001) Lo que queda demostrado, salvo por lo de "pequeños".
* La autora es investigadora del Grupo ETC