COYOLXAUHQUI

Hace un cuarto de siglo, el 21 de febrero de 1978, un grupo de trabajadores de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro al ejecutar trabajos de excavación para instalar un transformador, se topó con una piedra labrada; no sabían de su magnitud, pero se dieron cuenta que podía ser un objeto prehispánico, y el hallazgo fue reportado al Instituto Nacional de Antropología e Historia.

El 28 de febrero de ese año se descubrió totalmente el monolito que permaneció ahí, bajo la tierra, durante más de 500 años. El rencuentro fue emocionante.

Podemos imaginar al escultor y sus ayudantes trabajar sobre la enorme piedra sensiblemente redonda; mide en su diámetro mayor 3.25 metros y en su diámetro menor 3.05 metros; pesa ocho toneladas y fue traída a Tenochtitlán desde una cantera distante.

Completar esta magnífica y colosal escultura fue tarea de muchas personas, dirigidas por el escultor. Seguramente presentó su proyecto trazado sobre papel amate; después de realizar una serie de dibujos su trabajo fue aprobado. Ingenieros de la época fueron designados para conseguir una piedra de gran tamaño y para idear el método para su transporte a la ciudad. Un conjunto de canteros se encargó de darle la forma general, se desbastó a partir de una piedra más grande, y se trajo a la ciudad por un conjunto especializado de trabajadores.

Trabajo cuidadoso

El escultor observó cuidadosamente la gran piedra, y ya colocada en su sitio definitivo, hizo los ajustes necesarios y procedió al trazo final cuidando los detalles y la escala. Un grupo de talladores expertos se dio a la tarea de labrar la piedra; se trabajó primero lo grueso, poco a poco se fue formando la figura, por último se afinaron los detalles y se procedió a pulirla. La pieza es digna de una diosa.

El escultor tomó cuidado en la representación de adornos y atributos que hicieran fácil para el ser común, distinguir al personaje representado. En los aretes se puede leer que corresponden a un personaje celeste, el símbolo significa luz astral; seguramente las serpientes la ligan con su madre la diosa Coatlicue. Su hermano y enemigo Huitzilopochtli había decapitado a Coyolxauhqui y al ser despeñada se desmembró.

La escultura, aunque dramática, trata respetuosamente a la diosa; no hay sangre ni está deformada, por ejemplo. La idea de incluirla en un círculo hace más difícil la representación. Las proporciones son armónicas y está considerada actualmente en el mundo, uno de los monolitos relevantes del arte mexica. Está ricamente adornada, va desnuda y por su pequeña papada se cree que es una mujer madura, pero joven; por los pliegues en el abdomen y los senos llenos se le reconoce como mujer recién parida.

En Náhuatl

coyol = cascabel

xayacatl = rostro

tlapaquia, palabra relacionada con pintarse.
 
 

Coyolxauhqui posiblemente tiene los cascabeles pintados en las mejillas, y en sus representaciones le sirven de atributo distintivo.

De la época III A

Sin embargo, estos detalles no los narra la tradición, por lo que estimo que esa fue la concepción del artista sobre la diosa. Se debe recordar que las mujeres muertas durante el parto se convertían en deidades.

Escultóricamente, este relieve tiene un tratamiento de placa, semejante al de la piedra del sol, también conocido como calendario azteca; tengamos en cuenta que otros grandes monolitos se encuentran labrados por todas sus caras.

Se localizó al centro del pie de la escalera (época tercera), del adoratorio dedicado al dios Huitzilopochtli en el Templo Mayor; al continuar los sondeos de los arqueólogos, se en-contró sobre un piso más bajo de estuco correspondiente a la época III A, otra representación de la diosa, debajo del gran monolito. A esta representación la dejaron en su lugar, es de tezontle y estuco, y se le nombró Coyolxahuqui II.

Existe otra representación, en piedra verde, de la cabeza de la misma dio-sa que se en-cuentra en la sala mexica del Museo Na-cional de An-tropología; tiene también cascabeles en las mejillas y según se puede leer en el signo redondo de donde cuelgan, son de oro.
 


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