Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 28 de marzo de 2003
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Espectáculos

Leonardo Garcia Tsao

La cruda realidad

Concluida ayer, la 18 Muestra de Cine Mexicano en Guadalajara llevó por imagen emblemática un proyector en forma de botella de tequila. Ahora es tiempo de reponerse de los efectos de una borrachera de proyecciones, cocteles, presentaciones de libros, homenajes y otros festejos. Y de consternarse sobre el pobre estado del cine mexicano, en general. En esta ocasión lo más sobresaliente fueron los documentales, en particular los dirigidos por mujeres: La pasión de María Elena, de Mercedes Moncada, y Recuerdos, de Marcela Arteaga. Aunque me faltó por ver un par de títulos de ficción, me arriesgaré a afirmar que, entre lo nuevo, El misterio del Trinidad, de José Luis García Agraz, fue el único ejemplo de un cine personal filmado con destreza técnica y honestidad emotiva.

En el segundo año bajo la dirección de la tapatía Kenya Márquez, se han repetido errores de la edición anterior. Se sigue confundiendo la cantidad con la calidad, al programarse un número de películas excesivo en relación con el público interesado. Fuera de las secciones llamadas oficiales, el programa no pareció llamar la atención del respetable aun cuando se trataba de estrenos de directores prestigiosos como Todo o nada, del inglés Mike Leigh, o Juntos, del chino Chen Kaige. Me imagino que la asistencia para la retrospectiva chilena fue aún más escasa.

Más grave es la carencia de un criterio para la programación del mismo cine mexicano. Nadie podía explicarse la inclusión de El crimen del padre Amaro en la competencia. Obviamente una película con tanto reconocimiento previo no puede concursar en igualdad de circunstancias.

Asimismo, el reglamento de selección es bastante flexible, según se vio en los días previos a la muestra. Por ejemplo, Mónica y el profesor, ópera prima de Héctor Bonilla, fue aceptada, rechazada y vuelta a aceptar en la competencia. El comité de selección se manejaba como una especie de mafia rusa, sin revelar los nombres de sus integrantes, lo cual da imagen de todo menos de transparencia.

Si bien la sección iberoamericana sí consiguió reunir títulos representativos del año pasado, el ecléctico rubro de "especiales" reunía tanto los ya mencionados estrenos extranjeros como injustificadas funciones de medianoche (La comunidad, de Alex de la Iglesia, ya se exhibe en un canal de cable a cualquier horario; Fuego, de la canadiense Deepa Mehta, es una mediocridad de š1996!), documentales variopintos, cintas mexicanas ya vistas (Zurdo, de Carlos Salces) o rezagos que nadie ha querido exhibir (Sofía, de Alan Coton). No se puede encontrar ningún criterio unificador fuera de la estrategia del relleno.

Por otro lado, la iniciativa de crear un mercado de cine iberoamericano es loable siempre y cuando se mejoren algunos aspectos. La abundante presencia de compradores extranjeros fue una novedad positiva. Sin embargo, las condiciones favorables de su invitación hicieron surgir un inevitable sentimiento de ninguneo entre los nacionales. Escuché a varios distribuidores locales quejarse de ser tratados como ciudadanos de segunda, cuando en realidad son quienes más compran en el mercado latinoamericano.

La venta de un catálogo del mercado plagado de errores, a cien pesos el ejemplar, fue otro detalle revelador de una especie de mentalidad mercachifle. En todos los mercados cinematográficos del mundo se reparte en forma gratuita, pues es un instrumento de promoción. (Por cierto, el reverso del gafete de acreditación portaba una leyenda de que, en caso de pérdida, la reposición del mismo costaría 250 pesos. En festivales tan estrictos como Berlín o Cannes eso no se cobra).

El trato hospitalario a los invitados y la conocida cordialidad mexicana -hay que asistir a un festival francés para revalorarla- ciertamente hacían llevaderos los retrasos en las proyecciones, las funciones pospuestas, los cambios de última hora. En cambio, lo que sí era molesto era la mecánica para asistir a funciones públicas: el interesado debía hacer turno para solicitar un cupón, firmar de recibido y luego formarse en la taquilla para canjearlo por un boleto, con la posibilidad de que las localidades estuvieran agotadas si se trataba de un estreno mexicano. Los invitados son profesionales de la industria y no acuden a las salas para entretenerse, sino por razones de trabajo. Y la muestra debe procurar que puedan hacerlo sin trabas burocráticas.

El hecho de que una de las figuras homenajeadas en la muestra haya sido el fallecido crítico e historiador Emilio García Riera vuelve aún más objetable la chapucera edición del catálogo oficial. Si algo valoraba Emilio era el rigor y la precisión al documentar películas, por lo que esa publicación le hubiera provocado un coraje entripado o un ataque de risa. Imposible leer los textos en inglés sin poner cara de what? Por ejemplo, la ficha curricular de Héctor Bonilla se refiere a él con el pronombre it, convirtiéndolo en animal, mineral o vegetal. ƑNo hay nadie en toda la organización de la Universidad de Guadalajara y anexas capaz de escribir en un inglés elementalmente correcto?

No obstante sus ambiciones de crecer, la muestra seguirá pareciendo un evento provinciano mientras no supere todos esos aspectos indicativos de improvisación, ineficiencia, de un mexicanísimo "ahí se va".

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