José Cueli
Descubrir, no revelar
Ya lo decía Octavio Paz en Corriente alterna: ''Después del desengaño de las ciencias y la técnica el hombre busca una poética. No el secreto de la inmoralidad: la fuente de la vivacidad, el choque que funde vida y muerte en una sola imagen erguida... El hombre de la técnica es una mezcla de Prometeo y Sancho Panza. Es el americano típico, un titán que ama el orden y el progreso, un gigantón fanático que venera el hacer y nunca se pregunta qué es lo que hace y por qué lo hace. No conoce el juego, sino el deporte. Arroja bombas y envía mensajes el día de las madres. Cree en el amor sentimental y su sadismo se llena de higiene. Arrasa ciudades y visita siquiatras. Sigue atado al cordón umbilical y es explorador del espacio exterior. Progreso, solidaridad, buenas intenciones y actos execrables. No es el hombre de la desmesura, es el desaforado".
Los logros materiales han sacrificado en forma dramática al hombre interior. Ese hombre interior que no aparece en las imágenes televisivas de la guerra en Irak.
El legendario fotógrafo Robert Capa -me comenta Haroldo Dies, médico y fotógrafo- uno de los fundadores de la agencia Magnum, antes de morir advirtió de los peligros de la televisión para el fotoperiodismo y la fotohistoria; es que las imágenes televisivas, cuando son censuradas o manipuladas, no pueden convertirse en memoria colectiva.
Capa detestaba la guerra, pero siempre vivió inmerso en ella. La guerra le había arrebatado el amor de su vida y en la guerra encontró su muerte. Sus fotografías de la Guerra Civil española siguen conmoviendo porque, con fuerza extraordinaria, muestran la verdadera cara de la guerra y el valor indómito de la vida humana.
Esos documentos gráficos en los que mediante la cámara se alinean el ojo, el corazón y la cabeza. Capa siempre fue un fotógrafo de personas y es precisamente su proximidad a los seres humanos que se encuentra en situaciones extremas lo que hace que sus fotos sean memorables y exalten. John Steinbeck decía que ''una guerra... es en gran parte una emoción" y que Capa ''podría mostrar el horror de un pueblo entero en la cara de un niño", porque ''su cámara captaba y sostenía la emoción".
Esta dramática emoción centrada en el ser humano, que también encontramos en algunas obras de arte, como Los fusilamientos del 3 de mayo, de Goya, o El Guernica, de Picasso, no la hemos visto todavía en las imágenes que nos llegan desde Irak. Los hombres, las mujeres, los niños, los ancianos que hoy son víctimas de las armas de destrucción masiva made in USA no son enemigos sin rostro. Son nuestros hermanos. Ya lo dijo Miguel Hernández: ''Tengo un hermano en el frente/ que tú no conoces madre/ que el hermano que ahora tengo/ no lleva tu misma sangre". La tecnología sacrifica al hombre interior y sus emociones.