ECONOMIA MORAL
Julio Boltvinik
Fascismo sin máscaras
Hiroshima y Auschwitz, símbolos del siglo XXI
Fascismo, rasgo permanente del capitalismo
La economía moral es convocada a existir como resistencia a la economía del "libre mercado": el alza del precio del pan puede equilibrar la oferta y la demanda de pan, pero no resuelve el hambre de la gente
LOS ESTADOS DE bienestar (EB) han sido, con toda su diversidad, la mejor cara del capitalismo. Los ataques al estado del bienestar provienen de la nueva derecha. Los brillantes corresponsales de La Jornada en Washington, Jim Cason y David Brooks, señalaron en estos días que, en comparación con la guerra contra Irak, "hay menos atención a la guerra contra los pobres en EU y los planes de la Casa Blanca para restructurar, privatizar y reducir grandes segmentos del gobierno federal" (La Jornada, 26/03/03, p. 11). Estados Unidos es, de todos los países del primer mundo, el que tiene un EB menos desarrollado, al que Gösta Esping Andersen clasifica como el ejemplo típico del modelo liberal residual de EB, por lo que el nuevo ataque de Bush al escuálido EB de EU amenaza con desaparecerlo. Lo planteado por Bush es monstruoso: recortes impositivos por 500 mil millones de dólares para quienes ganan más de 200 mil dólares anuales (los muy ricos), aunados a una reducción masiva (por 475 mil millones de dólares) en los gastos de "asistencia médica para ancianos, programas para niños, educación, alimentos para los necesitados y medidas de protección ambiental". Pero la cosa es más grave, según los corresponsales, puesto que las "reducciones impositivas son parte de un plan presupuestal radical preparado por Bush y que se espera será aprobado por el Congreso en los próximos días", mediante el cual en unos años más "el gasto federal para educación -desde siempre un objetivo de los republicanos- sería abolido, también el gasto para programas de apoyo a los pobres, servicios de salud para ancianos, al igual que otros servicios gubernamentales básicos". Naturalmente este achicamiento y privatización del Estado no afectaría al gasto militar, que absorbería al menos 50 por ciento del gasto federal. Poco después de haber planteado los recortes, Bush envió una solicitud de aumento al gasto militar para financiar la invasión a Irak, por 78 mil millones de dólares, sólo para el ejercicio fiscal en marcha. El New York Times llamó a todo este paquete "conmoción y pavor presupuestal". George W. Bush no sólo ha combatido en el exterior a dos de los pueblos más pobres del mundo (Afganistán e Irak), sino que ha puesto en marcha una guerra contra los pobres de su país, que son varias decenas de millones, al mismo tiempo que beneficia drásticamente a los más ricos. La nueva derecha, cínica y ensoberbecida.
EN LA ENTREGA anterior (Economía Moral, 21/03/03) cité la tesis de Luis Arizmendi sobre la "reconfiguración fascista del capitalismo contemporáneo", contenida en la primera parte de un artículo suyo. Generosamente, el autor me ha dado acceso a la segunda parte, que está en prensa.1 En él desarrolla y fundamenta, a varios niveles de análisis, tal tesis. Empieza citando un libro de título muy impactante, Auschwitz, Ƒcomienza el siglo XXI?, de Carl Amery, Fondo de Cultura Económica, Madrid, 2002. Dice Arizmendi refiriéndose al libro:
"Negándose radicalmente a aceptar aquella perspectiva construida por el discurso historiográfico oficial sobre Auschwitz, el movimiento nazi y el fenómeno Hitler, que demagógicamente los reconoce como un acontecimiento sórdido y ominoso pero rápidamente los reduce a un suceso puramente accidental, es decir, a una terrible pero contingente pesadilla por entero ajena a la lógica del mundo moderno..., Carl Amery... analiza los impactos del desarrollo tecnológico y la crisis ambiental en el mundo social moderno para explorar las condiciones de posibilidad que en el siglo XXI vienen sentando las premisas que perfectamente podrían propiciar la re-edición histórica del programa hitleriano aunque bajo otra forma."
ARIZMENDI RAPIDAMENTE DETECTA la debilidad del análisis de Amery que adjudica a la modernidad en general la lógica propia de la modernidad específicamente capitalista y a la reproducción procreativa del sujeto social las leyes maltusianas de expansión y confrontación poblacional. Es la modernidad específicamente capitalista, de ninguna manera la modernidad en general -señala Arizmendi-, la que se rige por el principio de una modernidad depredatoria. La modernización tecnológica subsumida realmente por la acumulación capitalista es la que hace que, en vez de servir al mejoramiento universal de la vida, cada paso adelante en la innovación tecnológica genere la expulsión, hacia las filas de la población sobrante, a cada vez mayores sectores de la población mundial. El capitalismo no puede permitir la realización de la abundancia, añade nuestro autor en otra parte, ya que permitirla significaría el derrumbe de su poder. Sólo reinstalando una y otra vez la escasez, de forma necesariamente artificial y cada vez más violenta -precisamente porque cada vez es mayor el desarrollo tecnológico-humano al cual hay que contener-, es que puede persistir y desplegar su apuntalamiento epocal.
ESTA LECTURA CRITICA le permite a Arizmendi replantear la "penetrante interrogante" de Amery de la siguiente manera:
"ƑAuschwitz y, más aún, Hiroshima y Nagasaki son los nombres de sórdidos acontecimientos presuntamente "accidentales" o "excepcionales"... ajenos a la lógica de la modernidad específicamente capitalista... y, en este sentido, constituyen sucesos de un pasado destinado a ser irrepetible? ƑO... son los nombres emblemáticos del cercenamiento y del horror sobre el cuerpo social que está dispuesto a desplegar el capitalismo histórico con tal de apuntalar su poder planetario y, en este sentido, constituyen el anuncio de mutilaciones aún peores?"
ARIZMENDI VE UN capitalismo oscilante entre la democracia liberal y la modernidad fascista, oscilaciones que asocia con diferentes circunstancias de la disidencia o la resistencia. Pero para ver el rostro fascista del capitalismo es necesario, argumenta Arizmendi siguiendo a Amery, someterlo a un proceso de deconstrucción, que explica como destrucción y reconstrucción, de tal modo que pueda reconocerse su presencia debajo de sus metamorfosis contemporáneas. El fascismo, señala el profesor del Politécnico Nacional, Luis Arizmendi, puede o no establecer políticas antisemitas, puede o no re-editar los campos de concentración, incluso puede no instalar una estructura nacional despótico-corporativa que haga operar a los capitales según el diseño de un plan totalitario elaborado e impuesto por el Estado. La esencia social del fascismo la encuentra Arizmendi en la "asunción activa de la mutilación y la depredación social para apuntalar el poder capitalista de nuestra época", mientras que la clave política de la existencia del Estado fascista, entendido como el Estado que hace del terror el principio sistemático del ejercicio de su poder, reside justo en la existencia de una sociedad aterrada que busca y exige una (seudo)protección. Lo que están haciendo la dupla Bush-Blair en Irak, y lo que quiere hacer Bush en EU con sus recortes al gasto social, son todas mutilaciones y depredaciones sociales emprendidas en el favorable ambiente de terror creado por el 11 de septiembre y estimulado constantemente por el gobierno de Estados Unidos y por los mass media que repetitivamente sostienen que un atentado terrorista con armas químicas y biológicas es inminente. La definición social del fascismo se cumple, y la clave política de su existencia también. Por ello la conclusión de Arizmendi es correcta: se ha instalado ya una reconfiguración tendencialmente fascista del Estado estadunidense.
CADA VEZ SON más las sospechas que se acumulan en torno al significado histórico del atentado a las Torres Gemelas, señala Arizmendi. Cita dos libros recientes, uno de Thierry Meyssan, que concluye que en el Pentágono no se estrelló ningún avión, sino más bien un misil; y otro de Chossudovsky que muestra que los Servicios de Inteligencia de Pakistán (estrechamente ligados a la CIA) otorgaron financiamiento a Mohammed Ata, el líder de los atentados. Esta línea de investigación, descubierta por la FBI, fue curiosamente abandonada.
LA INVASION DE IRAK sería, en este marco, el inicio de una guerra planetaria, la tercera guerra mundial, cuyas siguientes etapas pasarían por Irán, Siria, Libia, Corea del Norte. Se trataría del establecimiento de un régimen violento de dirección planetarizada, un poder fascista como planet manager. Pero para descifrar tal poder es necesario entender, nos dice Arizmendi, la nueva magnitud de poder económico-político que la mundialización capitalista viene edificando desde 1989. Nuestro autor termina esta larga y rica sección sobre la deconstrucción del fascismo, citando a Umberto Eco y su concepto de urfascismo como totalitarismo difuso. Es decir, el fascismo, aunque varíe sus medidas y configuraciones, constituye un fenómeno eterno o permanente del poder moderno, que persiste en medio de complejas y contradictorias metamorfosis que le permiten no ser nítidamente reconocible mientras se mantiene al acecho buscando crecer.
EN EL RESTO de este complejo y muy bien informado ensayo, Arizmendi analiza la revolución tecnológica como fundamento de la nueva fase del poder capitalista planetarizado. Conviene dejar la exposición detallada de esta parte para otra ocasión y dedicar el espacio restante a algunas reflexiones sobre la invasión a Irak.
EN PRIMER LUGAR, las fotos muestran sin lugar a dudas que la población iraquí está en contra del invasor y que defiende su patria. La ilusión de Bush de que las tropas se iban a rendir sin combatir, o que incluso se iba recibir a los estadunidenses como se les recibió en Europa en la Segunda Guerra Mundial, como los libertadores, es la ilusión de la ignorancia y la ideología. Es sorprendente que algunos iraquíes estén regresando desde el exterior a defender su país. En segundo lugar, lo que no está pasando en Irak (las cosas podrían ser mucho más graves, y en lugar de centenares de muertos estaríamos hablando de decenas de miles) se debe, en parte, a los límites que a los actos militares ha impuesto la resistencia mundializada a la guerra (tanto de personas como de gobiernos). La estrategia de ataque no ha estado orientada a destruir la infraestructura básica, a dejar sin electricidad y agua a la población, a bombardear indiscriminadamente las áreas habitacionales. Esto explica, en parte, la importante resistencia iraquí. En tercer lugar, no se han desatado movimientos oportunistas para la toma del poder local, derrocando a Hussein. En cuarto lugar, el costo de la guerra crece, mete en serios problemas fiscales a EU y pone en evidencia que el planet manager tiene restricciones financieras.
SI LA RESISTENCIA militar en Irak continúa siendo muy fuerte, los comandos invasores se verán atrapados en un dilema: o se declaran incapaces de vencer al ejército de Hussein y se retiran, lo que sería un desastre total para Bush y, por tanto, impensable, o se intensifican las acciones y se empieza a destruir masiva e indiscriminadamente a Irak, sobre todo a Bagdad. Esto, sin embargo, acrecentaría las protestas mundiales, pondría en peligro el apoyo doméstico a Bush e incrementaría el costo de la guerra. La tercera opción, prolongar la guerra indefinidamente, tampoco sería salida. Parecería que en este escenario Bush siempre pierde, haga lo que haga. Su única salida es que ocurra de milagro un atentado terrorista fuera de Irak o un ataque con armas químicas o biológicas al ejército invasor, acciones que justificarían a los ojos de la opinión pública la intensificación de la guerra.
1 Luis Arizmendi, "La globalización como mito y simulacro histórico". La primera parte salió publicada en el número 2 de Eseconomía, (revista trimestral de la Escuela Superior de Economía del IPN), invierno 2002-2003. La segunda parte, que cito hoy con amplitud, será publicada en el número 3 (primavera 2003) de la misma revista.
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