Contundente despliegue técnico y artístico,
anoche, en la primera función
Aplausos y encantamiento en el estreno de El oro
del Rhin, en Bellas Artes
Apego del director escénico Sergio Vela a los
patrones clásicos de la tragedia griega
ANGEL VARGAS
Anoche ocurrió el estreno en Bellas Artes de El
oro del Rhin, ópera de Richard Wagner con la que se inicia en
México la puesta en escena de su legendaria tetralogía, en
el marco del Festival del Centro Histórico y en medio del tronido
de las salvas de aplausos de aprobación y el encantamiento por un
montaje que por momentos resulta alucinante.
La propuesta escénica de Sergio Vela está
definida por su apego a las formas clásicas de la tragedia griega,
entre otros elementos con el uso de coro, representado por la orquesta,
así como con el empleo de máscaras por los cantantes.
Tal es la manera, de hecho, en que el compositor alemán
concibió originalmente esa obra, al igual que las tres restantes
que en su conjunto integran la tetralogía El anillo del Nibelungo,
y tal es también la tónica que marcará el trabajo
del director escénico mexicano a lo largo de esa saga que culminará
con El ocaso de los dioses, en 2006.
Elementos contemporáneos
Apegarse
a los patrones clásicos, sin embargo, no significa que el planteamiento
de Vela esté desprovisto de elementos, recursos y herramientas contemporáneos,
como son el aprovechamiento del video, imágenes por computadora
y un atrevido juego de luces, a cargo este último de Víctor
Zapatero.
A lo anterior debe sumársele una escenografía,
original de Jorge Ballina, cuyo eje principal es una pantalla circular
de más de 10 metros de diámetro en cuyo interior se desarrollan
todas las acciones de la puesta, siendo la primera debajo del agua y las
tres escenas posteriores sobre paisajes de tipo rocoso, como cuevas y peñascos.
El despliegue técnico es titánico, con más
de medio centenar de movimientos de plataformas, los cuales se hacen durante
el transcurso de las dos horas y media continuas de la obra, sin que la
mirada pueda apreciarlos más allá del cambio repentino de
ambientes y vistas.
Sin situarse en una época en particular, el vestuario
-realizado por Violeta Rojas- reafirma el carácter abstracto del
montaje, con su apariencia acaso futurista que, con los disfraces (por
ejemplo, de los gigantes y los nibelugos), el maquillaje y el diseño
de las máscaras, está a la altura de un buen filme de ciencia
ficción.
Otro recurso escénico contemporáneo de El
oro del Rhin es el uso que el director hace al principio de la obra
de una coreografía de danza aérea, como lo hizo en Macbeth,
de Verdi, su anterior montaje.
En esta ocasión, Vela se vale de ese recurso para
simular que las tres ondinas (personificadas por las mezzosopranos Verónica
Alexanderson y Encarnación Vázquez, así como por la
soprano Lourdes Ambriz ) nadan debajo del río Rhin custodiando un
fragmento de oro mágico que finalmente será robado y con
el cual se fabricará el anillo que da nombre a la tetralogía
wagneriana.
Las intérpretes muestran grandes dotes no sólo
vocales, sino físicas para ejecutar una serie de complicadas evoluciones
en el aire, sostenidas por arneses y en medio de un fondo que simula las
aguas ribereñas, merced a una proyección de video.
La primera de las cuatro funciones de El oro del Rhin,
efectuada ante un pletórico Palacio de Bellas Artes, no demeritó
en nada la envergadura colosal de esta ópera, por el contrario,
en términos escénicos, interpretativos y musicales fue contundente,
estremecedora, apabullante, como es la naturaleza de la obra misma.
La actuación del bajo barítono Stephen West,
como Wotah, el padre de todos los dioses, es altísima, al igual
que la de Jünger Linn, quien con su voz cavernosa y profunda encarnó
al enano Alberich, personaje que hurta el oro, fabrica con él un
anillo y renuncia al amor con tal de convertirse en el amo del mundo.
Estruendosas y prolongadas fueron las ovaciones al terminar
la función. Tal reconocimiento fue compartido también por
la mezzosoprano Barbara Dever, por su interpretación de Fricka;
el tenor Pierre Lefebvre, quien representa a Loge, el barítono Jesús
Suaste, en el papel de Donner, y en general los demás cantantes
que intervienen en la obra.
La Orquesta del Teatro de Bellas Artes, que para esta
producción tuvo que contratar a una veintena de músicos extra,
también estuvo más que a la altura del dramatismo, la contundencia
y la rigurosidad de la partitura wagneriana, bajo la magistral batuta del
italiano Guido Maria Guida.
Restan tres funciones de El oro del Rhin en el
Palacio de Bellas: los días 23, a las 17 horas, el 25 y el 27 a
las 20 horas.