Jaime Martínez Veloz
ƑQuién sigue?
El momento del horror llegó, se puso en marcha la máquina de destrucción y muerte más poderosa que ha conocido la historia de la humanidad, por lo que la incertidumbre y el temor se adueñarán de todo durante tiempo indefinido.
Con la decisión unilateral y bárbara de aplastar a Saddam Hussein, se han cancelado las instancias de racionalidad que, aun con fragilidad y defectos, pudieron impedir el holocausto atómico en el negro y largo periodo de la guerra fría.
Este solo hecho trasciende la atrocidad que se está cometiendo, porque semeja el anuncio de que a partir de ahora a la dependencia económica y la subordinación nacional se añade la amenaza del aniquilamiento para todos aquellos que no coincidan con los intereses de Estados Unidos y su manera de entender las relaciones entre desiguales.
Casi sorpresivamente, provocando el pasmo mundial, George W. Bush demuestra con arrogancia insolente que los mecanismos de contención a las decisiones unipersonales desquiciadas no han funcionado en la democracia estadunidense y que fracasaron en los foros acordados internacionalmente.
Es imposible minimizar la deslumbrante conversión del terrorismo en una comprobada amenaza para todos, el 11 de septiembre de Nueva York lo demuestra, como irresponsable sería no advertir la probada disposición genocida de Hussein; hasta antes del brutal desbocamiento belicoso de Bush, había esperanza de que mediante la multilateralidad responsable se estaría en condiciones de combatirlo con eficacia hasta que fuera desechado por quienes lo utilizan.
Hoy ya no existe esa esperanza y a la tecnología de muerte más sofisticada que ha conocido el hombre, se le planta enfrente la disposición de incendiar el mundo indiscriminadamente enarbolando el desprecio a la vida y el odio de la venganza, aun contra aquellos que no han cometido agravios.
A la corta y a la larga nada se puede frente a quien tiene la determinación fanática de morir; esa es la insuperable fragilidad del imperio estadunidense y sus antecesores.
Si no es modificada la trayectoria de los acontecimientos, la humanidad encarará el peligro de un dislocamiento sin precedente en las convenciones y acuerdos que hasta ahora habían impedido el arrasamiento de sus más caros valores y legados culturales, iniciándose una larga noche de terror y muerte.
Ante semejantes premoniciones carecen de sentido los reproches y maniobras coyunturales de la política doméstica, legítimas en la contienda diaria, pero de dimensión incomparable con lo que hoy está en juego.
Nadie duda de que el requisito inicial es la unidad nacional; si no se cumple corremos el peligro de que pronto nos alcance la voracidad de quien, de una u otra manera, ya nos ha hecho advertencias amenazantes, pero esta unidad no debe ser ingenua, como tampoco incondicional el apoyo que se otorgue al Presidente de la República para que mantenga con firmeza la integridad nacional y la independencia de la República.
Las circunstancias y el interés nacional demandan asumir la gravedad de la investidura de Presidente de la República y la trascendencia de su protesta de cumplir y hacer cumplir la Constitución.
Si en otras ocasiones ha incurrido en ligerezas, algunas sancionables, haciendo prevalecer sus rasgos personales por encima y a pesar de su cargo, debe saber que ahora está en la obligación de actuar con responsabilidad republicana, mesura y solidez por el bien de todos los mexicanos. La locura de Bush no tiene límites, después de Irak Ƒquién sigue? ƑCorea del Norte o Cuba?
México no es la excepción, ya el gobierno de Estados Unidos ha dicho que se lamenta la posición de nuestro país. En reciprocidad nosotros también se la mentamos
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