ASTILLERO
Julio Hernández López
El amor en tiempos de cóleras
La segunda luna de miel (y sus peligros)
Las pantallas de la República
EL PRESIDENTE DE la República vive una segunda luna de miel política. Los dirigentes de los partidos opositores y la Cámara de Diputados le reconocen la manera como resistió las presiones estadunidenses que buscaban alinearlo rumbo a Irak. El pueblo en general (el "círculo verde", según las teorías foxistas de compartimentación de la opinión pública) y los segmentos que sistemáticamente lo critican (el "círculo rojo") aprecian el hecho esencial de que el jefe del Estado mexicano no esté convertido hoy en una marioneta movida desde Washington. En cuanto pueda comenzar a moverse con seguridad entre las masas, Vicente Fox habrá de cosechar el aplauso de la gente a la que el gesto pacifista podría restituir parte del encanto original del derrocador de dinosaurios (encanto muy maltratado a lo largo de dos años de decepciones).
EL PROBLEMA DE las lunas de miel (como todo mundo sabe, incluso los casados) es que no son ni pueden ser eternas y que, por el contrario, a los endulzamientos iniciales sigue inevitablemente la adaptación (las más de las veces difícil) a la realidad y sus mil detalles cotidianos, que con frecuencia acaban transformando los sueños amorosos en pesadillas prolongadas. Ya Vicente Fox ha sabido de la cruel conversión de la miel en hiel, a extremos tales que a los ojos de especialistas en asuntos de la conducta pareciera que el Presidente de la República hubiese sido afectado de males de depresiones y abulia que habrían abierto el camino a personajes (y, sobre todo, personajas) deseosos de ocupar esos espacios desperdiciados.
HOY, EN EL disfrute pleno de la segunda edición de esos platillos azucarados, el presidente Fox debería tomar nota del proceso que lo llevó en ocasión anterior a desencuentros amargos, y tener muy claro que las elevaciones en política suelen ser circunstanciales, efímeras y costosas. Aunque parecería innecesario apuntarlo así, ha de recordarse que la congregación de fuerzas alrededor del Presidente de México corresponde a una coyuntura específica, irrepetible y, sobre todo, necesariamente breve. Hoy se celebra el hecho de que el presidente Fox haya sabido jugar con sus piezas aparentemente contradictorias o poco especializadas (se habla de Adolfo Aguilar Zinser y de Luis Ernesto Derbez, en ese orden), y con el reloj neoyorquino del Consejo de Seguridad, para fijar una postura de no a la guerra que no llegó a ser expresada oficialmente pero sí asentada políticamente.
LOS ASEGUNES (el arranque de la vida doméstica luego del viaje nupcial), sin embargo, ya están a la vista, y con ello la textura azucarada del pastel de bodas comienza a resquebrajarse. Bien que México haya dicho no a la guerra, pero hoy, hoy, hoy, el riesgo político es que a cambio de esa postura pacifista (que buenos dividendos electorales y personales le está dando a Vicente Fox) el gobierno federal pretenda compensar o restituir a los vecinos peleoneros mediante la cesión de facultades, espacios o funciones para que el interés estadunidense se sienta apapachado. En la edición de hoy de La Jornada, Hermann Bellinghausen da cuenta de los vuelos militares estadunidenses en la frontera sur, mientras en Tamaulipas los cuerpos policiacos estarían descuidando la protección de los capos locales de la droga y estarían siendo "auxiliados" por especialistas gringos para atender los indicios de que seis iraquíes con sustancias tóxicas para ataques terroristas estarían tratando de ingresar al imperio en guerra (ya el jueves se dio cuenta aquí, además, de la forma como Los Pinos y Tlatelolco estarían obedeciendo a pie juntillas las instrucciones del Departamento de Estado del país de al lado).
CONVERTIR LA POSTURA pacifista, hasta hoy tan aplaudida, en cortina de humo que permitiera disfrazar otras formas de entreguismo, sería una trampa que no tardaría en delatarse. La unidad nacional en torno del coordinador de las instituciones públicas se ha dado bajo el supuesto de que su postura frente al conflicto desatado por Estados Unidos es genuina y tendrá congruencia, pero la luna de miel podría convertirse en duro amanecer durmiendo en el sofá si se comenzara a descubrir que en realidad hubiera sido un simple acompasamiento de la postura presidencial a los requerimientos de las encuestas de opinión pública o, aún peor, que todo hubiera sido un montaje pensado en función de darle al propio gobierno foxista un mayor margen de maniobra para así amoldarse a los requerimientos subsecuentes del vecino en guerra.
ASTILLAS:REPUBLICA DE PANTALLA ha intitulado Jenaro Villamil la columna que publica en La Jornada, en la que se analizan especialmente, pero no exclusivamente, asuntos de los medios de comunicación y su impacto en la vida pública del país. El gobierno federal pareciera hacer suya esa denominación, pues el ejercicio político de Los Pinos es entendido principalmente como asunto de pantallas: en ellas (y en la radio), por ejemplo, promete que ya no hará difundir una campaña de propaganda con la que pretendía demostrar la preocupación del Presidente de la República por los asuntos campesinos y los beneficios que el Tratado de Libre Comercio les ha traído, ya que entienden que esas maniobras mediáticas desacreditan y contradicen las discusiones que organizaciones campesinas tienen con Los Pinos y sus funcionarios, y que aún no llegan al edén planteado en horarios propicios. Ayer el propio gobierno acordó suspender, a partir de este domingo venidero, esos malabares televisivos y radiofónicos. Otras pantallas, en cambio (y también medios radiofónicos y escritos), recibirán pronto emocionados encargos mexicanos, pues en Estados Unidos habrá toda una acometida de anuncios que tratarán de disolver los sedimentos negativos que el no a la guerra hubiera dejado entre los gringos... Y mientras en el PRD terminan por definir sus listas de candidatos a diputados federales, entre las que el tecleador encontró un nombre conocido del que el próximo lunes les platicará, hasta aquí, por esta semana juarista...
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