La validación de las elecciones enrarece más el ambiente en la localidad mexiquense
No dejaremos entrar a los priístas al pueblo, advierten campesinos de Atenco
Lugareños denuncian incumplimiento de las autoridades locales y federales
MARIA RIVERA ENVIADA
San Salvador Atenco, Mex,, 19 de marzo. Tras la decisión del Consejo General del Instituto Estatal Electoral del Estado de México de validar los comicios del pasado 9 de marzo en este municipio, la confrontación entre priístas -cuyo representante recibió la constancia de mayoría- y el frente de Pueblos por la Defensa de la Tierra (FPDT) -que impidió la instalación de la mitad de las 36 casillas con que cuenta la demarcación- parece inminente.
Aunque PAN y PRD anunciaron que impugnarán los comicios ante el Tribunal Estatal Electoral, parece poco probable que este órgano desconozca el triunfo de Pascual Pineda Sánchez, candidato de la Alianza para Todos (PRI-PVEM). Ante este panorama, el movimiento campesino anunció que definirá en asamblea las acciones a seguir, pero que desde ahora ya puede dar un adelanto de su posición: "no vamos a dejar entrar a los priístas a Atenco en caso de que lo intenten", anunció la dirigente América del Valle.
"La movilización que realizamos", explicó Ignacio del Valle, líder del FPDT, "fue la última salida que nos dejaron tanto el gobierno estatal como federal. Desde hacía mucho tiempo les habíamos advertido que si no daban marcha atrás con los procesos penales que se les siguen a 50 de nuestros compañeros a consecuencia de las protestas que realizamos contra el decreto expropiatorio -para construir el nuevo aeropuerto-, impediríamos las elecciones. En cuanto se levanten los cargos en nuestra contra, respetaremos el derecho que tiene la ciudadanía de ir a los comicios. Estamos abiertos al diálogo y sólo esperamos que se pongan en contacto con nosotros."
-ƑY en caso que el TEE declare válidas las elecciones?
-Ya planteamos lo que teníamos que decir, ahora le tocará al pueblo decidir lo que hay que hacer.
-El PRI va a estar ahí.
-Nosotros también. Pero no caeremos en actos de provocación, que es lo que está buscando el gobierno del estado de México, enfrentarnos con nuestra propia gente.
El de San Salvador Atenco parece uno más de los conflictos que han estallado en tierra mexiquenses tras los procesos electorales. Sin embargo, no lo es. El pasado 9 de marzo, entre los empujones y manoteos, apenas se avizoró la pugna que mantienen los priístas -defensores del estado de cosas existente- y movimiento campesino -que pretende un cambio radical de rumbo.
Pese que se encuentra a una hora de distancia del DF, hasta 2001 este municipio permanecía al margen de las transformaciones políticas que ocurrían en el país. El avance del PRD en la región oriente del estado de México se detenía en sus límites y el PRI se perpetuaba administrando el olvido, la marginación y la desesperanza.
Desde que se divisa el letrero que anuncia "bienvenidos a San Salvador Atenco" se multiplican los signos del abandono en que han vivido sus pobladores desde que el tiempo es tiempo. El deterioro ecológico es lo que más impacta. Donde hubo espacios arbolados ahora sólo hay tierra yerma, y en los canales abiertos se amontonan basura, bolsas y envases de plástico.
En la cabecera municipal, por ejemplo, el trazo urbano no existe. Las calles dan giros extraños y desembocan en callejones que se ven interrumpidos por baldíos. Más adelante prosiguen, y así hasta "los confines de ninguna parte", eufemismo con el que Efraín Huerta se refería a la chingada.
Los servicios son precarios, por no decir inexistentes. La comisión de agua potable suspende el servicio dos días a la semana a manera de represalia porque la mayoría de los habitantes tienen fuertes adeudos. Ni quien proteste. Se asume como parte de la normalidad de la pobreza. Cómo ponerse al día si no tienen fuentes laborales, explican. Fuera del campo, los únicos trabajos que se pueden conseguir son de peón, albañil o en las maquilas de los coreanos de Chiconcuac.
Faltan escuelas, hospitales y medios de transporte. Después de las diez de la noche salir del pueblo, sin auto, es una hazaña. No hay restaurantes, sólo un puñado de puestos de tacos o hamburguesas en los alrededores del parque. Hoteles, ni decir. Aunque eso sí, en la carretera Texcoco-Lechería se agrupan un sinfín de moteles y table dances.
"Lo poco que hay de verse -aseguran los habitantes de la cabecera municipal- es producto del trabajo comunitario, nada debemos al gobierno." Y cuando dicen gobierno, arrean parejo: municipal, estatal y federal. Nadie recuerda cuándo fue la última vez que los visitó un gobernador o algún legislador en funciones. Los únicos diputados que se acercaron por el rumbo fueron a enterarse por qué rechazaban el decreto expropiatorio.
A esta miseria apostaron tanto el gobierno estatal como el federal cuando dieron por hecha la construcción del aeropuerto alterno. Para qué tomarse la molestia de informar o consultar a los pobladores si era obvio que deseaban salir del rezago... en que los sucesivos gobiernos priístas los habían puesto. "Se sacaron la lotería", dijo el presidente Vicente Fox, en memorable frase, y se dispusieron a escuchar el aplauso unánime de los afortunados.
Por eso, cuando llegó la resistencia al proyecto nadie entendió. Y menos cuando los vieron dispuestos a luchar hasta la muerte. Lo menos que les dijeron fue "enemigos del progreso", pero no faltaron los funcionarios del gobierno mexiquense que los calificaron de "subversivos que respondían a intereses ajenos". A nadie se le ocurrió pensar que su desconfianza hacia la clase política no era casual, sino producto de décadas de olvido.
Tras constantes movilizaciones que pusieron a la opinión pública de su parte, los campesinos consiguieron retener sus tierras. Se abrogó el decreto expropiatorio, pero continuaron los procesos penales por los delitos que habían cometido durante la lucha. Sobre ellos quedó pendiendo la espada vengadora, que las autoridades podían utilizar cuando y como quisieran.
El cobro de cuentas flotaba en el aire.
Desde agosto, el movimiento campesino se ha abocado a conseguir su total liberación de responsabilidades penales. Argumentan que no se puede criminalizar a los que luchan por preservar sus derechos y que primero deben exonerarlos de los procesos penales que se les sigue e indemnizar a la familia de José Enrique Espinoza, ejidatario que cayó en el enfrentamiento con la policía el 11 de julio de 2002, y luego verán.
Pese a que desde enero funciona una mesa de diálogo con representantes de los gobiernos federal y estatal, nunca se ha llegado a acuerdos. Advirtieron al gobierno que si no atendían su reclamo impedirían los comicios estatales y lo cumplieron. De paso enviaron un mensaje claro: siguen organizados y están fuertes.
Lo que resulta obvio es que la clase política nunca ha entendido a los campesinos de Atenco. Consideran que tras un año de lucha no tienen derecho a aspirar a algo distinto, propio, elegido, y no les queda más opción que volver al redil.
A decir verdad, hay muchos dispuestos a desandar el camino y aceptar más de lo mismo. Cansados de tanto batallar, quieren ahora un poco de tranquilidad. Pero también hay muchos otros a los que ya nadie los para. Consideran que si han podido sobrevivir sin gobernantes emanados de algún partido un año, podrán seguir autogobernándose. Lo cierto es que la fractura en el pueblo es patente. La transición política en Atenco no se avizora pacífica. Y, de no aparecer una instancia mediadora, no tardarán en estallar los conflictos entre priístas y campesinos.
Por lo pronto el FPDT envió su mensaje el domingo pasado: "Seguimos organizados y no estamos solos", como resume Adán Espinoza, otro de los líderes del grupo. Ahora falta conocer la respuesta del priísmo.