Estrena hoy en Bellas Artes la primera obra de su saga sobre la tetralogía de Wagner

El oro del Rhin plantea exigencias llevadas casi al paroxismo, dice Vela

''El poder destruye y el amor redime, mensaje del El anillo del Nibelungo''

El gran artificio que implica la ópera se opone al naturalismo teatral, sugiere

ANGEL VARGAS

Con el montaje en el Palacio de Bellas Artes de Tristán e Isolda, en 1996, el director escénico Sergio Vela marcó un hito en la historia del arte operístico mexicano. Siete años después, el creador mexicano vuelve a escenificar a Richard Wagner, ahora con un proyecto muy ambicioso: la tetralogía, completa, de El anillo del Nibelungo.

La propuesta de Vela consiste en escenificar los cuatro títulos de esa obra a razón de uno por año, y una vez completada la serie, en 2006, presentarla de manera continua. Así, la saga comienza en este 2003 con El oro del Rhin, el prólogo, para cuyo montaje se han invertido más de 6 millones de pesos y requerido el trabajo de más de 300 personas.

Vuelta al modelo trágico

En la víspera de la primera función de esta ópera -que ocurrirá esta noche en el Palacio de Bellas Artes, en el contexto de la versión 19 del Festival de México en el Centro Histórico- Sergio Vela habla en entrevista sobre el significado del proyecto, de las particularidades de su propuesta y de sus apreciaciones sobre la dimensión artística de Richard Wagner.

-ƑCuál es la relación entre El anillo del Nibelungo y Tristán e Isolda?

-Curiosamente ambas son obras de cámara, aunque no lo parecen, por el tamaño de la orquesta. En teoría dramática, en el Wagner maduro la orquesta desempeña el papel de coro. Es decir, comenta la acción, crea un tejido de información subconsciente. Las tramas de Tristán y El anillo del Nibelungo son muy íntimas, empero sus repercusiones son épicas, universales. Es un contraste muy curioso. En Tristán el tema esencial es la oposición amor-muerte; en El anillo la oposición naturaleza-cultura, y en el interior de esa oposición, la confrontación poder-amor. El poder destruye, el amor redime, es su mensaje.

''El gran reto de hacer El anillo del Nibelungo es, en primer lugar, saber desde que se abre con El oro del Rhin cómo será la última imagen de El ocaso de los dioses. Uno debe imaginarse y resolver el tono de los cuatro títulos a priori, con trabajo de escritorio, de diseño, de conceptualización. La interpretación de esta obra en su conjunto requiere ser consecuente y coherente de principio a fin. Por eso es que llevamos casi tres años trabajando en esto."

-ƑCómo se ha modificado su apreciación de Wagner, en términos escénicos, desde el montaje de Tristán e Isolda a la fecha?

-Ahora lo asumo de manera más radical. Desde el punto de vista del espacio, en Tristán e Isolda había mucho mayor abstracción y en El anillo habrá mayor concreción. Me parece que la formalización del lenguaje dramático es mayor ahora. Eso no es de sorprender, porque se trata de una línea en la que ahora estoy más imbuido. Descreo del naturalismo escénico en términos generales, en el caso de la ópera descreo aún más. Eso no significa que hago denuesto ni descalifico aproximaciones de índole sociológica o política concreta. Pero sí creo que en El anillo del Nibelungo hay un sentido ritual similar al de la tragedia griega que es importantísimo mantener y subrayar, para lograr la coherencia de la que antes hablé.

''He estudiado más a Wagner y en El anillo se verá, por ejemplo, que la gestualidad es mucho más artificiosa, los personajes irán enmascarados. He pretendido volver en buena medida al modelo trágico que emplea el compositor alemán. El anillo del Nibelungo tiene una estructura que es una herencia cultural de la estructura de las trilogías de la tragedia griega."

Obra muy grandilocuente

-ƑCuáles son las diferencias sustanciales entre El oro del Rhin y los otros tres títulos de la tetralogía?

-En primer lugar El oro del Rhin es una ópera dificilísima de escenificar. Si bien es la más breve de las cuatro obras, es continúa, son 2 horas 35 minutos sin interrupción, con cambios escenográficos y de cuadros a vistas. Técnicamente es mucho más complicada. De algún modo en El oro del Rhin las exigencias están llevadas casi al paroxismo. La orquestación es muy compleja, menos tersa que en las otras tres óperas; es una orquestación muy transparente, pero llena de riesgos. De la tetralogía, ésta es la obra más grandilocuente.

-Por su monumentabilidad y sus complejidades, Ƒhasta qué grado escenificar El anillo puede ser el punto culminante en la carrera de un director escénico?

-Espero que no lo sea en mi caso. Hay muchas óperas que quiero hacer, radicalmente distintas. Nunca he dirigido, por ejemplo, a dos de los compositores que más amo: Monteverdi y Gluck. Me hace falta también más ópera de cámara y contemporánea. No espero que esta obra marque una culminación, sino que se trate de un detonador para tener más energía.

-ƑEn qué consiste su propuesta escénica de esta obra?

-En El anillo, la naturaleza es un elemento importantísimo, sobre todo cuando se hace una interpretación de esta índole de abstraer el mito de circunstancias particulares de la cultura, es decir, de tiempo y lugar definidos. Veremos interpretados, entonces, elementos de la naturaleza aunque sin caer en el naturalismo escénico. Porque el gran artificio que es la ópera, creo, se opone a lo que es el naturalismo teatral.

"Los elementos simbólicos que exige El anillo estarán presentes en el transcurso de la tetralogía. Mantenemos gran fidelidad al discurso narrativo del libreto, sin seguir puntualmente las instrucciones, que corresponden más a formas de hacer teatro del siglo XIX. No debemos olvidar que estamos haciendo teatro de nuestro tiempo.''