Robert Fisk*
Esperanza y odio entre enemigos de Saddam
Desde Washington es fácil ver cómo puede
planearse una invasión y una ocupación. Los iraquíes
saltarán por el aro de los planes estadunidenses para el "nuevo
Irak", al tiempo que todos los vecinos regionales del país petrolero
tendrán mucho cuidado en conservar limpias sus garras. Desde luego,
la disputa turca-kurda necesitará atención, pero de seguro
los iraníes y los sirios se mantendrán al margen de la guerra
y los israelíes harán lo mismo, a menos que los ataque Saddam
Hussein.
Esta escenario es muy probable, sobre todo teniendo en
cuenta que un tercio de la población chiíta de Basora vive
exiliado en Irán. Si Saddam es derrocado, querrán volver
a su casa. Y cuando regresen no querrán vivir bajo ocupación
estadunidense. Muchos estarán armados. Además, contarán
con organizaciones viables -esa palabra que tanto aman los estadunidenses-
que los respaldarán, grupos políticos que luchen por su causa,
así como una fuerte resistencia a cualquier ejército extranjero
y occidental que encuentren en Irak.
Ya es de conocimiento común que el Hezbollah libanés
-alentado por Siria y, desde luego, financiado por Irán- está
entrenando a combatientes chiítas y enviándolos de regreso
a Irak vía Kurdistán.
Y también están los sirios. Con su población
kurda en torno a la región de Kimishli, no van a querer un Estado
kurdo independiente en el norte de Irak más que los mismos turcos.
Pero el jefe supremo de la inteligencia siria, el general
brigadier Ghazi Kenaan, probablemente el funcionario de espionaje mejor
informado en cuanto a la oposición al presidente iraquí en
el exterior, estará observando la frontera oriental de Irak con
los ojos del emblema nacional sirio: el águila.
Durante la pasada guerra del Golfo, en 1991, Irak lanzó
misiles Scud contra Israel a sólo 50 metros de su línea
fronteriza con Siria, en el este de Deir el Zour, en un obvio intento de
atacar sin temor a que Estados Unidos respondiera, pues los estadunidenses
no iban a querer que ninguna de sus bombas cayera por error en territorio
sirio.
En 1992 conocí a una anciana armenia que vio el
lanzamiento de los Scud iraquíes desde la barda de su jardín,
que colinda con la frontera entre los dos países. Ténganlo
por seguro: los iraquíes estarán ansiosos por volver a hacer
lo mismo, si es que tienen los Scud.
Hace sólo 11 años tripulaciones de los aviones
estadunidenses y británicos que eran derribados cruzaban la frontera
siria y se les daba santuario. Ténganlo por seguro: va a pasar lo
mismo de nuevo, sin que haya referencia alguna de esta silenciosa asistencia
en la prensa occidental (y, desde luego, tampoco en la prensa siria). Pero
si Siria es el siguiente en la lista de "invasiones" de Estados Unidos,
temen muchos, entonces hará bien en permanecer callada y volverse
el más extraño de los aliados de Washington en su invasión
a Irak.
Pero el apoyo de Israel a la guerra estadunidense será
el elemento menos cuestionado de la reacción regional al más
ambicioso plan para volver a trazar el mapa de Medio Oriente desde la guerra
de 1914 a 1918. Si todo sale mal, este elemento ni siquiera será
mencionado. Desde el primer ministro israelí, Ariel Sharon, hasta
el jefe de su estado mayor, todos han alentado sin titubear este conflicto.
El petróleo, las aguas del Tigris y las del Eufrates serán
trasladadas a Israel mediante acueductos. Todos los amigos de Israel hablan
con asombro de todas estas posiblidades.
No se puede encontrar a mejores amigos de Israel en Estados
Unidos que en los miembros de la administración Bush -Donald Rumsfeld,
Richard Perle, John Bolton, Paul Wolfowitz y todos los demás-, quienes
fueron o siguen siendo integrantes de cabildos israelíes en Washington.
Ellos son parte del poder motivador detrás de la invasión
a Irak, conflicto cuyos resultados podrían superar incluso los más
grandiosos sueños de Israel. Si la aventura de Estados Unidos en
Irak es exitosa, estos funcionarios bien pueden esperar un lugar de honor
en la historia de Israel. El colapso de Irak puede significar el colapso
del presidente palestino, Yasser Arafat, y el de todo poder árabe
que se atreva a desafiar a Israel.
Pero si la guerra del señor Bush resulta una catástrofe,
la verdera pregunta será igual de simple: cuándo se preguntarán
los estadunidenses, no si Irak tiene algo que ver con el conflicto israelí-palestino,
sino si los amigos de Israel fueron los que llevaron a Estados Unidos a
una humillación en Medio Oriente.
© The Independent
* Periodista irlandés especialista en temas de
Medio Oriente.
Traducción: Gabriela Fonseca