VIENTOS DE GUERRA
Constante, la llegada de escudos humanos a
Irak
Navegando sobre el Tigris, pacifistas de México
y España dicen no a la guerra
BLANCHE PETRICH ENVIADA ESPECIAL
Bagdad, Irak, 7 de marzo. Voces en castellano corearon
hoy "¡no a la guerra!", bajo los puentes del río Tigris. En
una caravana de 15 lanchas, brigadistas y pacifistas de España y
México navegaron las aguas turbias que dividen la ciudad en Al
Rusafa (oeste) y Al Karj (este) para dejar testimonio de su
presencia en este punto de la geografía y en este momento de la
historia.
Fue iniciativa de un grupo de asturianos, que a su vez
relevaron a los catalanes y que pronto serán sustituidos por madrileños,
de las brigadas de paz de la península ibérica. Organizados
por el grupo para la causa árabe en España, la pequeña
marcha fluvial llenó la corriente de banderas blancas y consignas.
En las riberas y en los puentes, pocos bagdadenses se detuvieron a mirar
y aplaudir a la caravana. Pero a bordo de las embarcaciones, algunas acompañadas
por tamboristas y otras sólo por las ganas de estar, la alegría
acompañó la corta expedición.
Al
frente flotaban dos banderas, una de la república española,
rojo, amarillo y morado, y otra, más paliacate que bandera, del
Frente Zapatista. La primera se extendió con orgullo, explicó
el portador, para demostrar indignación por la posición del
rey Juan Carlos, que sostiene la postura belicista del jefe de Estado español,
José María Aznar. La segunda fue un regalo zapatista que
en manos de los brigadistas mexicanos -que ayer cumplieron dos semanas
de estancia en este país- llegó hasta el corazón de
la vieja Bagdad.
Cada lancha llevaba su canción. Desde las embarcaciones
de España, el viento a veces llevaba un grito inaudito en estas
latitudes: "¡Zapata vive!" De una a otra, los viajantes se tomaban
fotografías mutuamente. Una patrulla de la policía fluvial
iraquí acompañó durante el trayecto por este río,
que en los últimos años de la década pasada, a causa
de una sequía devastadora, perdió más de 30 por ciento
de su caudal. Al desembarcar, despeinados por el viento, fueron recibidos
por los niños del casco viejo de la ciudad, quienes con pasmosa
capacidad de retener palabras desconocidas gritaban también: "No
a la guerra".
Los manifestantes, no más de 50, saben que sus
consignas y banderas blancas no detendrán la agresión estadunidense
contra este pueblo que los acoge en cada esquina con un ¡welcome!
Pero a este grupo se suman muchos más.
La iniciativa de los escudos humanos completó
hace ya dos días su programa de instalación de brigadistas
en sitios estratégicos de la infraestructrura urbana. Los augurios
y amagos de fracturas no se produjeron finalmente. Han sido varias las
deserciones, pero así como parten algunos grupos otros llegan. Su
fuerza, lo saben, no es numérica.
Hay otras iniciativas. Este sábado, por ejemplo,
el alcalde de la ciudad brasileña de Caisirinha, vecina de Porto
Alegre, se apersonará frente a la embajada de su país, que
no es más que una casa vacía desde hace 11 años. Pero
él irá ahí y plantará dos banderas en la fachada,
la verdeamarelha y otra más lucidora, una pintada por niños
de su pueblo que piden al mundo parar la destrucción de Irak. Luego
se hará tomar una foto frente a la fachada y la llevará de
regreso a casa. Se la enseñará a su presidente, Luiz Ignacio
Lula da Silva, y le dirá: "Mira Lula, tenemos que hacer algo por
ese pueblo".
Lula tiene en su escritorio una carta de la misión
de paz de México en Bagdad, en la que le pide que interceda ante
sus homólogos, los presidentes Vicente Fox y Ricardo Lagos, para
que estos dos gobiernos, que son miembros no permanentes del Consejo de
Seguridad de la Organización de Naciones Unidas, no cedan a las
presiones de Washington y mantengan firme su voto en favor de la iniciativa
de Francia, que insiste en caminar por la vía del desarme concertado
del gobierno de Hussein y rechaza la vía militar.