Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 8 de marzo de 2003
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Política

Luis González Souza

ƑUnidad foxiana?

Dice Vicente Fox que el pueblo mexicano debe unirse -en torno de él, suponemos- para encarar "las amenazas de fuera", derivadas de la necia ofensiva belicista de George W. Bush contra Irak (La Jornada, 6 de marzo). ƑSerá?

De que México necesita la unidad de su pueblo, no hay duda. Pero no estamos tan seguros de que sea la unidad convocada por Vicente Fox y los foxinómanos. ƑPor qué habremos de unirnos en torno o al llamado de alguien que hasta la fecha se ha comportado más como un charlatán o un bufón que como un Presidente de la República?

Hasta donde sabemos (que no es mucho), Fox sólo ha cumplido cabalmente, hasta la fecha, una sola del sinnúmero de sus promesas electorales. Esa promesa que sí ha cumplido es la de gobernar a México con un gobierno amplio, plural, un "gobierno de coalición", pues. Lo que nunca nos dijo es que sería un gobierno de coalición binacional: México-Estados Unidos, halcones de allá-zopilotes de acá, Fox-Bush Jr., Chente-Georgie. Si nos lo hubiera dicho claro y a tiempo, jamás lo hubiéramos elegido como el mandamás del país. ƑO acaso alguien votaría ya porque México fuese gobernado desde Washington, Wall Street, el Pentágono y anexas? ƑCon qué autoridad moral y con qué credibilidad se atreve hoy el vaquero de las grandes botas a llamar a la "unidad nacional"? ƑCómo puede hacerlo después de mantener posturas tan serviles y titubeantes ante su correspondiente de Estados Unidos?

No, la unidad que requiere México, si de seguir siendo una nación digna y soberana se trata, es muy otra. Hasta donde sabemos (e insistimos que es muy poco), en el mundo de los seres terrenales no ha crecido un solo árbol a partir de sus ramas, es decir, de arriba abajo. En primer término, la unidad que requerimos, pues, es una unidad muy otra: una unidad de abajo arriba, desde el pueblo hacia el gobierno. Primero el tronco y después todas las ramas que se quieran. Ni modo, así son las leyes de la naturaleza.

En segundo lugar, la unidad que requerimos los mexicanos es una unidad no en torno de algún caudillo, por más Juan Camaney, o mejor John Wayne, que sea, sino en torno de principios e ideales claros, y desde luego compartidos por la mayoría. Pudiera ser el caso del principio de que nadie tome decisiones en el nombre de México salvo cuando es en concordancia clara y convincente con sus mejores intereses. Pudiera ser también el caso de los ideales de forjar un México digno y justo antes que rico pero servil. Pudieran ser, pues, muchas cosas, pero no somos nadie nosotros, sino el pueblo mismo, quien ha de inventariar todos esos principios e ideales. Aquí sólo ponemos un par de ejemplos, al que debemos agregar por cierto, y sin temor a equivocarnos, el ideal de que México retome sus mejores tradiciones diplomáticas y se convierta en un abanderado firme y convincente de la paz mundial, en un opositor claro y valiente de cualquier política guerrerista, sea la actual de Bush Jr. o de quien sea. Este último ideal ya comienza a cristalizarse con la histórica marcha mundial por la paz del pasado 15 de febrero, lo mismo que con el surgimiento de múltiples iniciativas concluyentes en el no a la guerra de Bush Jr. "No en nuestro nombre", ni en el nombre de nadie que todavía se sienta parte de esta humanidad.

De ese modo sí pueden hacer un tronco profundo y firme, tanto como nuestras raíces indígenas, que por cierto deberían ocupar el primer puesto en cualquier proyecto de verdadera unidad nacional. Alianza obrero-campesina, decían los clásicos del marxismo; alianza indígena-obrera-estudiantil y muchos etcéteras, decimos o deberíamos decir por lo menos en el México de nuestros días. Si pudiera universalizarse esta verdad, tanto mejor. Si no se puede, que sigan los dogmáticos con su alianza original. Por nuestra parte pensamos que dicha alianza indígena-obrera sería la ecuación vital y primaria de cualquier tronco de unidad nacional que en verdad quiera ser tan sólido como profundo.

Una vez lograda dicha alianza, entonces sí podremos lo mismo ensanchar el tronco de origen que multiplicar cuantas ramas queramos. La rama microempresarial, la rama eclesiástica, la rama informática y hasta una rama militar (pero en verdad nacionalista y visionaria), por citar sólo unas cuantas.

Ese tipo de unidad -unidad desde abajo y con objetivos tan claros como certeros- sí es la que necesita México. Sí es la que ha escrito las mejores páginas de su historia. Sí es la que puede depositarnos en el siglo XXII como una nación digna y próspera. Ese tipo de unidad, afortunadamente, ya comienza, o debería hacerlo, a forjarse gracias al trabajo de la recién nacida, o de la casi naciente, Promotora de la Unidad Civil y Social del Pueblo Mexicano, donde ya confluyen un buen número de sectores, de tantos como muchas de las ramas apuntadas. Enhorabuena.

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