Carlos Martínez García
Sopita de chocolate
El activismo político-electoral y religioso de Vicente Fox y de su esposa está desatado. Han hecho caso omiso a llamados provenientes de distintas partes y con variados intereses, no los detienen argumentos legales ni señalamientos de guardar prudencia política; menos los sujeta la idea de que siembran una mala imagen en la opinión pública cuando de foro en foro se lanzan elogios mutuos y confunden lo público con lo privado y viceversa. Consciente de esto, y siguiendo uno más de los dichos presidenciales soltado hace unos días, llegué a la conclusión de que tal vez hablándole a Fox y su consorte en sus propios términos, podría contribuir a que la pareja le baje un poco al señalado hiperactivismo. Es decir, intentaremos servirles una sopa de su propio chocolate.
Vicente Fox y Marta Sahagún tienen todo el derecho de profesar una religión. Sin embargo, ese derecho, por el lugar que ocupan en la sociedad mexicana, tiene límites bien establecidos en la legislación del país. Si las garantías que marcan las leyes en cuanto a la libertad de creencias y culto les son innegables, Fox y su esposa han excedido este marco no sólo en términos legales, sino que también han quebrantado códigos de conducta señalados por la religión de la que son fervientes seguidores.
Por ejemplo, sus publicitadas asistencias a las misas dominicales, que son boletinadas con anterioridad a los medios, se convierten por decisión de ambos más en acción de propaganda política que en ejercicio espiritual. Sus frecuentes rezos en público, cuando saben que hay cámaras y micrófonos que divulgarán el acto, son intentos de ablandar a los mexicanos vía un recurso supuestamente piadoso. El ping pong asistencialista que juegan Fox y su esposa ante un auditorio conformado por personas con grandes carencias económicas es insultante a la dignidad humana. Y digo ping pong porque frecuentemente él dice a su auditorio que ella, mediante la fundación Vamos México, donará bicicletas, computadoras o lo que sea necesario para el bienestar de los desposeídos oyentes. Doña Marta con su gran sonrisa responde allí mismo que por supuesto y se arranca con un sermón de autoayuda.
Me permito señalarle al matrimonio que habita en Los Pinos algo prescrito por un libro que se supone, dada su intensa religiosidad, han leído y tendrían disposición a practicar. Se trata de la Biblia, y más específicamente del Nuevo Testamento, en la sección de los evangelios.
En el evangelio según Mateo, en los capítulos 5 al 7, se localiza el conocido Sermón del Monte. En esta predicación Jesucristo sintetiza la ética que debe guiar a quienes se dicen sus seguidores. La religiosidad, de acuerdo con la porción escrituraria señalada, tiene que ver más con acciones justas y menos con ejercicios espiritualoides. Jesús denuncia el uso propagandístico de la religión, su articulación con el poder y el usufructo de ese maridaje. Los destinatarios de esa denuncia eran los fariseos, quienes se proclamaron guardianes de las conciencias de los otros, pero eran muy condescendientes consigo mismos.
Cito de la Biblia del Peregrino, traducción del excelente biblista católico Luis Alonso Schökel, Mateo capítulo 6 versículos 1 y 2: "Guardaos de hacer las obras buenas en público para ser contemplados... Cuando hagas limosna (cuando ayudes a los necesitados, dice otra versión) no hagas tocar trompeta por delante, como hacen los hipócritas en la sinagoga y en las calles para que los alabe la gente". Entonces, como ahora, es posible usar a los más pobres como escenografía para nuestro lucimiento.
Más adelante, en el mismo capítulo, hay otra llamada de atención a la religiosidad grandilocuente: "Cuando oréis, no hagáis como los hipócritas, que aman rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas para exhibirse a la gente... Cuando tú vayas a rezar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y reza a tu Padre en secreto". Jesús también reprobó los semblantes supuestamente píos y santurrones de quienes buscaban granjearse la estima de la gente mediante chantajes exhibicionistas: "Cuando ayunéis, no pongáis mala cara como los hipócritas, que desfiguran la cara para hacer ver a la gente que ayunan... Cuando tu ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, de modo que tu ayuno no lo observen los hombres, sino tu Padre, que está escondido; y tu Padre, que ve lo escondido, te lo pagará".
Podríamos seguir con citas neotestamentarias semejantes a las reproducidas, pero ya no aportaríamos más al argumento central: Jesús fue duro con la religión como espectáculo, la ridiculizó y la criticó acerbamente cuando se la instrumentalizaba políticamente. Si hemos tenido que recurrir al discurso religioso es porque desde la cúpula gubernamental se empeñan cada vez más en espiritualizar a los mexicanos y mexicanas. También, y para no desentonar con el estilo foxista, concluimos con un refrán que encontramos en el muy útil libro de Guadalupe Appendini, Refranes y aforismos mexicanos, obra imprescindible en estos tiempos para entender el pensamiento presidencial: "Libro cerrado no saca letrado".