PRIMERA APARICION
EN MESOAMERICA
Lapublicación en estas páginas de Quetzalcóatl. Metáforas e imágenes, del historiador Enrique Florescano, continúa una experiencia de divulgación cultural probada en anteriores Perfiles. Esta serie, ricamente ilustrada, se compone de 10 capítulos, que aparecerán cada quince días, a principios y mediados del mes. Los 10 ensayos de esta serie dan a conocer estudios que modifican radicalmente nuestra interpretación del pasado y nos ofrecen una nueva dimensión de la cultura mesoamericana.
Durante más de medio siglo los arqueólogos e historiadores afirmaron que la celebrada Tollan de los textos nahuas era la Tula de Hidalgo. En contra de esa tesis, Florescano muestra que Teotihuacán es la Tollan legendaria, la matriz que produjo la peculiar cosmovisión mesoamericana sobre la creación del mundo, el origen de los dioses y el principio de los reinos. Según esta interpretación, Teotihuacán era un reino de habla náhuatl, lo que la convierte en la cultura más antigua y continua de Mesoamérica, en el núcleo que le dio sustento a la sociedad mexicana que nació entonces.
Mediante una revaloración de la imagen, la arquitectura y los mitos, Florescano presenta una nueva interpretación de los orígenes del dios del maíz entre los olmecas y sigue sus cambiantes rostros en el área maya, los mixtecos y el México Central. Analiza luego sus vínculos con Ehécatl, el dios del viento, y con Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl, el fundador y gobernante de la Tula de Hidalgo. En conjunto, estos ensayos aportan una nueva interpretación de los mitos fundadores de Mesoamérica, y especialmente de la influencia de Teotihuacán en el mundo maya (Tikal, Copán, Chichén Itzá y las tierras altas de Guatemala).
En las tierras húmedas y cálidas del sur de Veracruz los olmecas fundaron los primeros reinos que impulsaron la civilización en el hemisferio norte del extenso continente. En otro libro propuse que Quetzalcóatl, el numen que simboliza la civilización en Mesoamérica, fue en sus orígenes una manifestación del dios del maíz. Las indagaciones arqueológicas sobre la primera cultura mesoamericana confirman esa presunción.
Los olmecas florecieron entre 1500 y 300 años
a. C. y desde ese tiempo el dios del maíz adquirió
tres rasgos que habrían de perdurar en la civilización mesoamericana:
su cualidad de numen de la fertilidad; su carácter de símbolo
de la creatividad humana y su asociación con el gobernante, quien
desde entonces hizo suyas las imágenes y atributos del dios.
Los olmecas fueron los primeros en representar el origen del cosmos, los seres humanos, la naturaleza y los dioses mediante imágenes; crearon un lenguaje visual que se convirtió en un medio de comunicación persuasivo y generalizado. Los últimos descubrimientos sugieren que también inventaron un lenguaje escrito que se expresaba en imágenes (Fig.1).
FIGURA 1. Imagen de un sello olmeca encontrado en Tabasco, |
Seguramente el lenguaje de las imágenes nació
mucho antes, en la lejana prehistoria; pero cupo a los olmecas integrar
esas imágenes en símbolos que daban cuenta del mundo que
habitaban. Con estas imágenes le dieron significado a su existencia,
dibujaron los perfiles del cosmos y forjaron un estilo para expresar esas
concepciones. El cometido de esos símbolos era hacer inteligible
a los seres humanos el entorno que los rodeaba y su propio lugar en el
mundo. Una de las imágenes iniciales que recorrieron el territorio
de Mesoamérica fue la del dios del maíz.
La transformación de la semilla en dios
El estudio del significado del dios del maíz en Mesoamérica ha sido un proceso lento y tardío. Hacia la mitad del siglo pasado, Miguel Covarrubias elaboró una gráfica memorable que mostraba la continuidad en la forma de representar a los dioses de la lluvia desde los olmecas hasta los aztecas. Su reconstrucción iconográfica sugería que la religión mesoamericana descansaba en una cosmovisión común, en un conjunto unificado de creencias acerca de los dioses, la naturaleza y los seres humanos. En 1971 Peter D. Joralemon publicó el primer ensayo que reconoció la presencia del dios del maíz en el entonces confuso panteón olmeca. Apoyándose en estos estudios Karl Taube realizó más tarde un análisis brillante sobre el significado del dios del maíz entre los olmecas.
Los estudios iconográficos de Joralemon mostraron que los olmecas habían reconocido e individualizado diversos aspectos de la planta del maíz: las raíces, hojas y floraciones, el grano o semilla, la mazorca y su verde envoltura. Siguiendo los rastros de esta idea, Karl Taube advirtió que los olmecas habían divinizado diversas partes de la planta, formando una suerte de secuencia sagrada donde el grano, el brote de la planta y la mazorca madura constituían distintas fases del dios del maíz, cada una señalada por rasgos peculiares. Es decir, procediendo como botánicos rigurosos, los olmecas identificaron los procesos biológicos que recorría la planta del maíz desde su gestación hasta su madurez; pero en lugar de reconocer en esas transformaciones la mano sabia y paciente del cultivador, o la flexibilidad de la planta para adaptarse a los requerimientos humanos, las interpretaron como hierofanías, como trasuntos terrenos de la voluntad divina.
Una de las características del antiguo dios del maíz es que resume en su figura los procesos agrarios y biológicos que culminaron en la creación de este cereal. Las distintas fases del cultivo, desde la preparación del terreno, pasando por la siembra, el viaje de la semilla por el interior de la tierra, la maduración del grano, hasta la cosecha, se convirtieron en el imaginario mesoamericano en manifestaciones del dios. La preparación de la parcela de cultivo y la siembra están relacionadas con numerosas ceremonias dedicadas a la madre tierra con la intención de que ésta consintiera la profanación de su cuerpo y la introducción en él de la semilla. El hundimiento de ésta en el suelo y su unión con los jugos fertilizadores de esa región es uno de los pasajes más emotivos relatados en el Popol Vuh, el libro que resumió la sabiduría del pueblo maya. Es el tema de las famosas aventuras de Jun Junajpú, el Primer Padre o semilla que desciende al inframundo. Pero como Jun Junajpú se introduce en las profundidades de la tierra sin antes solicitar la aceptación de los dioses de esa región, éstos deciden sacrificarlo. El descenso a Xibalbá, el inframundo, es también el asunto principal de las aventuras de Junajpú y Xbalanké, los Gemelos Divinos, quienes consiguen rescatar a su padre de Xibalbá y llevarlo a la superficie terrestre, donde renace convertido en el dios eternamente joven del maíz.
La maduración de la planta está representada por la mazorca, una de las imágenes más populares del dios, cuyo rostro es precisamente una réplica de la mazorca. El corte de la mazorca es uno de los actos agrícolas cruciales en el desarrollo de la planta, pues con él culmina el ciclo de producción vegetal y comienza el de consumo, alimentación y reproducción de los seres humanos. Karl Taube interpretó las cabezas decapitadas del dios maya del maíz con el corte de la mazorca. Así como la planta moría en el verano con la cosecha y renacía en la primavera con la siembra, así también el dios experimentaba una vida gobernada por la muerte y la resurrección cíclicas. Dos imágenes extraordinarias, plasmadas en un vaso olmeca de Chalcatzingo y en un vaso maya de la época Clásica, dan cuenta del momento tremendo en que la mazorca, desprendida de la planta, se transforma en la cabeza del dios (Fig. 2)
FIGURA 2. El extraordinario |
En la práctica agrícola que sustentaba la vida de los pueblos mesoamericanos, cada año la semilla del maíz se introducía en la tierra mediante un hoyo o hendidura que rompía la superficie terrestre. Al cabo de ocho días de permanencia en el inframundo su fruto resurgía de esas profundidades, abriendo otra vez la tierra para hacer brotar las primeras hojas de la planta verde del maíz. La entrada de la semilla en el seno de la tierra y su renacimiento prodigioso en la forma de planta productora de vida, era un ciclo que implicaba el sacrificio. Para que la planta del maíz germinara en el otoño, cada primavera una parte de la cosecha anterior, hecha simiente, debía sacrificarse a la tierra, donde sufría un proceso de descomposición y transformación que convertía la semilla enterrada en fruto revitalizador. Esto quiere decir que el grano del maíz es la simiente preciosa, el ancestro o primera semilla de quien dependía la reproducción de la cosecha futura, y el núcleo vital que aseguraba la continuidad del ciclo de muerte y resurrección de los frutos agrícolas. Así, la semilla del maíz, al mismo tiempo que es vida, simboliza el sacrificio y la muerte.
El ciclo de muerte y resurrección de la planta del maíz se convirtió en el paradigma de los procesos de creación entre los pueblos mesoamericanos. Según esta idea, toda creación forzosamente implicaba el sacrificio de una parte de la vida, y en el caso de la creación de las plantas o los productos vitales, esta creación se verificaba en el inframundo, a través de la transformación de la materia desgastada en energía. Así, desde los tiempos más remotos, el interior de la tierra, la región acuosa y oscura, fue concebida como el lugar de regeneración del cosmos mesoamericano.
FIGURA 3. El dragón olmeca, una entidad sobrenatural |
Siguiendo un procedimiento común en la iconografía de Mesoamérica, los olmecas acostumbraron representar el todo por una de sus partes (pars pro toto). Por ejemplo, el dragón olmeca, una de las primeras expresiones de la Serpiente Emplumada, se representa mediante el dibujo de las plumas del ave y los rasgos de la serpiente (Fig. 3), formando así un ser fantástico, que contiene los poderes de dos ámbitos diferentes del mundo natural. Siguiendo este principio, el dios del maíz fue identificado indistintamente por el grano, la mazorca o el color de la planta. Apoyados en este modelo estilístico, los arqueólogos advirtieron que numerosos objetos que imitaban las primitivas hachas fabricadas para cortar el bosque, preparar la parcela de cultivo o combatir al enemigo, se transformaron en representaciones del dios del maíz.
FIGURA 4. Granos y mazorcas de maíz representados |
Entre los olmecas, las rudas piedras del hacha primitiva se convirtieron en resplandecientes hojas de jade finamente pulidas, que significaban el agua y el color verde de las plantas renacidas. Unas veces estas piedras pulidas aparecían aisladas, representando los preciosos granos del maíz (Fig. 4); otras formaban parte de la banda real de los gobernantes (Figs. 5 y 6); y a menudo adoptaron la forma de estelas o árboles de piedra, donde se esculpió la imagen del gobernante o del mismo dios del maíz (Fig. 7). En un antiguo manantial llamado El Manatí, situado entre los poblados olmecas de San Lorenzo y La Venta, los arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia encontraron una aglomeración extraordinaria de hachas ceremoniales de jade, dispuestas como ofrenda a los dioses del agua y la fertilidad. Entre esas piezas sobresalen las hachas ceremoniales más bellas que conocemos, notables por el delicado pulido de la piedra y el brillo de sus tonalidades verdosas.
FIGURA 5. Pequeñas hachas ceremoniales |
El dios del maíz olmeca es una representación estilizada de la mazorca, que en Mesoamérica simboliza los atributos germinales y vitales de la planta. Numerosas representaciones de este dios asumen una forma antropomórfica (Fig. 8), pero es en su cabeza donde se concentran los rasgos que lo definen (Fig. 9). Como se aprecia en estas figuras, el dios del maíz tiene la cabeza en forma de mazorca, ojos almendrados, boca con rasgos de jaguar y una banda frontal ornada por cuatro granos de maíz. De una hendidura en la parte trasera de su cabeza brotan hojas de maíz o una mazorca. El verde es su color definitorio y las piedras pulidas de jade el material preferido para reproducir su imagen bienhechora.
FIGURA 6. Cabeza del dios del maíz que imita |
FIGURA 7. Hacha ceremonial olmeca con |
La planta del maíz es hija de la tierra, pero su crecimiento y maduración es obra del entrelazamiento de los poderes fecundantes del cielo con los germinales de la tierra. En la concepción mesoamericana el dios creador que mueve las fuerzas del cosmos y les infunde vitalidad y armonía es el Sol. Quizá en tiempos remotos los dioses del inframundo y de la tierra ocuparon un lugar superior en el panteón mesoamericano. Pero desde 500 años antes de la era actual y durante el Clásico y Posclásico, el dios rector de ese panteón es el Sol. En la cosmogonía teotihuacana el Sol es la potencia que alumbra y pone en movimiento el mundo. El famoso mito del Quinto Sol cuenta que la era presente fue creada en Teotihuacán, cuando surgió por primera vez el Sol. En este mito la creación es una alborada y el tiempo, el espacio y la vida humana, emanaciones de la fuerza vital que va desplegando el Sol en su camino por la bóveda celeste y el inframundo.
Al nacer en el este, el Sol le imprime a esta región la máxima energía vital. Al moverse hacia su lado derecho define el norte, camina luego hacia el oeste y más tarde va al sur, para volver otra vez al oriente (Fig. 11). El camino del Sol crea entonces el espacio, funda las distintas regiones del mundo y los diferentes momentos de la duración temporal, pues su movimiento da origen al día, los meses, los años y los grandes ciclos temporales. Y al pasar el Sol por el cenit establece el centro del cosmos, el punto donde concurren las fuerzas que le dan vida al eje central, el núcleo del que emana la armonía y vitalidad del conjunto. El recorrido del Sol por las distintas regiones traza entonces el cuadrado original (Fig. 11), el espacio geométrico que definirá los contornos inconmovibles de la tierra y los límites de todos los lugares creados por la imaginación de los hombres: la milpa, la casa-habitación, el templo, el palacio, la ciudad, el altar... El movimiento del astro solar y sus diferentes posiciones en el espacio cósmico se convirtieron así en el modelo de las actividades humanas.
FIGURA 8. Representación del dios del maíz en el Monumento I de |
El carácter creador y ordenador del Sol fue el modelo de los valores morales indígenas. Por ejemplo, Gary Gossen ha mostrado que los conceptos chamulas de orden, creatividad, bondad y energía provienen del movimiento solar. Y así como el Sol ejercía su máximo poder en lo alto, así también el sitio reservado a los gobernantes era el superior, mientras las regiones bajas eran el lugar de la oscuridad, el frío, la enfermedad y la muerte. El Sol es asimismo una metáfora de la fecundidad, fuerza, valor y primacía del género masculino.
FIGURA 9. A) Escultura de Pajapán con un |
La planta de maíz como diagrama cósmico
Los mitos de creación mesoamericanos narran el origen del cosmos, describen sus distintos niveles y ubican sus regiones en los cuatro rumbos espaciales. El Popol Vuh de los k'iche' relata que cuando comenzó la creación del mundo los dioses trajeron la cuerda de medir y trazaron un cuadrado que definió los contornos del cosmos: "Y se trajo la cuerda de medir y fue extendida en el cielo y en la tierra, en los cuatro ángulos, en los cuatro rincones..." Con los cordeles que sirvieron para circundar los cuatro rumbos del universo se fijó su centro, el sitio donde se erigió un gran árbol, el eje cósmico que estableció una comunicación fluida y recíproca entre el inframundo, la superficie terrestre y el cielo. Este ordenamiento del cosmos fue representado con economía en una tableta olmeca de piedra verde (Fig. 12).
FIGURA 9. B) Estatuilla de jade con la figura |
En los relatos de creación más antiguos
el árbol cósmico es el puente que une el inframundo con la
tierra y la región celeste. Es el eje que articula las regiones
que le dan sustento y vitalidad al cosmos. Una de sus representaciones
más famosas está grabada en el tablero del llamado Templo
de la Cruz Foliada de Palenque (Fig. 13). En esta escultura la Tierra
está simbolizada por dos cabezas humanas en forma de mazorca de
maíz, el inframundo por la cara del monstruo de la tierra y el cielo
por un pájaro.
El dios del maiz y el gobernante
En la mentalidad olmeca la importancia del dios del maíz como articulador de la relación entre los seres humanos y la naturaleza sólo se equipara a la función del gobernante como responsable del equilibrio cósmico y humano. Numerosas imágenes que refieren la intervención del dios del maíz en la composición del cosmos expresan la intención de sustituir la figura del dios por la del gobernante (Fig. 14). En diversas hachas de jade advertimos la figura del gobernante ocupando la parte central del espacio, rodeado por cuatro semillas de maíz germinadas, ubicadas en los cuatro rumbos cósmicos. Virginia Fields mostró que el motivo en forma de flor de lis que remata el tocado que llevan estos personajes en la cabeza es también una representación de la mazorca flanqueada por dos hojas. Kent Reilly percibió que la intención de estas imágenes era presentar al gobernante como articulador supremo de las fuerzas que animaban los tres niveles y las cuatro esquinas del cosmos. En la escultura, la pintura o la cerámica, el gobernante es el manipulador de las fuerzas que residen en los diferentes ámbitos del cosmos y su imagen se une o se confunde con la del dios del maíz.
El traspaso de los poderes del dios a la persona del gobernante es uno de los procesos iniciales de divinización de estos últimos, un fenómeno que en Mesoamérica se anuncia desde el periodo Formativo (1500-300 a.C.). Las hachas de jade y numerosas esculturas y pinturas muestran el dominio del gobernante sobre las fuerzas que residen en los tres niveles y las cuatro regiones del cosmos, y su capacidad para transitar por esos ámbitos y derramar en el mundo terrestre sus flujos benéficos (Fig. 15).
Así, entre los olmecas, como más tarde entre
los mayas de la época clásica, el gobernante es el único
y supremo sacerdote que establece una comunicación directa con los
dioses y los ancestros. En estos pueblos, como dice Claude-François
Baudez, el soberano tiene una dimensión cósmica: su cuerpo
es la imagen del Universo. Cuando accede al poder se le compara con el
sol al amanecer, y cuando muere, con el sol al atardecer. Es el personaje
principal de los relatos históricos grabados en las estelas y su
imagen es la receptora de las ofrendas y sacrificios. Los ancestros que
lo acompañan son los garantes de su legimitidad. Y su figura es
la representación de la comunidad y del reino.
Naturaleza y simbolismo del dios del maiz
Los rasgos que van conformando la personalidad y los símbolos del dios del maíz iluminan el misterioso proceso de creación de los dioses en la antigüedad. En su magnífico estudio sobre la formación de los dioses en Mesopotamia, Jacobsen advierte que en sus etapas más tempranas los dioses están representados como "élan vital" o fuerzas de la naturaleza esenciales para la supervivencia humana, son una encarnación de la fertilidad, la lluvia o los granos. En estos casos el dios no tiene forma humana, sino que la figura que lo representa simboliza la fuerza o el fenómeno natural que encarna. Se manifiesta como grano, agua, lluvia, tierra o vegetación.
Este es el proceso que se advierte en la representación de los dioses olmecas. Como se ha visto antes, las primeras imágenes del dios olmeca del maíz lo representan como mazorca (Figs. 14 y 16), el fruto de la planta que simboliza su poder reproductor. El rostro del dios del maíz semeja la forma de la mazorca; a veces su cara lleva grabados los granos de maíz y de su cabeza brota una mazorca (Fig. 16). En estas imágenes la figura del dios es una reproducción de las fuerzas generadoras que habitan en la planta.
FIGURA 10. Representaciones antiguas del dios |
Al sumar estos variados significados el dios del maíz se convirtió en símbolo de lo más valioso: era el compendio de las virtudes terrestres y sobrenaturales. Su figura se cubrió con el color verde, el más estimado porque representaba el agua y el renacimiento de las plantas. El color verde del jade y de las plumas iridiscentes del quetzal era también sinónimo de belleza, de cosa preciosísima, y de riqueza. Las piedras verdes de jade con la imagen resplandeciente del dios del maíz eran una expresión de la riqueza acumulada. Sabemos que las pequeñas hachas de piedra verde eran uno de los artefactos del intercambio comercial que los olmecas mantenían con otros pueblos y regiones de Mesoamérica. Como dice Joralemon, las pulidas hachas de piedra quizá sirvieron como una suerte de moneda, "un medio de almacenar la riqueza que podía comerciarse, intercambiarse y acumular con facilidad". Lo cierto es que como las brillantes plumas verdes del quetzal, las piedras de jade son sinónimo del esplendor y riqueza contenidos en la imagen del dios del maíz: declaraban que el maíz era la fuente universal de la riqueza. Cuando el grano, la mazorca o los símbolos del dios del maíz aparecían vinculados con la figura del gobernante, significaban que éste poseía las riquezas más valoradas y que él mismo se había transformado en un ser precioso.
FIGURA 11. Las cuatro "esquinas del cielo" en los solsticios |
FIGURA 12. Cosmograma primordial olmeca. En esta pequeña placa procedente del estado de Guerrero, el genio olmeca sintetizó una cosmovisión que se propagó por el mundo mesoamericano. |
FIGURA 13. Representación del árbol cósmico en el centro del tablero de la Cruz Foliada de Palenque. En la parte inferior se ve la cara del monstruo de la tierra que simboliza el inframundo. La parte media, que corresponde a la superficie terrestre, está representada por foliaciones de la planta del maíz y por mazorcas con cara humana. La parte superior tiene por símbolo un pájaro celestial. |
FIGURA 14. A) Elementos de la planta del maíz en la banda frontal de un gobernante olmeca que aparece como eje cósmico, instalado en el centro del mundo. De su cabeza brota una planta de maíz y sus manos sostienen un cetro. Ocupa el centro del mundo, como lo señalan los cuatro granos de maíz repartidos en los rumbos cardinales. | FIGURA 15. Monumento de estilo olmeca de Chalcatzingo, que muestra como las aguas del cielo que caen de las nubes fertilizan el interior de una cueva del inframundo. En el centro de la cueva se advierte la figura de un personaje que parece dominar las fuerzas celestes y las germinales del inframundo. Del interior de la cueva salen volutas que significan la energía o la fuerza acumulada en este recinto. |
FIGURA 16. Monumento 1 de La Merced, Hidalgotitlán, Veracruz. | FIGURA 17. Representación del dios del maíz Ai-apaec, en la cultura |