Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 17 de febrero de 2003
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Cultura
Interpreta a César Franck ante el príncipe Philippe

La OSN toca a la realeza

RENATO RAVELO

La Orquesta Sinfónica Nacional ofreció un concierto con obras de César Franck para celebrar las relaciones entre Bélgica y México, con la presencia del príncipe Philippe, heredero de la corona, en una sesión en la que el Palacio de Bellas Artes tronó en aplausos para el pianista Jean Claude Vanden Eynden, con esa generosidad que sobrepaga el público de los domingos.

Apenas el viernes las páginas rosas informaban del nacimiento del segundo hijo del príncipe Philippe. La primera hija, Elizabeth, nacida el 25 de octubre de 2001, será de hecho la primera mujer que reinará el país que cuenta con una monarquía hereditaria constitucional. El próximo jueves, en la misma celebración de relaciones bilaterales, la embajada de Bélgica inaugurará la exposición Músicos invisibles en el Museo Franz Mayer. Estuvieron presentes en el concierto la ministra Annemie Neyts-Uyttebroeck y el embajador Willy Stevens.

La coincidencia del programa es afortunada: César Franck (Lieja, Bélgica, 1822), el público de domingo en Bellas Artes, el anuncio de una nueva vida y la celebración de viejas relaciones. Como invitada, por si faltara algo, la compositora Daría Guadalupe Olmedo (1854-1889), una de las pocas mujeres que en el siglo pasado enfrentó el reto de la construcción musical.

Las Variaciones sinfónicas de Franck están por comenzar. Estudiantes de aquí y del interior del país que, con la crisis económica como la única fiel compañera, compraron en tercer piso, bajan al segundo poco antes de que el director artístico, Enrique Diemecke, consulte con el pianista para empezar. Ya saben que es así; nunca se llena abajo.

Público de papás, que de ver futbol le van a los Pumas; de melómanas que son plantadas por la hermana y el novio; señores que no hablan francés pero gritan "bravo"; niños que ven de bulto la cultura y la respetan; una especie de reserva espiritual que aplaude hasta el cansancio hasta que Vanden Eynden accede a regalar una pieza de Chopin como encore. Ya saben como funciona, a pesar de que la economía no permite ser el puntual público de viernes que desfila de noche, elegante e ilustrado, que no requiere de pilones, porque compara si la interpretación suena igual que la versión de Ivan Moravec.

Al pasillo salen quienes vienen a la celebración de las relaciones entre Bélgica y México. Los demás aprovechan para leer el programa, en el que la sapiencia e ironía de José Antonio Alcaraz descalifica con el veredicto de la historia a Gounod, quien a su vez "destrozó" el estreno de la que Diemecke al presentar califica de "una de las partituras universales de la música": Sinfonía en re menor, pieza fundamental como puente para Debussy.

El público del domingo aplaude después del primer movimiento; algunos los callan. Un niño duerme mientras el allegretto parece extenderse excesivo en las cuerdas de la Sinfónica. Con cierto esfuerzo Diemecke "lleva" al buen ritmo y sincronización que requiere el final, en el que los diversos temas musicales se juntan, se tocan y confunden en esa estructura magna de las sinfonías, que este domingo en el Palacio de Bellas Artes sirvió para la cita entre un público generoso y un príncipe que va a ser papá.

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