Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 13 de febrero de 2003
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Cultura

Margo Glantz

Nacionalismo e impostura

Desde hace algunos años he venido detectando en la prensa de Estados Unidos una violenta animadversión contra ciertos autores extranjeros, antes venerados, una animadversión que en realidad descubre una postura nacionalista, cada vez más exacerbada, sobre todo a partir de los acontecimientos del 11 de septiembre. Me gustaría citar una frase de un texto que escribí para este periódico en julio de 1997: ''Es importante verificar una coincidencia: en varios suplementos y revistas culturales de Estados Unidos donde suele delinearse de manera sistemática una preocupación: ƑQué es lo auténtico? ƑCómo enfrentar el problema de la simulación? ƑCómo detectar la impostura? Y yo me pregunto, Ƒpor qué de repente se manifiesta un estado de alerta agudizado contra la impostura? ƑPor qué tanto miedo a ser engañado?".

Y más adelante explico: ''El rechazo a la impostura se asocia a menudo con la descalificación de ciertas figuras que durante mucho tiempo sirvieron como modelos de comportamiento. Y esas figuras son por lo general personajes o tendencias importadas que llegaron a Estados Unidos como consecuencia de emigraciones diversas, algunas ocurridas a principios de este siglo, otras después de acontecimientos tan violentos como la Segunda Guerra Mundial y el nazismo, y más tarde el socialismo real que produjo a los disidentes, personajes y tendencias muy admirados anteriormente y que han pasado a convertirse en paradigmas de la impostura".

En esa época, es decir, apenas hace seis años, parecía a primera vista que ese nacionalismo iba encaminado sobre todo al ámbito de la cultura, por los textos que aparecían reiteradamente en la New York Books Review, y por el contenido de varios libros donde se denunciaba la impostura de ciertos académicos, sobre todo franceses, muy visitados por la academia estadunidense; se trataba en realidad de un fenómeno político ya generalizado y hasta en las estaciones radiofónicas de cultura se escuchaban a menudo frases como la siguiente: ''Estados Unidos, la nación que produce 75 por ciento de las cosas más importantes de la Tierra".

En el diario El País del pasado 9 de febrero, un editorialista, Francisco Veiga, especializado en historia de la Europa oriental, explica el verdadero sentido de ese desprecio, la clara filiación de la supuesta impostura: ''Cada vez con voz más alta y clara se reconoce la existencia de conflicto no declarado entre Europa y Estados Unidos, una contienda 'a ratos' que tiene frentes diversos, uno de los cuales es precisamente el control de los pozos del Caspio, y sobre todo, el acceso a la zona. En esa pugna, los intentos norteamericanos por evitar un acercamiento europeo a Irán son paralelos a su interés porque Turquía ingrese a la UE aportando más problemas que soluciones, a cambio de tener contento al vital pero inestable aliado. Una vez más el viejo continente pagaría las facturas de una fulgurante y política intervención militar americana".

También en el New York Books Review acaba de salir un texto de Timothy Garton Ash, reproducido en ese mismo número de El País, en el que se ponen los puntos sobre las íes: el evidente enfrentamiento ya no disimulado entre Europa y Estados Unidos, resumido como estereotipo: Richard Perle, presidente del Consejo de Política de Defensa de ese mismo país manifiesta, explica el articulista, que ''Europa ha perdido 'su brújula moral', y Francia su 'fibra moral'. Esta irritación, agrega Ash, se extiende entre los máximos niveles de la administración de Bush". De allí que para los estadunidenses, ''los europeos sean peleles, débiles, irascibles, hipócritas, arteros, a veces antisemitas y con frecuencia antiestadunidenses. En una palabra 'euroenanos' (me limito a subrayar la palabra).

ƑDebemos entonces suponer que los europeos se han convertido para los estadunidenses en cabecitas reducidas a escala industrial, semejantes a las que exporta el inefable míster Taylor en el cuento del mismo nombre con el que Tito Monterroso inicia su primer libro de cuentos, Obras completas (y otros cuentos)? ƑCabecitas comercializadas, enviadas desde un utópico y selvático país hispanoamericano a míster Rolston, residente en la ciudad más importante del Imperio? ƑSe habrá reducido Europa al subdesarrollo, como antes redujo Europa a sus antiguos colonizados?

Quizá la única excepción sea Tony Blair, quien para los estadunidenses es el único europeo que merece ser estadunidense. Gracias a esa extraña voltereta con que los europeos se han vuelto los nuevos enemigos, es posible añadir a la lista a Bill Clinton, considerado por la Casa Blanca, dice Ash, ''un europeo honorario". Providencialmente ha renacido Bush, auténtico producto estadunidense.

Nada nos cuesta, sin embargo, imaginar un final feliz; tomemos como punto de partida de nuestro optimismo las palabras con que Tito da por terminada la lucrativa industria de reducción y también su cuento: ''Un viernes áspero y gris de vuelta de la Bolsa, aturdido aún por la gritería y por el lamentable espectáculo de pánico que daban sus amigos, Mr. Rolston se decidió a saltar por la ventana (en vez de usar el revólver, cuyo ruido lo hubiera llenado de terror) cuando al abrir un paquete del correo se encontró con la cabecita de Mr. Taylor, que le sonreía desde lejos, desde el fiero Amazonas, con una sonrisa falsa de niño que parecía decir: 'Perdón, perdón, no lo vuelvo a hacer'''. Bastaría simplemente con cambiar los apellidos.

En memoria de Tito Monterroso, quien, cuando escribió de política, lo hizo con gran elegancia, ironía y delicadeza.

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