Olga Harmony
Extras
La brillantez -no cabe otro término- con que se
escenifica la obra de Marie Jones, en adaptación de Sabina Berman,
puede llevar a ocultarnos el significado más profundo de la historia
que se nos cuenta. Confieso que al final del primer acto, divertida e interesada
por el desempeño de los actores y por los efectos conseguidos por
Philippe Amand, me preguntaba sin embargo la razón de tanto despliegue
para una anécdota tan chiquita. En el segundo acto, sobre todo al
final, se dan suficientes pistas al espectador para que entienda los entresijos
de lo que ha visto.
Una vez que se han seguido estas pistas, se descubre una
historia múltiple, la de los dos extras protagónicos, la
del muchacho suicida y la de todo un pueblo que se resiste a las pautas
de dominio de los empresarios hollywoodenses. Los artificios teatrales
con que nos la envuelven son un espejo del mundo artificial cinematográfico
que encuentra su reflejo exacto en ese viejo campesino devenido extra que
se jacta de ser el de mayor trayectoria en ese aspecto, porque ya también
lo fue en la filmación de Viva Zapata, de Elia Kazan, como
cualquier antecesor suyo se jactaba de haber luchado en las huestes del
caudillo del sur, y que al final es despedido porque ha hecho retrasar
la filmación en ese mundo empresarial en el que el tiempo es dinero.
La malicia, pienso que de la adaptadora, hace que la acción transcurra
en un pueblo de Morelos.
Encontramos que se trata de algo que va mucho más
allá de un mero choque de culturas, aunque éste se encuentra
presente, sobre todo en el momento anterior al entierro del joven suicida
que vendría a ser climático si la historia se nos contara
de otra manera. Pienso que puede ser una metáfora de la pérdida
de un mundo apacible representado por las vacas (que corren peligro en
nuestros campos desde la entrada del Tratado de Libre Comercio de América
del Norte) en aras de la globalización, y el deseo de conservarlo
que se demuestra en el guión imposible ideado por los dos extras
al final de la obra.
En una escenografía de Philippe Amand que cuenta
con tres planos básicos y una pantalla, pero que se llena de recursos
muy cinematográficos -con el apoyo de video de Pablo Corkidi y Gildo
Ramírez-, gracias a la espléndida iluminación del
propio Amand y al juego de tramoya, dos actores (sin más apoyaturas
que un baúl que hace las veces de mesa y un banquito, que aparecen
esporádicamente) representan a 17 personajes, la gran mayoría
implicados en la filmación. Reconocemos a los dos extras, a la Karina,
la estrella de la película; al director español, al director
estadunidense, al viejo, al joven suicida, al cura, a la asistente del
director y a muchos personajes incidentales entre los que no se excluye
a las dos vacas. Por momentos la transformación es inmediata y el
actor debe cambiar instantáneamente de actitud y de personaje, a
veces ayudado por alguna prenda exterior, como una cachucha o un sombrero,
las más de las veces usando de diferente manera el paliacate rojo.
Sabina Berman dirige con un ritmo casi extenuante, entrecortado
por oscuros en que vemos de frente a un tren o un automóvil y las
coreografías de Ruby Tagle, pero también con las pausas necesarias,
sobre todo en la espléndida escena muda en que el muchacho se suicida
ahogándose tras titubear, llenarse los bolsillos con las piedras
del título en inglés, para yacer sumergido en las aguas.
El triste destino del joven enamorado es un índice más del
desencuentro cultural entre los habitantes del pueblo y sus glamorosos
visitantes y marca la pauta para el desentrañamiento del texto,
de allí que la directora le dé un tono diferente a los demás
momentos de su excelente trabajo.
Alternan en las representaciones los tres hermanos Bichir.
En el estreno, vimos en escena a Odiseo Bichir -quien posiblemente sea
el que alterne con Demián- en el papel base del extra que se sueña
guionista, el suicida, el director español y Karina, como los más
importantes, y a Bruno como el atractivo extra al que Karina desea como
latin lover, la asistente, el viejo y el cura como los más
recordables. Ambos realizan un magnífico trabajo.