Orlando Delgado
Dinero, política económica y crecimiento
El gobernador del Banco de México está muy inquieto. En estos días ha incrementado el corto por segunda vez en lo que va del año, ha anunciado repetidamente que podría intervenir en el mercado de divisas "para poner orden", ha advertido que el tamaño de la economía informal está subvaluado, "lo que comprueba al caminar en las calles cercanas a su oficina", ha tratado de justificar el incumplimiento de la meta de crecimiento del circulante precisamente por las transacciones de la economía informal. Este intenso activismo lo ha llevado frecuentemente a los medios. No es sorprendente, ya que la información económica muestra que las variables que le interesan están fuera de la trayectoria esperada.
Sorprende, en cambio, que los otros funcionarios responsables de áreas económicas se mantengan tranquilos. La economía no creció en 2002 el pírrico 1.7 por ciento que esperaban, sino apenas uno por ciento; los pocos empleos creados en todo ese año se perdieron en enero; el peso frente al dólar sufrió una depreciación significativa y no parece que pueda recuperarse, pero comparado contra el euro el asunto es más acusado, y la situación del campo se complica. Lo único bueno es que el precio del crudo se ha elevado, que no es un hecho menor, mejorando la situación de la balanza comercial. El panorama mundial es incierto ya que con guerra o sin ella la economía estadunidense parece alejarse de una recuperación sensible y sostenida, mientras la economía europea espera condiciones de estancamiento.
Banxico ha actuado como acostumbra. El corto ahora es de 625 millones de pesos, cuando a principios de año era de 475 millones. La medida no sólo era esperada, sino que incluso ya resulta ineficiente. El corto restringe los saldos diarios de dinero, elevando las tasas de interés, lo que busca alinear las expectativas de los formadores de precios a la meta de inflación de 3 por ciento, con una variación aceptable de un punto adicional. Hay un consenso cada vez mayor de que el corto no corrige las expectativas, pero sí afecta a los usuarios y a los posibles demandantes de crédito. Por ello su efecto contra el crecimiento, al reducir el consumo y la inversión, se convierte en el dato de mayor significado.
Es evidente que Banco de México está haciendo lo que por ley le corresponde. Es evidente que, como otros bancos centrales, su objetivo debiera ser ampliado para ocuparse del empleo y el crecimiento. Es evidente también que el gobierno no hace lo que debiera. La meta de 3 por ciento de crecimiento tiene que protegerse con medidas de política y no con declaraciones. Las corredurías financieras internacionales han reducido las recomendaciones de inversión en nuestro país ante la incapacidad del gobierno para instrumentar las reformas neoliberales conocidas: fiscal, eléctrica y laboral, lo que reducirá los flujos de inversión extranjera.
El gobierno espera que la correlación de fuerzas en el Legislativo se modifique drásticamente a su favor, reduciendo la presencia priísta. Con ello piensan llevar adelante las reformas y, consecuentemente, el crecimiento ocurriría naturalmente, a un ritmo pausado este año, pero en los siguientes tres se alcanzaría la famosa meta foxista de 7 por ciento. Aunque se diese ese cambio en la composición de fuerzas en la Cámara de Diputados, lo que parece difícil, y las reformas se llevaran a cabo, el crecimiento no está garantizado.
La experiencia internacional es contundente: la flexibilidad laboral ciertamente genera mayores márgenes de ganancia, la privatización eléctrica abre un nuevo espacio para la acumulación de capital, así como para dotar de mayores ingresos al gobierno, pero no necesariamente se traduce en un crecimiento alto y sostenido. En cambio, actuar sobre el mercado interno, proteger a los productores de menores recursos, combatir verdaderamente la pobreza, ampliar los mecanismos de protección social, generan crecimiento.
La clave de la política económica está en el mercado interno. El combate al hambre que ha planteado Lula se basa en una consideración fundamental: ese es el verdadero equilibrio que debe garantizarse, y ello, además, permitirá que la economía brasileña crezca firme y sostenidamente. En nuestro caso, el crecimiento se entiende desde el gobierno como resultado de la acción privada, lo que les lleva a la parálisis. Por ello en este país la única política económica es la monetaria y, de tanto repetirse, es ineficiente.
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