* Pablo González Casanova
Hace poco nos preguntábamos si otro mundo es posible y decíamos que sí. Era una respuesta a la llamada "ciencia única" y a todos los economistas y políticos que pretendían estar aplicando "la única política posible en el único mundo posible". Los neoliberales de los 80 -recuérdenlos- se presentaban como si tuvieran rigurosos y sólidos conocimientos de los que nosotros carecíamos por mera ignorancia o por empecinamiento ideológico, o por anticuados, según vociferaban o musitaban. Incluso llegaron a afirmar, con cierto desparpajo, que el neoliberalismo en marcha iba a dar fin a los ciclos económicos y a las crisis periódicas, y que el desmantelamiento del Estado social y nacional, así como la privatización y desnacionalización de las empresas públicas, de los bienes comunales y los ejidos, de los medios de información, de los medios de comunicación, de los aeropuertos y de los puertos, de las escuelas y las universidades, del agua, del aire, de la energía eléctrica, del petróleo, iban a dar cabida a un mundo en que El Mercado -con mayúsculas-, regido por "leyes naturales", tendería a acabar con los desequilibrios y abriría una larga etapa, de tal modo plácida y floreciente, que ya podía anunciarse algo así como "el fin de la historia". La seriedad teatral, sobria y modosa con que sostenían esos despropósitos era convalidada por líderes soberbios y sumisos de las naciones, del comercio, de la industria, de las finanzas, de los "centros de punta" en la ciencia y la tecnología, así como por los boards y directores de revistas destinadas a las elites, y por los voceros en mangas de camisa que manipulaban a las masas con sus tirantes azules y sus corbatas verdes. El hecho es que los neoliberales de los 80 dominaron al sentido común, y no sólo lograron dominarlo con sus argumentos tecnocientíficos, sino con sus invitaciones subliminales a una "opción racional", que incluía la persuasión por la intimidación y la cooptación.
Desde los 80, sostener que otro mundo sí es posible es una respuesta a los conformistas, a los oportunistas, a los serviles y amedrentados, y a quienes creen ser tanto inteligentes como honorables cuando apoyan tamañas mentiras por "realismo político" y porque "pues no hay otra alternativa". Frente a los líderes del neoliberalismo y su conciencia privatizada, nosotros decíamos y decimos que sí se podía actuar y pensar de otra manera y que los pueblos, los ciudadanos y los trabajadores pueden acometer y construir un nuevo proyecto de liberación, democracia y socialismo. Hoy seguimos sosteniendo que otro mundo es posible. Lo seguimos diciendo por cuanto medio está a nuestro alcance. Sólo que en caso de estar equivocados, en caso de que los hechos confirmen que otro mundo es imposible, eso querrá decir -sin duda alguna- que nos encontramos en un "sistema en extinción"...
Si no logramos construir un mundo alternativo al imperialismo, a la dictadura de los complejos militares-industriales y sus mandatarios, viviremos en uno de esos sistemas próximos a extinguirse que estudian los especialistas en sistemas y que se dan en el cosmos, en la Tierra, en los seres vivos y en la historia de la humanidad. De esos llamados "sistemas en extinción" se ocupan las ciencias más avanzadas y en ellas el conocimiento de nuestra extinción posible ha alcanzado niveles de rigor que cualquier científico no privatizado reconoce, aunque algunos modelos matemáticos sean todavía elementales...
El peligro de ecocidio que implica la extinción del sistema Tierra y del sistema humano como parte de la biosfera es un peligro no sólo posible sino probable con la política de la llamada "guerra sin fin", que puede acabar con todas las guerras y con la vida en el planeta.
El problema de "el fin del mundo" está lejos de
confinarse a las creencias del Apocalipsis. Tampoco corresponde a un estado
de ánimo "catastrofista", como nerviosamente pretenden distintas
variedades de irresponsables. Y no se limita a pensar en otro sistema social
distinto al capitalista, ni añora un vano equilibrio de fuerzas
parecido al del pasado. El peligro de un "sistema en extinción"
induce a considerar seriamente las amenazas a la Tierra y a la vida que
se pueden materializar salvo que encontremos e impongamos una modificación
a la política depredadora y conquistadora actual, y construyamos
un sistema distinto del actual.
Utopías contrapuestas
Lo que quiero decir es que no sólo otro mundo es posible sino que es necesario para la sobrevivencia de la humanidad; que no sólo los pueblos piensan que otro mundo es posible y necesario, sino los grandes imperios del mundo y sus asociados. También ellos se dan cuenta de los peligros del mundo. Y tanto ellos como nosotros tenemos utopías, mundos alternativos que no existen y que pensamos pueden y deben existir. El de ellos es el mundo que surgiría entre conflictos y pactos militares y coloniales. Los países imperialistas, encabezados por Estados Unidos, están hoy planteando la posibilidad de un nuevo reparto del mundo y de un nuevo pacto neocolonial. Su utopía de largo plazo no es la guerra infinita sino la creación de un imperio estable, equilibrado, que se proponen construir al borde del caos. Los constructores de ese imperio están pensando en una política múltiple que en última instancia les permita deshacerse de "la humanidad innecesaria" y controlar a la población necesaria tanto en su crecimiento como en su organización. El proyecto metacientífico de una Granja Mundial de Animales es objeto de experimentos en las "aldeas modelos" que las grandes potencias han impuesto desde Vietnam hasta Guatemala y desde las "reservaciones de indios" estadunidenses hasta los batustanes de Africa del Sur y los "campos de concentración" de Palestina. La utopía conservadora de la Granja Global de Animales es la utopía de un horror experimentado desde Adolfo Hitler hasta Ariel Sharon. Ese horror es generalizable. Hoy se complementa con la historia prevista en el Instituto de Santa Fe (Nuevo México), de un mundo en que la ingeniería genética aumentaría la inteligencia de unos y abatiría la de otros, disminuiría la demanda de trabajo no calificado y aumentaría la humanidad inútil o sobrante hasta niveles amenazadores para las elites. El equilibrio se podría recuperar mediante políticas de exterminio selectivo y generalizado que permitirían construir un mundo conservador en el que habría más computadoras que habitantes. Ambos estarían controlados por las ciberinteligencias de los nuevos complejos hegemónicos en un mundo poscapitalista y ciberesclavista. La Granja Global de Animales y Ciberántropos realizaría un sueño-pesadilla que -como diría el físico de Santa Fe J. Doyne Farmer, autor de La segunda ley de la organización- se podría imponer hacia fines de este siglo, en una forma que nos es "tan difícil de imaginar (según piensa) como puede ser para un perro entender la ley de la relatividad".
Al mismo tiempo, los pueblos que se expresan en Puerto Alegre y en muchos lugares del mundo, desde la Lacandona hasta Seattle, tienen la conciencia de que otro mundo no sólo es posible sino necesario. Saben cada vez más que es necesario luchar por la paz y por un mundo en que el ser humano manifieste sus virtudes reales y potenciales. Esa es la otra utopía realizable, posible y necesaria cuyos perfiles habremos de precisar en junta de humanismos que combinen las luchas por la libertad de la persona humana y de los trabajadores, las luchas por el bien común y por dar prioridad a los problemas sociales en la asignación del excedente, de las inversiones y los gastos, de los recursos y las propiedades; las luchas por la democracia como participación y representación para decidir sobre los presupuestos y los planes; las luchas por la supremacía creciente de la sociedad sobre el Estado y de la humanidad sobre los usureros y los burócratas.
La alianza de utopías con firmeza en los ideales y en la unión de las propias fuerzas con todas las afines habrá de combinar y sumar políticas, ideologías y religiones tanto para impedir la guerra y los nuevos pactos coloniales como para luchar por la paz en un mundo menos opresivo e injusto. El problema se parece en algo al que enfrentaron las fuerzas progresistas y revolucionarias con las amenazas de Hitler, antes de la Segunda Guerra Mundial. Pero los peligros y las posibilidades son distintos.
Entre los peligros mayores que vivimos, y que no se vivían
antes de la Segunda Guerra Mundial, se encuentra la posibilidad de una
escalada nuclear sobre la que hay cálculos rigurosos y macabros
no sólo respecto de la guerra misma sino de las víctimas
de ella en todos los países, incluido Estados Unidos. Uno de esos
cálculos sostiene que "en una guerra nuclear racional" -así
la llaman sus autores- Estados Unidos "sólo perdería 20 millones
de habitantes". Pero no cabe descartar una guerra nuclear irracional que
terminaría en el ecocidio. Y esa posibilidad es tanto más
peligrosa cuanto la superpotencia estadunidense y pequeños y grandes
países con armas nucleares han iniciado un proceso en que la amenaza
de usar esas armas ya está al orden del día en los hechos,
en los razonamientos y en las palabras, como es fácil comprobar
viendo la televisión, oyendo la radio y leyendo los periódicos.
Peligros y ventajas
El mundo actual es tan peligroso e incluso más peligroso que el del equilibrio nuclear durante la guerra fría. Las condiciones en que se plantean hoy los problemas pueden derivar en una lucha de todos contra todos en que el discurso del miedo que pronuncia el imperialismo no derive en el desarme de los pueblos conquistables -como pretende- sino en su enervamiento, y en "actos de locura" peores que los de Washington y Corea del Norte.
De otro lado, en la situación actual aparecen ciertas ventajas que no cabe ignorar: una de las más importantes es que el propio pueblo de Estados Unidos se opone a la guerra de manera más enérgica y efectiva que aquel pueblo alemán de los años 30, dominado y diezmado por el nazismo. La oposición a la guerra del pueblo estadunidense no sólo está hoy encabezada por los grupos más radicales y conscientes, sino por fuertes corrientes de una opinión pública subterránea, que va a salir cada vez más a la luz pública y a aumentar su fuerza conforme la información acerca de los verdaderos objetivos de la guerra y de sus peligros se haga más y más evidente. Entre los opositores a la guerra se encuentran grupos importantes de las propias fuerzas dominantes que ven cómo la proyectada guerra sólo sirve a las grandes corporaciones del petróleo, sin que tenga ningún efecto para la reactivación de la economía y las finanzas. Y si algunos se animan con la conquista por intimidación de nuevos territorios y riquezas, cada vez son más los que señalan lo ilusorio y peligroso de tamaña empresa, y la posibilidad de que derive en una guerra de destrucción mutua.
Otra ventaja de las fuerzas de la paz de hoy frente a las del pasado, es que la inmensa mayoría de los pueblos del mundo actual ha enriquecido su proyecto de mundo alternativo, dando más y más importancia a la democracia como pluralismo religioso, ideológico y cultural que ayude a la práctica de la unidad en la diversidad y al ejercicio del poder en una cooperación de naciones y civilizaciones. Al enriquecimiento del concepto de democracia se añade el enriquecimiento de la liberación de las naciones y la autonomía de las etnias en proyectos universalistas que enriquecen la identidad del "nosotros" desde lo local y nacional hasta lo mundial. En cuanto al socialismo, cada vez aparece más vinculado a la democracia y a la liberación, como una política que no sólo da prioridad a los derechos sociales, sino que también deja la decisión sobre el uso del excedente a las organizaciones representativas y participativas de los trabajadores, los pueblos y los ciudadanos.
Pensar que los angloamericanos, los afroamericanos, hispanos, caribeños y orientales de Estados Unidos de Norteamérica presentarán una creciente resistencia a la guerra no es tan sólo buen deseo. Pensar que el proyecto alternativo actual se presta a una restructuración de la política mundial mediante luchas políticas y negociaciones que efectivamente contribuyan al cambio de un sistema opresivo y depredador por otro menos inequitativo y opresivo no es tampoco una mera ilusión. Pero así sea nada más para aumentar la posibilidad de alcanzar objetivos que hoy pueden parecer inalcanzables, la organización y la conciencia de los pueblos jugarán un papel fundamental. Los líderes de la sociedad civil y de la sociedad política que luchen por organizar redes de pueblos en su propio terruño o en su nación, o en varias naciones, y que hagan todo lo posible para que los pueblos tengan información veraz y clara conciencia sobre los peligros reales de la guerra y sobre las posibilidades emergentes de construir la paz, podrán encontrar en sus esfuerzos respuestas mucho mayores de las esperadas. Los especialistas en los peligros de la guerra y en las posibilidades de la paz tienen que elaborar un informe a la humanidad para denunciar fundadamente las altas posibilidades de acabar con la humanidad si no se detiene la conquista del mundo y si no se articulan los movimientos y organizaciones que luchan por un sistema mundial menos vulnerable que inicie una nueva etapa de construcción de la libertad, la democracia, la justicia y la solución pacífica de los conflictos.
Las medidas que se tomen y los pasos que se den pueden
hoy parecernos pequeños dada la magnitud de los problemas; pero
pueden, en cierto momento, extenderse en formas exponenciales y relampagueantes,
esas que antes se interpretaban como milagros y que hoy sabemos que son
fenómenos característicos de las etapas de crisis y de transición,
en que inesperadamente los pequeños grandes movimientos reorientan
todo el curso de la historia. Para lograr el gran cambio, cada movimiento
de pueblos, de trabajadores, de ciudadanos, ha de articularse con los movimientos
afines, vecinos y lejanos, y ha de ligar los intereses y valores comunes
en actos de solidaridad, en redes de organizaciones locales, nacionales,
que lleguen a ser megaorganizaciones internacionales de pueblos.
Islas de liberación
El pueblo de Estados Unidos y todos los pueblos del mundo pueden construir islas de liberación que se solidaricen entre sí. Cuba ya empezó esa lucha de manera ejemplar y hay muchas fuerzas más en el mundo, actuales y potenciales, que buscan detener la guerra y realizar el sueño de un mundo humano, a sabiendas de que si es imposible detener todos los conflictos armados, es necesario encontrar soluciones políticas que fortalezcan el poder de los pueblos y pongan un alto al actual proyecto imperial.
En las actuales circunstancias, parece indispensable recordar la experiencia anterior de luchas por la paz que se propusieron, primero, impedir la guerra, y después, al desatarse ésta, buscaron aliados con una lógica que consistió en sufrir el menor daño posible frente al enemigo, una lógica que por cierto sólo operó entre gravísimas contradicciones que dieron fin a la Segunda Internacional antes de la guerra de 1914 y que aparecieron amenazadoras en la pasajera y siniestra alianza entre Berlín y Moscú antes de 1939. La "opción racional", hoy como ayer, debe oponerse a la complicidad y al servilismo de un Proyecto de Conquista Mundial en el que tarde o temprano no cabe "el menor daño posible" para ningún judío, cristiano o musulmán, blanco o negro, rico o pobre, yanqui o extranjero, pues son muy altas las posibilidades de que la guerra llame a la puerta de todos.
Tampoco podemos ocultarnos que quienes se propusieron cambiar la guerra mundial en una revolución mundial no lo lograron ni en 1910-17 ni en 1959-66. Es más, en las décadas sucesivas, el imperialismo y el gran capital dominantes desarrollaron e impusieron nuevos "pactos coloniales", nuevas políticas fascistas de todo tipo y políticas "contrainsurgentes" que en la guerra fría derivaron primero en la llamada "guerra interna" y más tarde en la "guerra de baja intensidad", ambas articuladoras de las técnicas contrarrevolucionarias y expansionistas más avanzadas. "Guerra interna" y "guerra de baja intensidad" son estrategias mutantes, destinadas a controlar por el terror y la corrupción a los pueblos en rebeldía, así como los territorios y recursos naturales que están en la mira de las potencias imperialistas.
Hasta ahora la "guerra interna" y la "guerra de baja intensidad" han triunfado en la mayor parte del mundo. En los albores del siglo xxi nos han colocado en el peligro de perder no sólo en la lucha por un mundo mejor, sino en la lucha por asegurar la sobrevivencia de la humanidad. Si países como Cuba muestran una capacidad de resistencia notable, sus experiencias merecen una atención que hasta hoy parece insuficiente. Ejemplo para la humanidad, con los cambios y adaptaciones que sean necesarios, Cuba nos revela que toda posibilidad de resistir y de crear una alternativa eficaz al sistema actual supone una articulación muy fuerte de la lucha por la democracia, la liberación y el socialismo. En Cuba, la experiencia de alcance universal sobre las estrategias y tácticas de las fuerzas alternativas nos lleva a reconocer la intensa unión entre el poder y la conciencia, la política y la moral como base de una fuerza social con alta capacidad de resistencia y construcción de alternativas. El sentido ético, político, cultural, militar, social y práctico que se articula en cualquier negociación y política de paz de Cuba no disminuye ni atenta contra la fortaleza propia, ni viola las reglas de la conducta internacional.
Si se hace necesario un informe al mundo sobre los peligros que la guerra de conquista implica para la sobrevivencia de la humanidad, parece indispensable, ineludible, un informe al mundo sobre las razones por las que Cuba es una esperanza para la humanidad. Ambos informes -el de los graves peligros de una guerra de conquista mundial y el de las grandes aportaciones de Cuba frente a la guerra y por la paz- deben ser muy rigurosos, muy exactos, muy claros.
El informe sobre los peligros de la guerra de conquista global puede convertirse en un documento contundente que se difunda en todas las formas posibles hasta convertir la lucha por la paz en el sentido común de la humanidad. Tiene que actualizar, documentar y dar a conocer el estado actual de las teorías y las prácticas sobre la imposibilidad de mantener bajo control la conquista del mundo y sobre el carácter altamente probable de que la guerra del petróleo se transforme en una guerra de destrucción mutua, en que el imperio y el imperialismo no podrán hacer guerras en Irak o en Corea del Norte sin que se oigan las explosiones en China, Japón, India, Pakistán, Rusia, Europa y Estados Unidos. Puede comprobar esa alta probabilidad. Tiene que precisar y difundir un peligro que conocen todos los grandes especialistas. Tiene que ser un documento magistral que contribuya a que domine una lógica humana, moral y política de conservación de la especie.
En cuanto al informe de Cuba al mundo, me atrevo a pensar que otros como yo querrían saber más sobre algunos hechos incontrovertibles, en particular aquellos que nos ayudan a explicar la articulación de fuerzas que ha permitido a Cuba resistir un bloqueo de más de 40 años, así como enfrentar los numerosos intentos de desestabilización y destrucción de la Revolución cubana y sus líderes que el gobierno de Estados Unidos ha realizado o auspiciado. ¿Qué le ha permitido a Cuba resistir que tenga un valor universal, de experiencia común en medio de la diversidad de naciones y de pueblos? Es más, ¿qué le ha permitido construir, en medio del cerco y el asedio, una alternativa social, cultural, económica, militar y política, pedagógica, que constituye una de las grandes fortalezas de la humanidad, cuando es un pequeño país de algo más de 10 millones de habitantes cercado y asediado por su vecino, el imperio más poderoso y agresivo del mundo? Yo creo que muchos cubanos tienen experiencias universales que han dado a conocer insuficientemente. Varias de esas experiencias son el origen de esta gran capacidad de resistir.
Menciono unas cuantas: Uno: los discursos del comandante Fidel Castro a raíz de la toma del poder del Estado en que se pasaba horas enseñando a pensar cómo se toman decisiones, qué peligros amenazan, qué esperanzas todavía no tienen base, qué soluciones son más seguras, qué contrataques pueden venir, qué responder y cómo a las distintas políticas de desestabilización. Pensar y actuar, pensar y hacer, se atendió desde el tiempo de Frank Pais, desde Santiago hasta La Habana, y después desde la Sierra Maestra hasta todas las ciudades, pueblos y barrios de Cuba. Para decirlo de una manera más clara, en Cuba se dio una revolución en la propaganda política y otra en la educación. La propaganda se volvió pedagógica. La pedagogía política devino el arte de pensar y actuar. Es más, la pedagogía política de voluntades colectivas se vinculó a una lógica y a una cultura del poder que incluye la moral colectiva y personal como una de sus fuentes de energía, de fuerza. Dos: la organización del pensamiento, de la palabra, de la voluntad y el carácter se articuló a la organización de las bases sociales y a la educación de quienes aprenden a aprender como individuos, grupos o asociaciones, o como partido de unidad de la diversidad, ese gran problema. La organización del pensar-hacer individual y colectivo no sólo incluyó la comprensión de las contradicciones del capitalismo y el imperialismo sino la atención a las contradicciones propias. Cuba supo enfrentar el ineludible problema de las soluciones contradictorias y de las contradicciones en el interior de las fuerzas revolucionarias; de las contradicciones en el interior de la clase obrera, del pueblo, de la ciudadanía nueva. El enfrentamiento, con reglas de diálogo y disciplina, tuvo muchas virtudes. Entre las principales se encontró la forma de impedir que el imperialismo y sus asociados internos -tan importantes y desgraciados- aprovecharan esas contradicciones para desatar la guerra interna con procesos de desestabilización y autodestrucción de la revolución por sus propios beneficiarios, pueblos trabajadores, pobladores. Tres: en todas las luchas se elaboró una síntesis del pensamiento y la práctica en la propia Cuba. Se pensó verbalmente en la lucha contra los dictadores y los gángsters de La Habana y contra los caudillos y ricachones urbanos y rurales. La intuición vivida se unió a la teoría pensada y a la rápida sagacidad que sabe responder a la amenaza. La síntesis de lo local político y revolucionario incluyó en sus memorias a un pensador universal que acompañó todo el proceso: José Martí. Lo hizo suyo y con él recreó su propio pensamiento sobre las grandes experiencias del mundo, de América Latina y de la propia Cuba. Con Martí llegó al pensamiento de Marx y de sus sucesores. La lucidez y firmeza de Martí están presentes en toda la lucha ético-política y revolucionaria de Cuba. Martí formaría parte de la moral y la práctica de luchar en Cuba. También contribuiría a frenar las corrientes del pensamiento autoritario criollo o del que venía con el apoyo de la Unión Soviética (URSS). Y a la caída de ésta, Martí sería como una antorcha en el llamado periodo especial, cuando Cuba se enfrentó a una historia imprevista por toda la teoría, imprevista en lo que se refiere a las estrategias a seguir en caso de que el bloque soviético se desintegrara, hecho sólo anunciado por dirigentes revolucionarios que parecían desvariados y que acabaron teniendo la razón.
El hecho es que Cuba enfrentó las contradicciones entre la necesaria disciplina y la necesaria libertad de un pensar común y diverso. Cuba asumió creadoramente lo común y lo diverso con Martí y con Marx. Pero de eso sabemos menos de lo que necesitamos saber para futuras luchas que enfrenten con éxito la guerra interna, las políticas imperialistas de desestabilización, las guerras de baja intensidad.
Cuatro: nosotros hemos dicho que el país más democrático del mundo es Cuba. No se trata de una afirmación exagerada, porque no estamos diciendo que sea la mejor democracia posible, sino la mejor cuando se mira cualquier otro país del mundo. Lo dicho, dicho está y es exacto. Y no es cualquier cosa. En medio de las limitaciones y contradicciones inevitables de cualquier lucha por la democracia como participación, organización y representación del pueblo en la toma de decisiones del gobierno y el Estado, Cuba destaca de manera indiscutible, fácil de probar. En la práctica del gobierno del pueblo, en la práctica del gobierno para el pueblo y en la práctica del gobierno con el pueblo nadie sobrepasa a Cuba. Baste recordar dos ocasiones en que este fenómeno habitual se expresó de manera excepcional: la primera fue cuando la casi totalidad de los cubanos se reunieron en pequeños y grandes grupos a discutir qué debía hacer Cuba tras la disolución de la Unión Soviética. El "¿qué hacemos?" se lo planteó la inmensa mayoría de los cubanos, y la inmensa mayoría decidió hacer una política que 10 años después nos permite estar aquí pensando cómo luchar por la paz mundial, la democracia, la liberación y el socialismo, única forma de vencer en este mundo desequilibrado, enloquecido. La segunda participación nacional del pueblo cubano -y digo nacional con un lenguaje en que la realidad se iguala con el pensamiento- ocurrió el año pasado, cuando Cuba decidió incluir en la Constitución de la República el Proyecto Socialista y dar así fin a los intentos seductores de desestabilización por una "humanitaria democracia de mercado". El mundo necesita saber más -todos necesitamos saber más- sobre la democracia en Cuba, la de veras, y sobre la articulación de la voluntad y la conciencia en el pueblo cubano, esa rara junta de la idea y la energía que ha permitido a Cuba impedir la guerra interna y la invasión militar y paramilitar de las fuerzas imperialistas y sus agentes abiertos y encubiertos.
Quinto: el más reciente proyecto de hacer de Cuba un país-universidad tiene implicaciones en la formación del ser humano que ameritan ser conocidas en el mundo entero. Y aquí detengo mi demanda de un informe de Cuba al mundo. Pero no quiero terminar sin hablar de otro gran proyecto que es muy humilde, y también universal, el de los zapatistas en México. El movimiento zapatista expresa la experiencia de las guerrillas latinoamericanas de los años 60-70 y de la resistencia indígena que lleva más de 500 años. Sus integrantes -indios y mestizos- son herederos de las culturas mayas, de las culturas del México mestizo y criollo, y de las culturas occidentales en sus versiones hispánicas, norteamericanas y europeas. Esa confluencia de tantas culturas lleva siglos y tendió a aumentar en el pasado con el acceso de muchos jóvenes indígenas de México a las escuelas normales y a las universidades. El Ejército Zapatista de Liberación Nacional cuenta entre sus comandantes con intelectuales del más alto nivel, que no sólo dominan el castellano ni sólo conocen las lenguas mayenses. Varios de ellos y de sus compañeros están al día en la evolución del pensamiento filosófico y revolucionario mundial. En el contenido de sus manifiestos y escritos, en sus diálogos y discursos se percibe una capacidad de comunicación local y universal poco común, que no sólo sorprende cuando muestran estar al día en los planteamientos de la nueva izquierda sino en los del posmodernismo en sus versiones críticas. Tener conocimiento de tan extrañas y universales circunstancias es fundamental para comprender el carácter universal y creador de las aportaciones de los zapatistas a los conflictos de nuestro tiempo, y a los proyectos de lucha para la construcción de un "mundo hecho de muchos mundos".
Habiendo ocupado la televisión internacional el 1° de enero de 1994 con la toma de la ciudad de San Cristóbal y de varios puntos en el estado de Chiapas, los indios zapatistas iniciaron una lucha pública que adquiere significación creciente. Salidos de una historia riquísima que reformulan en el curso de estos años, los zapatistas expresan algunos planteamientos de valor local, nacional y universal que parecen constituir nuevas formas políticas para enfrentar la guerra terrorista de baja intensidad, y para crear una alternativa humana y democrática de pueblos organizados que exigen respeto a su autonomía y dignidad. El movimiento zapatista hace varias aportaciones que enriquecen el planteamiento general:
Primero: en sus discursos instala el sentido del humor y la expresión estética como forma de luchar contra la solemnidad, contra el dogmatismo y el "espíritu de seriedad" de la vieja izquierda. Segundo: en sus planteamientos articula siempre la lucha de los pueblos indios a la lucha de los demás mexicanos y de los demás pueblos, etnias y trabajadores oprimidos. Tercero: en su comportamiento general busca transformar los escenarios de lucha violenta en escenarios de lucha política, incluido el diálogo. Cuarto: en su política de diálogo recuerda que éste es parte de la guerra de baja intensidad y que los pueblos pierden cuando el diálogo deriva en negociaciones que los debilitan. De allí que "aceptar debilitarse no es negociable". Quinto: en la política de masas considera que la democracia electoral desvinculada de la democracia participativa tiene graves limitaciones y es muy escéptico de la lucha electoral y partidaria; pero no se opone a que los gobiernos federal, estatal o municipal convoquen a elecciones ni a que en ellas participen organizaciones y partidos de izquierda, e incluso sus propias bases de apoyo si así lo deciden. Sexto: en la defensa de los pueblos indios, a más de vincular las luchas de los indios en todo lo que puede con las luchas de otros pueblos del país y del mundo, plantea la necesidad de respetar las autonomías de los gobiernos de los pueblos indios y no indios, dando a éstos un sentido de lucha simultánea por la autonomía y por el respeto a las culturas indígenas, a sus usos y costumbres y a la autogestión de pueblos-gobiernos que no reclaman la independencia de la nación mexicana y que se sienten parte de ella, pero que exigen formas idóneas de autonomía con participación en todos los niveles de gobierno de un país del que forman parte y al que se sienten pertenecer. Séptimo: en la política internacional, los zapatistas ponen énfasis en la lucha contra el neoliberalismo y por la humanidad. En realidad fueron los primeros en organizar un foro social mundial en Aguascalientes, Chiapas, foro que es reconocido como pionero de todos los movimientos sucesivos contra esta forma despiadada de políticas de acumulación impuestas por la banca mundial y la Triada de Japón, Europa y Estados Unidos. Octavo: en el terreno de las armas y su uso, los zapatistas rehúyen cualquier fuente de aprovisionamiento que los ligue al narcotráfico, y no sólo se niegan a practicar actos de terrorismo, sino que expresan y firmemente rechazan tanto el terrorismo de cualquier grupo rebelde como el terrorismo de Estado. Noveno: en lo que se refiere al uso de palabras y conceptos relacionados con las causas de la situación y los objetivos del movimiento, los zapatistas hacen innovaciones especiales en la vinculación de las palabras y los actos para expresarse, y de las palabras y los actos para entenderse. Además plantean el problema de la profundización de los conceptos como un problema de coeducación colectiva en que la experiencia o la práctica de las ideas y de las luchas por la autonomía, la libertad, la justicia, la democracia y la dignidad dan un sentido multicultural cada vez más preciso a esos y otros conceptos y actos que se redefinen mutuamente en los hechos cotidianos e históricos. La autonomía concreta, la libertad concreta, la justicia y la democracia concretas vividas por "los muchos", dialogadas entre ellos, defendidas y practicadas con éxitos o fracasos variados y también comunes, les permiten averiguar un contenido muy rico en las palabras y conceptos de liberación y democracia, sin que el socialismo deje de estar presente aunque sólo sea como trasfondo del pasado y del porvenir.
El punto que me parece necesario destacar es que en el mundo actual están apareciendo nuevas formas de enfrentar la guerra que hoy es una Guerra de Conquista Global, y están apareciendo nuevas formas de luchar por un sistema alternativo. A la revolución como toma del poder del Estado y a la reforma del derecho público, privado y social tiende a añadirse hoy -con el zapatismo a la cabeza- la construcción de poderes autónomos por los pueblos, los trabajadores y los ciudadanos. Este tercer camino -que es profundamente radical- corresponde a planteamientos que ya no se apoyan sólo en las alternativas del reformismo o del leninismo, ni caen en las del anarquismo, el mutualismo o el cooperativismo que dejaban de plantear los problemas del sistema social y político y del poder del Estado. La originalidad del nuevo movimiento consiste, de un lado, en enfrentar la guerra de baja intensidad con sistemas de defensa de la seguridad de los pueblos y con éstos construir redes nacionales y universales, capaces eventualmente de imponer un diálogo en que no sólo se alejen los peligros de la guerra de conquista global, transnacional e interna ni sólo se denuncien los males del sistema de los "señores del poder y del dinero", sino se preparen los sistemas alternativos de democracia de los pueblos, en que a la autonomía de los mismos se añada la soberanía concebida como capacidad de decisión final a que se llegue entre políticas de persuasión y consenso, de aprendizaje y educación para el autogobierno de los más pobres entre los pobres, y de quienes están con ellos.
Que proyectos como los de Cuba y de los zapatistas -pero
más grandes, más amplios, más universales- logren
impedir la conquista del mundo e imponer la paz, será la mayor contribución
posible a la sobrevivencia de la humanidad. Será también
una nueva definición de la paz, la democracia, la liberación
y el socialismo.
1. Ponencia presentada en la Conferencia Internacional Por el Equilibrio del Mundo, realizada en La Habana, Cuba, del 27 al 29 de enero de 2003